La silueta de un asesinato
El crimen que se imputa al doctor Ballesteros es un enigma, aunque rodeado de indicios
La falta de pruebas hizo presagiar que el tiro en la nuca que dej¨® tendido en el suelo al doctor Eugenio Rivero se convertir¨ªa en un nuevo caso pendiente. Pero la casualidad quiso que no fuera as¨ª: la venganza de una mafia turca ayud¨® a destapar los indicios que han llevado a la c¨¢rcel, como supuesto inductor, al cirujano Dionisio Ballesteros, jefe del equipo que oper¨® de un c¨¢ncer al ex alcalde Enrique Tierno, y a Juan de Dios Rueda, Juan el Barb¨®, presunto autor material. Aun as¨ª, la investigaci¨®n sigue siendo un enigma. Prosigue la reconstrucci¨®n de los hechos.
El juez Jes¨²s Gavil¨¢n mantiene mutismo sobre sus pesquisas. Dispone de varias cintas con di¨¢logos y de un papel aprehendido a Juan el Barb¨®, que tiene .escrito el nombre y tel¨¦fono del cirujano.El intrincado crimen del ur¨®logo Eugenlo Rivero, de 56 anos, se produjo el 9 de junio del a?o pasado, domingo. Faltaba poco para las doce de la ma?ana cuando una fuerte detonaci¨®n, en la calle de Castell¨®, barrio de Salamanca, inquiet¨® a los clientes de un bar. En medio de un gran charco de sangre hallaron a un hombre tendido boca abajo. No vieron nada m¨¢s.
"?Es el doctor Rivero!", exclam¨® una vecina. Eugenio Rivero acababa de salir de casa para comprar churros. Era viudo: su mujer hab¨ªa fallecido unos meses antes. S¨®lo ten¨ªa una hija, adoptada.
Al principio, nadie, ni sus propios compa?eros de la cl¨ªnica San Camilo (aunque tambi¨¦n trabaj¨® en el Gregorio Mara?¨®n, cl¨ªnica Ruber y Doce de Octubre) acertaban a comprender el m¨®vil. La polic¨ªa tampoco sab¨ªa bien por d¨®nde empezar. Sus conocidos lo definieron entonces como "un buen hombre, muy trabajador y de talante amable".
Pero luego aparecieron otras frases: "A ¨¦se lo ha matado Ballesteros; estaba liado con su mujer". Chismorreos similares se extendieron como un reguero de p¨®lvora por el hospital Doce de Octubre al conocerse el asesinato de Rivero. El Grupo VI de la Brigada Judicial empez¨® a trabajar sobre la hip¨®tesis de los celos.
Se reabre la investigaci¨®n
Los d¨ªas transcurrieron, y las diligencias estaban abocadas al archivo. No hab¨ªa pruebas concretas contra nadie. Sin embar go, cuando la investigaci¨®n es taba m¨¢s atorada, un suceso posterior sirvi¨® para reabrirla.
El 4 de julio de 1991, casi un mes despu¨¦s del crimen del ur¨®logo, los peri¨®dicos madrile?os se hac¨ªan eco de dos homicidios, uno de ellos frustrado. Unos encapuchados, seg¨²n informaba la polic¨ªa, hab¨ªan dis parado contra dos personas en el bar El Parador, de Hortale za. Una de ellas hab¨ªa muerto al recibir tres disparos, Juan Francisco Ll¨¦bana Arroyo Olennense de 39 a?os), y otra, Enrique Burgos Montuenga, de 35, ingres¨® en un hospital Su estado era muy grave.
Momentos despu¨¦s del tiro teo llegaron varios zetas al local. "Han venido unos encapuchados y, sin decir nada, se han liado a tiros... Despu¨¦s se han ido corriendo en un coche que esperaba en la puerta. A m¨ª no me han dado porque, al verlos con las pistola, me he tirado al suelo". ?Cu¨¢ntas personas hab¨ªa en el local?, inquiri¨® la polic¨ªa. "Ellos (Ll¨¦bana y Burgos) y yo, nada in¨¢s".
El testigo presencial era Juan de Dios Rueda Gonz¨¢lez, apodado Juan el Barb¨®. Su historial delictivo es amplio: tr¨¢fico de drogas, apropiaci¨®n indebida... El due?o del local dijo que no hab¨ªa visto nada, que estaba fuera del bar comprando pan.
Una semana despu¨¦s, el herido Enrique Burgos recobr¨® la consciencia en el hospital. El juez se desplaz¨® al centro sanitario para tomarle declaraci¨®n. "Ha sido Juan el Barb¨®; ¨¦l es quien dispar¨® contra nosotros", declar¨® el ¨²nico superviviente,; y "est¨¢bamos nueve personas, no tres". Seguramente, Juan el Barb¨® no cre¨ªa que Burgos fuera a recuperarse y testificar contra ¨¦l. El juez orden¨® la detenci¨®n de Juan el Barb¨® el 12 de julio.
Personas que le conocen lo describen como una persona sin ri escr¨²pulos, un pistolero a sueldo. En el caso del tiroteo en el bar El Parador, actu¨® por encargo de una red turca dedicada al tr¨¢fico de drogas. Los siete testigos que presenciaron el homicido confesaron que la mafia los hab¨ªa amenazado -de muerte si declaraban en contra del presunto asesino.
Aunque el sumarlo del doctor Ballesteros permanece a¨²n secreto y algunas de las declaraciones que contiene no est¨¢n exentas de sinsentidos, es a ra¨ªz de la detenci¨®n de Juan el Barb¨® cuando la polic¨ªa empieza a hilvanar el crimen de Eugenio Rivero. A esas alturas, la Brigada Judicial s¨®lo intu¨ªa que la causa de la enemistad entre Ballesteros y Rivero se deb¨ªa a celos y que en ellos pod¨ªa radicar el m¨®vil: la mujer del primero hab¨ªa sido compa?era de trabajo del segundo en el hospital Gregorio Mara?¨®n.
Cuando la polic¨ªa detuvo al delincuente, por una casualidad hall¨® en uno de sus bolsillos un papel con el nombre y tel¨¦fono del doctor Ballesteros. Juan el Barb¨®, interrogado entonces por los preparativos del crimen de El Parador, utiliz¨® la coar tada de haber estado un d¨ªa concreto en la consulta del doctor Ballesteros en la cl¨ªnica Ruber. Dijo que lo estaba tratando de una epilepsia.
Esa aseveraci¨®n extra?¨® al juez y a la polic¨ªa, ya que la especialidad del cirujano Ballesteros es bien distinta. Acerca del papel con el nombre y tel¨¦fono de Ballesteros, el delincuente, cuando intuy¨® que la polic¨ªa lo relacioba con el asesinato del ur¨®logo, dijo que se lo hab¨ªan metido en el bolsillo al detenerlo. Con estas premisas, los agentes intervinieron el tel¨¦fono del doctor Ballesteros y giraron visitas a su casa -ubicada en una lujosa urbanizaci¨®n, en la calle de Jerez-, para interrogar a vecinos y empleados del inmueble.
Desde el primer momento el cirujano neg¨® estar implicado en el asesinato de su colega, y continu¨® trabajando en su departamento del Doce de Octubre.
Depresi¨®n
Consciente de que la polic¨ªa le segu¨ªa la pista, Ballesteros empez¨® a sumirse en una depresi¨®n que se agravaba progresi-, vamente. En diciembre, d¨ªas antes de Navidad, intent¨® suicidarse: ingiri¨® una fuerte dosis de medicamentos. Le salvaron la vida en la unidad de cuidados intensivos del Doce de Octubre. "Su mujer y ¨¦l sal¨ªan juntos todas las ma?anas en el Mercedes que tiene, pero despu¨¦s cada cual regresaba por su lado", recuerda un vecino.
La intervenci¨®n telef¨®nica comeni¨® a dar frutos. La polic¨ªa capt¨® un extra?o di¨¢logo entre Ballesteros y la compa?era sentimental de -Juan el Barb¨®. Este di¨¢logo, junto con otros, ha resultado decisivo para que el juez Jes¨²s Gavil¨¢n ordenara su internamiento en prisi¨®n. En esa conversaci¨®n -que se produce en d¨ªa festivo-, el cirujano recuerda a la companera de El Barb¨® que ten¨ªa una cita m¨¦dica con ¨¦l.
Dionisio Ballesteros fue detenido -e incomunicado-, cuando se dirig¨ªa a su trabajo en el Doce de Octubre, el pasado 20 enero.
Desde entonces est¨¢ privado de libertad, y tanto ¨¦l como Juan el Barb¨® -tambi¨¦n encarcelado, pero por el crimen de El Parador-, siguen neg¨¢ndolo todo. De momento, la abogada defensora ha pedido su libertad. Sostiene que no hay pruebas "s¨®lidas" contra el doctor Ballesteros.
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