Refugiados
Se va una japonesa y llega otro. Fujimori, que se r¨ªe de los derechos humanos como una porcelana de Lladr¨®, no tiene nada que ver con la se?ora Ogata, alta comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, tan fr¨¢gil y tan firme en sus palabras a favor de la solidaridad cuando recogi¨® su premio Pr¨ªncipe de Asturias. Fujimori o es un insensato o es un c¨ªnico: cualquiera que haya estado en Per¨² sabe que las iron¨ªas del presidente resultan sangrientas en un pa¨ªs donde Sendero Luminoso proporciona la coartada perfecta para una violencia parapolicial ilimitada, que se ceba en l¨ªderes sindicales, campesinos, estudiantes, periodistas.Sadako Ogata es otra cosa. Habl¨® del derecho humano fundamental que es pedir y obtener asilo. No una caridad ni una limosna: un derecho. En la exposici¨®n fotogr¨¢fica conmemorativa del 40? aniversario del ACNUR que est¨¢ exhibi¨¦ndose actualmente en el Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo de Madrid, pueden los ciudadanos encontrarse con la limpia mirada de aquellos que, durante cuatro d¨¦cadas, recorrieron los caminos en busca de un techo, un pan y otro comienzo para su maltratada vida.
Muchos, cientos de miles, siguen haci¨¦ndolo. La de los refugiados es la gran tragedia de nuestro siglo, y parece que tambi¨¦n lo ser¨¢ del pr¨®ximo. Est¨¢n en las im¨¢genes los m¨¢s despose¨ªdos de la tierra, y su infortunio golpea doblemente porque en 40 a?os no ha hecho otra cosa que multiplicarse. La desolaci¨®n del republicano espa?ol que hace cola para comer en un campo del sur de Francia se reproduce infinitamente en todos los colores de la piel y todos los rasgos de las razas de nuestros semejantes.
Pero el republicano espa?ol encontr¨® a su alrededor un, mundo menos indiferente que el nuestro.
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