Resonancias de un v¨¦rtigo po¨¦tico
Al aire de su vuelo
Pabell¨®n Mud¨¦jar. Plaza de Am¨¦rica. Sevilla. Hasta el 28 de febrero.
Parte principal en los actos de conmemoraci¨®n del cuarto centenario de san Juan de la Cruz celebrados por la Junta de Andaluc¨ªa, esta -y por muchos motivos- soberbia exposici¨®n re¨²ne cielos de homenaje a la memoria de nuestro gran m¨ªstico realizados por tres figuras esenciales dentro de nuestro actual panorama pl¨¢stico: los pintores Miquel Barcel¨®, Jos¨¦ Manuel Broto y Jos¨¦ Mar¨ªa Sicilia.Los factores que se conjugan para hacer la singular fortuna de esta muestra son varios e intensos. Juega, en primer lugar, por supuesto, la mera talla excepcional de esos tres nombres, as¨ª como la envergadura y cuidada selecci¨®n de las obras reunidas. A ello debe sumarse la inteligente y exquisita concepci¨®n de un montaje que ha sabido extraer un brillante partido de la estructura espacial y los sugerentes ¨¢mbitos del Pabell¨®n Mud¨¦jar, haciendo con ello transparente lo que a mi juicio constituye la trama argumental profunda -y, en definitiva, el acierto principal- de este proyecto.
Esa trama nace, precisamente, del sutil di¨¢logo estrat¨¦gico que se genera a ra¨ªz de la confrontaci¨®n entre tres personalidades de naturaleza tan particular, tres creadores de una interisidad equiparable, pero cuya excepcional energ¨ªa responde en cada caso a una identidad po¨¦tica de orden radicalmente distinto. Y esos constrastes cualitativos, que cifran la elevada y compleja temperatura dram¨¢tica de la exposici¨®n, se ven finalmente reforzados por causa del especial momento que, a mi parecer, viven en este punto las trayectorias de cada uno de los artistas.
Efectivamente, tal y como estas piezas dejan para m¨ª de manifiesto con rotunda claridad, el desarrollo de la obra reciente de Barcel¨®, Broto y Sicilia abre, bien que por razones distintas en cada caso, una etapa de excepcional significaci¨®n en sus respectivos procesos de evoluci¨®n. As¨ª lo refleja, por ejemplo, la suntuosa e impresionante serie de grandes telas presentada por Broto, magistral lecci¨®n de gesto y color, cuyo equilibrio l¨ªrico y sensual compone, de lejos, el mejor de los conjuntos que recuerdo haberle visto al gran pintor aragon¨¦s. A su vez, la contenida pulsaci¨®n po¨¦tica y espiritual de estas telas impresionantes marca, dentro de la trama argumental de la muestra, una suerte de punto central de inflexi¨®n con relaci¨®n al radical contraste que enfrenta, casi en extremos opuestos del espectro po¨¦tico, las obras de Barcel¨® y Sicilia. Las maneras voluntariamente desgarradas de Miquel Barcel¨®, por su parte, retoman, con los dos ciclos que conforman su participaci¨®n en este homenaje, una cierta v¨ªa cuya turbulenta y visceral exuberancia enlaza, de alg¨²n modo, con la inmediatez pasional de su obra en la mitad de los ochenta, s¨®lo que ahora matizadas por una madurez interior que confiere a su acci¨®n una intensidad expresiva rotundamente m¨¢s firme. Tanto en la sugerente resonancia ¨¦tnica de las grandes barcas fluviales como en la interesante ambig¨¹edad de sus mesas, cuya exuberancia dram¨¢tica despierta ecos de sacrificio ritual, el ¨²ltimo Barcel¨® abre uno de los ciclos m¨¢s estimulantes y densos de su trayectoria.
En el l¨ªmite contrario, la obra de Sicilia implica una apuesta igualmente intensa y abismal, valeroso fruto de ese radical despojamiento m¨ªstico en el que la imagen se torna conciencia espectral diluida en una pura vibraci¨®n luminosa, giro que ya definir¨ªa su ¨²ltima muestra madrile?a, algunas de cuyas piezas sirven de ahora de umbral a su participaci¨®n en el homenaje sevillano. Pero en ella, el punto sin dudar m¨¢s emocionante lo compone la sobrecogedora instalaci¨®n formada por 20 m¨®dulos de estilizada verticalidad, vibraciones que acotan con silenciosa musicalidad la radiante geograf¨ªa de un espacio sagrado.
Babelia
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