Las maravillas de Alicia de Larrocha
Orquesta Ciudad de BarcelonaCiclo Nuestras Orquestas (Madrid Cultura]). DirectorA. A. Garc¨ªa Navarro. Solistas: A. de Larrocha y P. P¨¦rez Migo. Obras de Weber, Mozart y Falla.
Coro Nacional de Espa?a
Director: A. Blancafort. Obras de Palestrina, Mompou, Garc¨ªa Abril y Larrauri. Auditorio Nacional. Madrid, 26 de febrero.
Esta vez el concierto de la serie Nuestras Orquestas llen¨® el auditorio grande. No en vano se trataba de la Orquesta Ciudad de Barcelona, dirigida por su titular, Garc¨ªa Navarro, y con la actuaci¨®n solista de Alicia de Larrocha, algo as¨ª como un emblema de las escuelas pian¨ªsticas de Catalu?a.
Alicia de Larrocha y sus maravillas tornaron a trav¨¦s del limpio, transparente, sobrio y delicado juego con que resolvi¨® el Concierto en si bemol, K 595, de Mozart, autor con el que inici¨® -su carrera cuando todav¨ªa era una ni?a. Escuch¨® una vez m¨¢s Alicia de Larrocha interminables aplausos, que se hicieron extensivos a Garc¨ªa Navarro y los profesores de la capital catalana. Puestos a destacar, se?alar¨ªamos la superlativa belleza con que lleg¨® a todos el larghetto central.
Como tantas otras veces en vida de Falla, los barceloneses pusieron sobre sus atriles el Sombrero de tres picos, con la colaboraci¨®n de la soprano Paloma P¨¦rez Migo, del que llegu¨¦ a escuchar el brillante final y las grandes ovaciones, pues mientras tanto, en la sala de c¨¢mara, Alberto Blancafort y el Coro Nacional interpretaban, tras la misa Hobie Christus natus est, de Palestrina, el Cantar del alma sobre san Juan de la Cruz, escrito en 1951 por el inolvidable Federico Mompou; el Cantar de soledades, de 1989, de Garc¨ªa Abril, y Szan tiretu (Vena estirada), de 1972, original del bilba¨ªno Ant¨®n Larrauri.
Obras ya estrenadas resulta interesante volverlas a escuchar. En unos casos, como el de Mompou, porque est¨¢n justamente instaladas en el repertorio m¨¢s bello que Espa?a ha aportado a la m¨²sica de nuestro siglo; en otros, porque se contrastan valores y posibilidad de permanencia en el tiempo. De la obra de Garc¨ªa Abril dir¨ªa que en el compositor ha pesado m¨¢s la escritura coral con su movimiento de voces en apretada polifon¨ªa que el mismo sentido del poema, hasta el punto que aquellos incre¨ªbles tres versos finales que en la lectura de Machado siempre sorprenden ("aguda espina dorada / qui¨¦n te pudiera sentir / en el coraz¨®n clavada") quedan del todo insertos en la continuidad del conjunto, sin ese aire de punto culminante que el poeta sevillano les dio.
Szan tiretu discurre por un coralismo penderesquiano en el que se pasa con naturalidad de la voz al grito, de la oscuridad a la luz, de la brujer¨ªa a la creencia religiosa. La p¨¢gina, inteligentemente sazonada con intervenciones de la percusi¨®n, fue muy bien entendida y el p¨²blico la recibi¨® con ovaciones.
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