Isaac Peral
En la plaza llamada de lsaac Peral, en El Puerto de Santa Mar¨ªa, hab¨ªa una papeler¨ªa en la que, cuando chico, compraba todos mis cuadernos, tanto para escribir mis tareas escolares como para realizar mis primeros dibujos. Esa plaza, en la que se encontraba entonces el Ayuntamiento, de bell¨ªsimas araucarias y en donde se cimbrean las palmeras m¨¢s altas de la ciudad, presididas por un busto del injustamente asesinado autor de una de las obras m¨¢s divertidas e ingeniosas del idioma, La venganza de don Mendo, don Pedro Mu?oz Seca, a¨²n ahora conserva su ilustre nombre: plaza de Isaac Peral.Yo siempre cre¨ª, incluso despu¨¦s de haberme venido a vivir a Madrid, que el famoso inventor del submarino era una de las glorias de El Puerto. Mucho m¨¢s tarde me enter¨¦, con asombro, de que este hombre universal hab¨ªa nacido en Cartagena, la ciudad que desde siempre registra el nombre de su gloria, aunque fue en San Fernando donde vivi¨® y desarroll¨® su extraordinario invento.
?Cu¨¢ntos peque?os submarinos de juguete habremos construido de muchachos para intentar hundirlos en el agua! La idea de descender al fondo del mar fue ya desde peque?o, para mis amigos y para m¨ª, un sue?o grandioso, y pas¨¢bamos parte de nuestro tiempo haciendo submarinos en miniatura, sobre todo proque cre¨ªamos con orgullo que Peral era un inventor nacido en nuestro pueblo y que por eso le hab¨ªan dedicado aquella plaza.
Durante toda mi vida he llevado en m¨ª memoria la imagen de lsaac Peral con inmensa admiraci¨®n y simpat¨ªa. ?se fue el motivo de que aceptara gustoso la invitaci¨®n de los murcianos de dinamita, como l¨ªricamente los llam¨® Miguel Hern¨¢ndez en aquel tembloroso poema que tantas veces he recitado, para festejar la ins¨®lita llegada a Sevilla del aut¨¦ntico submarino Peral, con un recital compartido con la gran actriz Asunci¨®n Balaguer y su marido, el inimitable Francisco Rabal.
?Qu¨¦ fant¨¢stico imaginar el recorrido del submarino, desde su jard¨ªn murciano, en el que viv¨ªa varado como un inesperado adorno, por las carreteras espa?olas con sus casi 50 toneladas de peso sobre el inmenso remolque de un cami¨®n, coreado y admirado por los ni?os de los pueblos que le vitoreaban al pasar, hasta aclarar triunfante en Sevilla, frente a la hermos¨ªsima Cartuja! Es, sin duda alguna, el personaje m¨¢s sorprendente y fant¨¢stico de la Expo.
Siempre los murcianos me han dispensado una cari?osa acogida, ya desde la publicaci¨®n de La Verdad, peri¨®dico que dirig¨ªa nuestro amigo Juan Guerrero Ruiz y en el que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez me introdujo; all¨ª tambi¨¦n colaboraron compa?eros de mi hoy famosa generaci¨®n po¨¦tica. En esta ocasi¨®n, Sevilla estaba repleta de murcianos venidos para celebrar tan ins¨®lito acontecimiento. El presidente y el consejero de Cultura de la Comunidad de Murcia, el alcalde de Cartagena, el encargado del pabell¨®n murciano, las simpatiqu¨ªsimas y conversadoras nietas de lsaac Peral, junto a otros hijos ilustres, entre los que ech¨¦ en falta, seguro que por su intenso trabajo, a mi amigo Jos¨¦ Manuel Garrido, aunque s¨ª estaba Alfonso Riera, que rompi¨® su discreci¨®n habitual con un efusivo abrazo.
El alcalde de Cartagena me regal¨® un voluminoso y documentado libro titulado Isaac Peral, su obra y su tiempo, escrito por Erna P¨¦rez de Puig, libro util¨ªsimo, en donde he ido descubriendo, una vez m¨¢s, la injusticia de la que es capaz este pa¨ªs con hombres como Peral, que tuvo que soportar tantas humillaciones, envidias y sabotajes por parte de sus propios compatriotas. Ha sido emocionante para m¨ª saber que fue un navegante incansable en 32 buques de sonoros nombres: Numancia, Neptuno, Blanca, Sirena, desempe?ando todo tipo de trabajos marineros hasta Regar a ser comandante del submarino que llevaba su propio apellido.
El recital, junto a Asunci¨®n y Paco, result¨® casi un hermanamiento entre murcianos y andaluces, y fue recibido por el p¨²blico de manera entusiasta. Para finalizar, Rabal ley¨® unas festivas Coplas al submarino, que ¨¦l mismo hab¨ªa compuesto con la gracia aprendida en los trobos de su tierra. Dec¨ªan as¨ª: "?Fue en C¨¢diz o en Cartagena, / en El Puerto o Arsenal? / Todo ha sido una cadena: Peral naci¨® en Cartagena, / y en El Puerto, la faena / del submarino Peral. / Pero yo a ti te conmino / y pregunto, Rafael, / en la mitad del camino, / Sevilla... ?D¨®nde fue aquel / milagro del submarino? / En Cartagena o El Puerto / ?D¨®nde naci¨® la sencilla / idea de ir como un muerto, / bajo el mar y una mirilla? Lo que desde luego es cierto es que hoy se encuentra en Sevilla". Versos a los que yo a?ad¨ª, con ¨¦nfasis y falso aire de improvisaci¨®n: "?Qu¨¦ maravilla!".
Mientras escribo este art¨ªculo de mi Arboleda recibo de improviso la visita de Hans Meinke, director del C¨ªrculo de Lectores, que nos trae una magn¨ªfica edici¨®n de mi libro A la pintura, y otra de Homenaje a la pintura, selecci¨®n de versos m¨ªos manuscritos, entre los que se encuentra el poema Negro Motherwell, que escrib¨ª en 1980, ilustrados por el gran pintor norteamericano Robert Motherwell, fallecido recientemente, con el que me un¨ªa una gran amistad rebosante de admiraci¨®n. Me llena de emoci¨®n, ahora que ¨¦l ha desaparecido, el recibir otra vez su generosa colaboraci¨®n pict¨®rica, reproducci¨®n de los magn¨ªficos grabados que dej¨¦ guardados en mi casa de Roma en aquel voluminoso estuche de madera clara que Motherwell me envi¨®, conocido por todos los amigos que me visitaban en la v¨ªa Garibaldi y que la persona que ocupa hoy mi casa dice no encontrar...
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