A cuerpo de rey
La estancia de don Juan Carlos ha alterado.el ambiente de la cl¨ªnica Puerta de Hierro
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Antes de ingresar el rey Juan Carlos en la cl¨ªnica Puerta de Hierro el pasado d¨ªa 30, ya hab¨ªa ido una enfermera a la Zarzuela para extraerle sangre y trasladar el an¨¢lisis en un tubo al hospital. Ya hab¨ªan sido llamados tambi¨¦n traumat¨®logos y anestesistas que estaban de vacaciones. El propio director m¨¦dico, Jos¨¦ Luis Chamorro, que tambi¨¦n disfrutaba de vacaciones, fue el primero en incorporarse. A partir de ah¨ª comenzaron las bromas entre el personal de la cl¨ªnica: que si d¨¦jame ver si la sangre es azul, o que si se te cae te la ganas, o c¨®mo va la rodilla real. "Basta con que tengas especial cuidado con un tubo", explica una de las enfermeras que sostuvo el del Rey, "para que se te caiga o se infecte la sangre. Por eso, esta vez, el tubo suyo se trat¨® como uno m¨¢s. Pas¨® con el n¨²mero 82, y as¨ª se analiz¨®. No era como, otras veces; con el tubo de la infanta Elena, por ejemplo, que se ha tratado con especial cuidado". En ¨¦ste s¨®lo se le¨ªa: "Don Juan Carlos de Borb¨®n". "M¨¢s que suficiente", apostilla la enfermera.As¨ª, cuando el d¨ªa 30 el Monarca lleg¨® con las muletas, levant¨® los brazos y dijo: "Hola a todos" ya ten¨ªa mucho ganado. Cuando pidi¨® el mismo men¨² que el resto de los pacientes, tambi¨¦n. Y cuando fue con sus escoltas desde, la tercera planta a la primera, que es donde se encuentra ahora, y salud¨® a los dos celadores, al auxiliar y a las dos enfermeras, lo mismo.
Han sido muchas las enfermeras que han preguntado a los escoltas de 1,80, vestidos con trajes impecables, si pod¨ªan ver sus hijos al Rey. "Imposible, se?ora", era la respuesta segura. Han sido muchos tambi¨¦n (ayer, 17) los periodistas que se arremolinaban cuando el ministro de Exteriores, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, Adolfo Su¨¢rez o la Reina entraban. Muchos los polic¨ªas de uniforme y de paisano que taladraban con su mirada a todo el mundo, mientras que un hombre vestido de paisano paseaba un pastor alem¨¢n que olfateaba todos los veh¨ªculos.
En medio de todo eso, varias vecinas de la colonia de Puerta de Hierro esperaban con sus hijos la salida de la familia real. "As¨ª lo vemos antes de que nos lo cuenten ustedes, los periodistas" explicaba Mar¨ªa Esperanza M¨¦ndez, ama de casa que sosten¨ªa en su brazo la revista Hola. "Es que hay gente" dec¨ªa un vigilante jurado del hospital, "que necesita contar a la hora del t¨¦ que vio salir a fulanito".
Un celador no ocultaba a sus compa?eros las molestias que le acarrea el hecho de tener que preguntar a todo el mundo ad¨®nde va, en un hospital que se caracteriza por su mano blanda en la entrada.
Dentro, los familiares de los enfermos apenas miraban hacia la estancia destinada a don Juan Carlos. Cuatro habitaciones de las 15 que hay en la sala son las que ha reservado el hospital para el Rey y su escolta. El padre Barroso, capell¨¢n del hospital, aseguraba que todo segu¨ªa igual que antes de llegar el Monarca. El director m¨¦dico, Jos¨¦ Luis Chamorro, tambi¨¦n: "Todo funciona a la perfecci¨®n", dec¨ªa Chamorro. En ese momento son¨® el tel¨¦fono. "S¨ª, de acuerdo, ahora bajo a saludarle". Era el ministro de Exteriores, que acababa de ver al Rey, y se sent¨® luego un rato en la cafeter¨ªa del centro.
"He venido a despachar con ¨¦l", explicaba Ord¨®?ez, "pero yo lo hago peri¨®dicamente. Le he contado lo de El Salvador y la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se ha mostrado muy interesado".
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