"Salam"
Metida, como tantos periodistas, en el d¨ªa a d¨ªa de la Conferencia de la Paz, trato de rescatar, para lo que en m¨ª queda de humano, un hueco c¨¢lido que me salve de la indiferencia. Resisto a los esl¨®ganes, a las ideas que nos inculcan, y me aferro a las personas. Faisal al Huseini, por ejemplo. La ¨²ltima vez que le vi fue en el hotel Jerusal¨¦n, de la Ciudad Santa, pocos d¨ªas antes de la matanza de ¨¢rabes perpetrada por soldados israel¨ªes en la mezquita de Al Aqsa: mir¨¢ndome con sus ir¨®nicos ojos claros, respondi¨® a la pregunta sobre cu¨¢l es su relaci¨®n con la OLP. Dijo que "ni la c¨¢rcel ni la tortura israel¨ªes consiguieron que les contara eso. No se lo voy a decir a usted".Pero pienso, sobre todo, en aquellos que no pueden venir, que nunca salieron de los pocos metros terrosos que son su hogar, del paisaje limitado, de la tienda ra¨ªda, los s¨®tanos, el hacinamiento: difuminados en la di¨¢spora o endurecidos en campos de concentraci¨®n. Palestinos del alma, que no ven¨ªs a Madrid, queno pod¨¦is ni siquiera sabor en d¨®nde estamos, que carec¨¦is de pasaporte, de techo, de morada. Que s¨®lo pose¨¦is la sospecha. Que minuto a minuto deb¨¦is demostrar que no sois terroristas, ni asesinos ni villanos. Y que, aun entregando la evidencia, no recib¨ªs a cambio m¨¢s que humillaci¨®n y desprecio.
Vosotros no estar¨¦is en este Madrid triunfante que baila todav¨ªa con la m¨¢s guapa. En lo que queda de Chatila, en las fr¨ªas mazmorras del Neguev, en los guetos desolados de Gaza, en las casas abatidas de Ramalla. Madres y esposas de Nabl¨²s, obligadas a contemplar a diario el muro con que tapiaron la habitaci¨®n de vuestro hombre preso; mujeres de Bel¨¦n, que hac¨¦is la compra a punta de fusil; peregrinos de,Hebr¨®n, que vener¨¢is a Ibrahim. cuando Abraham os lo permite.
Salam de todo coraz¨®n a los ausentes.
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