Divagaciones fronterizas
Salvo antecedentes que desconozco, fue Kafka quien descubri¨® las inquietantes peculiaridades del agrimensor. Probablemente ni el capricho ni el azar determinaron que K., el protagonista de El castillo, ejerciera el arte de medir terrenos. En esa ¨²ltima novela grande de Kafka resulta congruente que sea un agrimensor el convocado, y rechazado, por los funcionarlos del castillo, ya que la tarea de ponerle puertas al campo siempre ha sido competencia de la autoridad.La inmensidad de la Tierra manifiesta con obscena evidencia la soledad del hombre y justifica el empe?o de reducir a l¨ªmites controlables el espacio inconmensurable. Para un hombre, para unos pocos hombres, la Tierra es demasiado extensa. Cuando los hombres se multiplican, la Tierra es demasiado peque?a. En este segundo periodo, el agrimensor pierde su primitiva inocencia y se convierte en un instrumento de la ambici¨®n. Delimitado el mundo entero, se reduce el agrimensor a un rectificador de lindes, al servicio de quien tiene la fuerza suficiente para mantener barreras frente al vecino.
En alg¨²n d¨ªa de los siglos oscuros, el agrimensor dej¨® de descubrir el mundo mientras lo exploraba. Son¨® la hora del astr¨®nomo, el nuevo hombre que, alzando los ojos de los surcos" observa los astros y suena con pisarlos. Comienza as¨ª (y qui¨¦n sabe cu¨¢nto falta para que realmente la humanidad se mude a otra galaxia) el desalojo del planeta japonizado, parcelado hasta el metro cuadrado, deleznable.
Ahora, en Europa, unas fronteras han de desaparecer por voluntad comunitaria, y otras, que se supon¨ªan definitivamente abolidas, se alzan por voluntad nacionalista. El agrimensor K., al que se jubil¨® prematuramente, vuelve al trabajo, mientras la conquista del espacio exterior tantea el vac¨ªo con la ignorancia parsimoniosa con la que el primitivo escalaba la ladera en que ten¨ªa su cueva. Durante unos siglos m¨¢s, el agrimensor continuar¨¢ ejerciendo sobre la Tierra incesantemente rectificada su oficio emblem¨¢tico de la condici¨®n humana. El astrof¨ªsico y el astronauta proseguir¨¢n golpeando la nada en busca de sus fronteras, otro emblema, pero ¨¦ste perteneciente al factor ut¨®pico del terr¨ªcola.
Las anteriores divagaciones de fil¨®sofo de domingo, aunque sugeridas por la actualidad palpitante, no me facilitan soluciones o remedios pr¨¢cticos, ni siquiera me acercan al castillo m¨¢s de lo que lleg¨® a estar el agrimensor K. Al final, como es frecuente en quienes padecen de noveler¨ªa cr¨®nica, paso de la reflexi¨®n al recuerdo y, hurgando en la memoria, me percato de que nunca he conocido a un astr¨®nomo, mucho menos a un astronauta, siendo lo m¨¢s semejante al agrimensor K. que he conocido un pariente top¨®grafo y un ingeniero que, a su vez, era pariente de Franz Kafka.
Mi pariente top¨®grafo fue un solter¨®n de vida anodinamente llana. Sus allegados m¨¢s caritativos susurraban que en su juventud abandon¨® la casa paterna y, vestido de escolapio, anduvo una temporada gorroneando por conventos del litoral cant¨¢brico hasta dar con sus h¨¢bitos talares en Barcelona, donde sustituy¨® los quehaceres simoniacos por los de ayudante de taxista.
Probablemente la nostalgia de su tenebroso y disparatado hogar le decidi¨® al regreso y, sin que ¨¦l mismo supiese por qu¨¦, se hizo top¨®grafo. Lleg¨® a longeva edad frecuentando exclusivamente una oficina ma?anera, que al mediod¨ªa olvidaba, y el tablero de dibujo en una habitaci¨®n sin ventanas, en la que algunas tardes de mi infancia me permit¨ªa verle manejar el pant¨®grafo a la velocidad con que crece el trigo en los campos que ¨¦l calcaba sobre el papel vegetal. Su car¨¢cter cachazudo se alteraba inopinadamente por c¨®leras s¨ªsmicas, que durante unos minutos le transformaban en el hombre que habr¨ªa querido ser.
A cambio, el ingeniero pariente de Kafka practicaba la destemplanza y el mal humor como norma cotidiana de conducta. S¨®lo la vanidad atemperaba su intemperancia, y, en una de esas pausas, le notifiqu¨¦ mi convencimiento, tras conspicuas pesquisas en su ¨¢rbol geneal¨®gico, que descend¨ªa de Kafka por la rama del t¨ªo Lowi, el t¨ªo espa?ol.
Tarea ardua result¨® explicar al ingeniero qui¨¦n hab¨ªa sido Kafka. Gracias al talante pragm¨¢tico de su profesi¨®n, ¨¦l mismo se encarg¨® de verificar en diversas librer¨ªas (donde ni se le ocurri¨® comprar un libro de su t¨ªo bisabuelo) que yo no hab¨ªa exagerado la importancia y la universalidad de semejante antecesor. Desde entonces, el destemplado ingeniero me dispens¨® un trato afable, rayano en la obsequiosidad, aunque a temporadas dudaba de si constituir¨ªa un honor o un engorro su parentesco con Kafka, que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, siendo escritor, no hab¨ªa sido ingeniero como Juan Benet.
Mis relaciones con los profesionales de las artes y ciencias que modifican el paisaje nunca fueron, ya se ve, tan fruct¨ªferas para que pueda yo ahora, reunido en conferencia de paz conmigo mismo, dirimir los conflictos que suscitan la supresi¨®n de fronteras de los Estados y las nuevas fronteras de las naciones. Por otra parte, si bien el primer impulso es recurrir a T¨¢cito, a cierta edad se sabe que los antecedentes hist¨®ricos deben administrarse con precauci¨®n y recelo cuando se intenta dilucidar cuestiones contempor¨¢neas.
?Qu¨¦ hacer sino abrir una vez m¨¢s El castillo en busca de las tinieblas y del caos, admitiendo que uno no ha sabido aprovechar las ense?anzas de la historia ni las evidencias de la geograf¨ªa? En una Europa en la que, si naciera de nuevo, el agrimensor K. habr¨ªa de medir sobre toda otra curva la del ciclo econ¨®mico, el espinoso asunto de las fronteras, y de cada ej¨¦rcito en sus fronteras, exige un tratamiento kafkiano. Todo lo dem¨¢s no es literatura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.