Izquierda Unida en la encrucijada
Aunque anta?o tuvieran a sus estalinistas y fueran sectarios y dogm¨¢ticos, los comunistas espa?oles hace ya mucho tiempo que combaten por la democracia y el progreso, habiendo contribuido como los que m¨¢s a la Espa?a constitucional de hoy en d¨ªa.Dieron incluso mayores muestras de apertura que otros partidos espa?oles que, con una evoluci¨®n de signo contrario, se hallan en la actualidad jerarquizados, centralizados y burocratizados al modo leninista. Los comunistas de nuestro pa¨ªs, en cambio, a pesar de sus antecedentes y de los costes internos que ello entra?¨®, no s¨®lo democratizaron su teor¨ªa, su pr¨¢ctica y su organizaci¨®n, sino que con inteligencia y generosidad apostaron por un futuro distinto que superara el estrecho marco de los partidos tradicionales y sus muchos inconvenientes.
As¨ª, juntamente con socialistas cr¨ªticos, republicanos de izquierda y progresistas independientes, crearon hace cinco a?os Izquierda Unida. Apuesta dif¨ªcil, claro es, y hasta aventurada, que sin embargo obtuvo casi dos millones de votos en las elecciones de 1989 y se convirti¨® en la tercera fuerza pol¨ªtica del pa¨ªs.
Y es que en el terreno de las ideas IU puede ocupar un espacio apreciable en la Espa?a de hoy. Sentido ¨¦tico, austeridad, af¨¢n de cambio, sensibilidad social, internacionalismo solidario, feminismo, ecologismo y pacifismo son, entre otros, valores que una izquierda genuina puede enarbolar con ¨¦xito y que otros han perdido.
En el plano organizativo, Izquierda Unida constituye, sin embargo, un empe?o peliagudo, precisamente por su novedad. Todo partido pol¨ªtico tiende por definici¨®n a perpetuarse y los que componen IU no escapan a esa regla.
Desde 1989, ya se hab¨ªa advertido un par¨®n en el proceso de convergencia. La imagen de una nueva izquierda, moderna, eficaz, abierta y flexible no acababa de sustituir a la de una coalici¨®n desequilibrada y que iba perdiendo parte de su atractivo inicial. Quiz¨¢ de resultas de ello, los votos de las elecciones auton¨®micas y municipales de mayo de este a?o no aumentaron respecto de comicios anteriores, aunque el hecho de que los avatares pol¨ªticos confirieran a IU en muchos sitios una voz decisiva a la hora de elegir alcaldes y hasta gobiernos de las autonom¨ªas disimulara unos resultados electorales relativamente poco brillantes.
Con todo, se manten¨ªa viva la esperanza de aumentar votos y militantes, aunque para ello muchos consideraran condici¨®n indispensable superar de una vez el marco de los partidos y grupos coligados, tanto m¨¢s cuanto que el principal de ellos, esto es, el partido comunista, parec¨ªa inevitablemente abocado a cambiar, al igual que ya hab¨ªa ocurrido o estaba ocurriendo en otros partidos europeos occidentales.
Imagen negativa
En esa tesitura, el derrumbamiento del comunismo sovi¨¦tico este verano deber¨ªa l¨®gicamente acelerar el proceso ya emprendido. En primer lugar, porque, por injusto que sea, ya que las semejanzas de fondo hoy son inexistentes, el comunismo espa?ol va a resentirse de una imagen negativa de su nombre de marca.
En segundo t¨¦rmino, porque tal como se han puesto las cosas, IU resulta probablemente poco viable si se mantienen como hasta hoy los partidos que la componen. En IU, va de suyo que se respeta a todos sus componentes, incluido, claro est¨¢, el PCE, y es muy comprensible que en su caso muchos militantes quieran conservar una sigla y una organizaci¨®n que tiene escritas gloriosas p¨¢ginas de entrega y sacrificio a la causa de la libertad y el progreso. Se comprende, adem¨¢s, su irritaci¨®n ante quienes les identifican con el comunismo tan distinto, o, mejor dicho, con el estalinismo de otras latitudes.
Pero tambi¨¦n parece obligado afirmar que ha llegado el momento de elegir. Cuando se opt¨®, hace ya un quinquenio, por crear IU, se adquiri¨® el compromiso impl¨ªcito de acabar tarde o temprano con los partidos que la fundaron. Es cierto que no se fij¨® plazo para ello, pero circunstancias internas y externas indican que ese plazo est¨¢ cumplido.
Una reafirmaci¨®n de la permanencia de los partidos en IU se entender¨ªa como un aplazamiento sine die de su disoluci¨®n, manteni¨¦ndose la imagen de una IU controlada al 60% o 70% por el PCE.
Se me dir¨¢ que tal cosa no tiene por qu¨¦ ser as¨ª, pues si procuran aumentar su n¨²mero los no comunistas de IU podr¨ªan invertir dicha proporci¨®n. Por desgracia, la experiencia de estos cinco a?os demuestra la dificultad de crecer cuando se tiene una imagen, hoy por hoy inevitable, de compa?eros de viaje.
Es l¨®gico, por todo ello, que muchos militantes de IU no nos sintamos atra¨ªdos por la imagen antedicha. Por eso pensamos que si el PCE, el Pasoc e Izquierda Republicana, en uso, por lo dem¨¢s, de un derecho leg¨ªtimo que s¨®lo a ellos incumbe ejercer en cada caso, deciden mantener sus respectivas organizaciones, Izquierda Unida tiene, en la mejor de las hip¨®tesis, un porvenir oscuro, y, en la peor, sus d¨ªas contados. Excuso decir las consecuencias tan negativas que esto ¨²ltimo acarrear¨ªa. Reforzar¨ªa el engreimiento y el oportunismo del partido en el Gobierno. Empobrecer¨ªa y derechizar¨ªa la vida pol¨ªtica espa?ola. Dejar¨ªa sin norte y sin ilusi¨®n a dos millones de personas. Y, sobre todo, ser¨ªa hist¨®ricamente injusto. Habr¨ªa, pues, que hacer lo imposible por evitarlo, aunque s¨®lo fuera por el recuerdo de quienes tanto lucharon en el pasado por un futuro distinto y cuyos ideales dejar¨ªan de estar presentes en la vida p¨²blica o quedar¨ªan reducidos a la m¨ªnima expresi¨®n. Incluidos los comunistas, claro es.
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