Cultivo de la pintura
A lo largo de los tres ¨²ltimos a?os, y tras el primer contacto propiciado por la Muestra de Arte Joven de 1989, me he ido topando en sucesivas ocasiones con trabajos de Antonio Murado (Lugo, 1964) -siempre a trav¨¦s de piezas aisladas o conjuntos muy reducidos-, y cada nuevo encuentro acrecentaba la impresi¨®n de que estejoven artista gallego se afirma, con diferencia, entre las figuras en verdad potentes surgidas en nuestro panorama ¨²ltimo.
El impacto espec¨ªfico de aquellas piezas traduc¨ªa una identidad extremadamente d¨²ctil en sus desplazamientos estrat¨¦gicos entre distintos campos de lenguaje, y dotada adem¨¢s de una muy precisa y sofisticada capacidad en la ejecuci¨®n. Pero, en lo que es, de hecho, m¨¢s decisivo, antes que como "una cabeza bien llena", al modo com¨²n a este tiempo tan pr¨®digo y veloz en la informaci¨®n como avaro en certezas, la de Murado se revelaba, esencialmente, como una cabeza "bien hecha". Y, a la postre, era precisamente la sospecha de esa reflexi¨®n vertebral que daba origen a las distintas propuestas la que defin¨ªa, en definitiva, su dimensi¨®n de inter¨¦s m¨¢s profunda.
Antonio Murado
Galer¨ªa XXI.Don Ram¨®n de la Cruz, 17, 3o D. Madrid. Hasta el 6 de marzo.
Con todo, un perfil dibujado en forma tan intermitente como prometedora hac¨ªa m¨¢s patente el anhelo de una confrontaci¨®n extensa con el trabajo de Murado. A un n¨²mero ya considerable de muestras personales a sus espaldas, hasta ahora repartidas entre su Galicia natal y algunos puntos de Centroeuropa y Am¨¦rica, viene por fin a sumarse esta primera exposici¨®n individual madrile?a. Y, para mi gusto, el resultado confirma con creces la impresi¨®n intuida en el retrato intermitente.
Ra¨ªces ocultas
Lejos de los juegos conceptuales m¨¢s directos o de la manipulaci¨®n de las im¨¢genes que definen otras series, Murado centra este ciclo de pinturas en una apuesta de ra¨ªces m¨¢s ocultas, aparentemente fijadas por una suerte de abstracci¨®n de resonancias paisaj¨ªsticas. Pero la cosa tiene -como era de esperar en su caso- un tejido interior de significaciones infinitamente m¨¢s complejas. M¨¢s de un ojo inocente se dejar¨¢ prendar, presa la mirada en la golosa sensualidad pict¨®rica de estos lienzos como las moscas en el papel engomado, pasando por alto el intrincado cruce de niveles de significaci¨®n desde el que Murado plantea su reflexi¨®n sobre la pr¨¢ctica de la pintura.La pintura no es fin en s¨ª misma, sino medio, y medio que el discurso aborda en todo su complejo tejido de acepciones, mecanismos y memoria, como soporte material y como paradigma de h¨¢bitos de lectura, como pr¨¢ctica que impone sus propias leyes e incitaciones al deseo y como pantalla que la cultura impregna de fantasmas.
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