Una refinada libertad

Nacida en Vigo en 1963, Berta Caccamo es, para mi gusto, una de las personalidades de mayor inter¨¦s dentro de esa hornada de j¨®venes artistas gallegos que surge en la segunda mitad de los ochenta.Se trata de una serie de artistas cuyas posiciones se distancian ya de aquel expresionismo m¨¢s inmediato sobre el que se cifr¨® ¨¦l mito de un supuesto reencuentro con las ra¨ªces de identidad de la cultura atl¨¢ntica.

Por su parte, la pintura de Berta Caccamo nace de un sutil equilibrio entre libertad y control, de una refinada intuici¨®n po¨¦tica cuya contenci¨®n. no merma ni siquiera en un ¨¢pice el gr¨¢cil aroma de espontaneidad que destilan sus telas.

Su trabajo se mueve dentro de una gama de color muy reducida, presidida por tonos negros, grises, blancos, acompa?ados de algunos acentos pardos, y siempre aparece marcado por la sombra virtual de un tratamiento que, aun respondiendo a una mec¨¢nica de impulsos muy directos, obtiene, sin embargo, una delicada riqueza de matices.

Son matices cuya intensidad consigue impactarnos tanto m¨¢s en la medida en, que se muestran ajenos a toda sospecha de elaborado esfuerzo.

Aleatoriedad

En esa misma aparente aleatoriedad se recortan las grandes formas y se extienden, a capricho, los l¨ªmites de las manchas que impregnan el lienzo.De ese modo, su aura autom¨¢tica nos convierte tambi¨¦n en m¨¢s extra?a, y contagiosa a un tiempo, la misteriosa y delicada espacialidad que alcanzan las obras. ?se es, a mi entender, el particular y prometedor encanto que posee el trabajo que muestra esta joven pintora gallega: un encanto que puede definirse como una suerte de refinamiento inocente, como sustancia natural que aflora en el voluntario abandono al flujo de la libertad.