"Mantengamos viva la indignaci¨®n"
El escritor peruano Mario Vargas Llosa, de 55 a?os, cierra la serie de cartas de apoyo a Salman Rushdie publicadas por EL PA?S en colaboraci¨®n con otros peri¨®dicos europeos. En su misiva, el autor de La guerra del fin del mundo alerta a sus colegas escritores para impedir que un silencio c¨®mplice caiga sobre la persecuci¨®n que sufre el escritor indoeuropeo tras decretarse su condena a muerte en 1989 por publicar Los versos sat¨¢nicos.
Qui¨¦n nos iba a decir aquella tarde que fuimos al f¨²tbol -y en la que nos perdimos y terminamos en una tribuna de hinchas pintarrajeados que cantaban algo que se parec¨ªa a La cucaracha y les volaban los gorros a los polic¨ªas- que alg¨²n tiempo despu¨¦s las circunstancias te convertir¨ªan en la m¨¢s c¨¦lebre v¨ªctima contempor¨¢nea de esa forma extrema de la violencia que es el fanatismo religioso.Estoy seguro de haberte contado, en aquella o alguna otra ocasi¨®n, la historia de ese colega m¨ªo, en el King's College, con quien coincid¨ªamos a veces a la hora del almuerzo en un pub del Strand. Era un hombre muy le¨ªdo, de fluida conversaci¨®n y las apariencias del civilizado. Hasta que un d¨ªa le escuch¨¦ defender, con helada convicci¨®n, en nombre de la tradici¨®n y la cultura -esa cosa peligros¨ªsima que llaman la "identidad" de un pueblo-, la pr¨¢ctica de cercenar el cl¨ªtoris de las ni?as para asegurar su futura templanza.
Una de las certidumbres que permanecen inc¨®lumes, en estos tiempos de huracanes hist¨®ricos que arrasan con todo, es la siguiente: la civilizaci¨®n es una muy delgada pel¨ªcula que puede quebrarse al primer encontronazo con los demonios de la fe, desintegrarse a la primera embestida de la sinraz¨®n social. Esos demonios andan sueltos, all¨¢ donde se dict¨® la fatwa contra ti y en el pa¨ªs del que yo vengo, donde otra especie de fan¨¢ticos se han propuesto construir la felicidad universal a fuerza de terror, e incluso en esta Europa donde tantas cosas extraordinarias han ocurrido ¨²ltimamente que pod¨ªa interpretarse como una victoria de la sensatez y la racionalidad sobre la mentira y el dogma. No ha sido as¨ª. Y t¨², viviendo a salto de mata a fin de que no te alcance el odio de la jaur¨ªa, est¨¢s all¨ª para despejar, cualquier ilusi¨®n y recordarnos que la batalla no ha sido -ni ser¨¢ nunca- ganada.
En esta Alemania reunificada en democracia gracias a un formidable sobresalto libertario del pueblo alem¨¢n -oriental, -andan ahora grupos de salvajes rapados dando la caza al turco y entonando los viejos estribillos racistas. En la Francia de la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos, respetables pol¨ªticos de izquierda y de derecha se arriman a las tesis del Front National, pues, al parecer, la xenofobia y el patrioterismo ahora ganan votos. En Irlanda, en Espa?a, otros patriotas pulverizan a dinamitazos a inocentes ciudadanos para hacer demostraciones abstractas. En los pa¨ªses donde m¨¢s arraigada parece esa cultura de la tolerancia, el pluralismo y la libertad por la que han optado, en los ¨²ltimos a?os, y con cu¨¢ntas esperanzas, tantos millones de gentes del Este que pretenden imitar su modelo, se advierten a diario fragantes s¨ªntomas del viejo esp¨ªritu de campanario que parec¨ªa enterrado.
El regreso a la tribu, a lo particular, a encastillarse en la cultura, las creencias y los usos propios, y a cerrar los ojos y las orejas a los de los dem¨¢s, es una reacci¨®n no inusual ante el r¨¢pido proceso de internacionalizaci¨®n de la vida que vive el mundo, y en especial Occidente. Es un movimiento defensivo frente a lo desconocido y a los desaf¨ªos formidables que plantea la posibilidad de un planeta en el que el desarrollo de las libertades haya ido desvaneciendo las fronteras, volvi¨¦ndolas cada vez m¨¢s artificiales e in¨²tiles. Pero si este proceso se frustra, por las fuerzas retr¨®gradas que se oponen a ¨¦l y que ¨¦l mismo ha despertado, la humanidad habr¨¢ dado de nuevo un lastimoso salto atr¨¢s, cuando parec¨ªa mejor equipada que nunca para ir hacia adelante en la domesticaci¨®n de sus demonios.
No debemos permitir que caiga un silencio c¨®mplice sobre la, persecuci¨®n de que eres v¨ªctima y que la opini¨®n p¨²blica se acostumbre a lo que ocurre contigo. Es nuestra obligaci¨®n como escritores, por una raz¨®n moral y tambi¨¦n pr¨¢ctica -pues en un mundo donde el chantaje del crimen silencie a quien escribe, la literatura no podr¨ªa existir-, mantener viva la indignaci¨®n y la protesta. Recordando que se trata de una injusticia intolerable y exigiendo que los Gobiernos y la opini¨®n p¨²blica se movilicen hasta que ella cese. Pues en muy pocos casos como en el que te ha tocado encarnar se distingue con tanta nitidez la l¨ªnea -a menudo borrosa y zigzagueante- que separa lo racional de lo irracional, lo justo de lo injusto, la barbarie de lo civilizado.
Volveremos a ir al f¨²tbol juntos y aprenderemos a cantar La cucaracha, mi querido Salman.
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