Novena de la conquista
Una cantata. Nueve mon¨®logo o arias, en prosa rimada aunque a veces no se respete demasiado el tempo, bien por la libertad del autor o por la prosodia de alg¨²n int¨¦rprete. Muchas palabras, tomadas de las cr¨®nicas de la conquista, dan el tono arcaico preciso para no ser demasiado de suced¨¢neo. Las voces est¨¢n concertadas, buscando generalmente acentos regionales: a) para animar el tono; b) para mostrar la unidad espa?ola en la aventura de las Indias; c) para ser representada en toda Espa?a; d) para diversificar la monoton¨ªa. Aunque cada personaje est¨¢ buscado en las cr¨®nicas y ampliado, todo esto puede asustar al espectador, unido a la servidumbre del espect¨¢culo encargado y pagado por el Quinto Centenario.Hay cosas, sin embargo, a su favor. Sanchis Sinisterra es m¨¢s hombre de teatro que poeta, -por lo menos, de esta poes¨ªa- y Jos¨¦ Luis G¨®mez es tambi¨¦n un creador de teatro: buscan animaci¨®n y calidad. Por ejemplo, en la elecci¨®n de voces y de caras, y en el esfuerzo que deben haber tenido los ensayos en este poco frecuentado arte. Muchas veces suena como un concierto, afinado, y lo que se dice es inteligible y sonoro.
Lope de Aguirre, traidor
Autor: Jos¨¦ Sanchis Sinisterra. Int¨¦rpretes: Carmen Rossi, Juan Luis Galiardo, Laura Garc¨ªa, Manuel Mor¨®n, Jes¨²s Castej¨®n, Diego Doria, Blanca Portillo, Dolores Heredia, Juan Rib¨®, Carlos Domingo, Bosco Solana, Carlos Alcalde, Jarju Mulie. Voz de Jos¨¦ Luis G¨®mez. Vestuario: Pepe Rubio. Escenograf¨ªa: Mario Bemedo. Iluminaci¨®n: Jos¨¦ Manuel Guerra. M¨²sica: Alfred Schnittke y Luis Delgado. Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis G¨®mez. Produccion del V Centenario. Teatro Mar¨ªa Guerrero. Madrid, 4 de marzo.
Actores
Costar¨ªa trabajo separar un actor peor que otro en esta novena. Gustan m¨¢s algunos por cuestiones personales, o por lo que se entiende que es un esfuerzo mayor. Como el de Blanca Portillo, colgada de una soga, haciendo su propia necrolog¨ªa; o el infantilismo de Dolores Heredia haciendo de do?a Elvira, con su mu?equito y todo. Carmen Rossi, porque abre plaza; Juan Rib¨®, porque la cierra, adem¨¢s de por sus calidades. Jes¨²s Casitej¨®n da risa, por su nombre de tradici¨®n c¨®mica, y porque hace un vasco con su acento, y eso siempre ha hecho re¨ªr; como el andaluz de Manuel Mor¨®n, y las buenas razones para matar que da Diego Doria, y la delirante memoria de Juan Luis Galiardo, y el lloro de Laura Garc¨ªa.Hay que a?adir la grabaci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez, un Lope de Aguirre al que no se ve nunca, pero que es la referencia de todos y de todo. Insisto en que, adem¨¢s de las situaciones art¨ªsticas y teatrales, de las palabras del autor y de la direcci¨®n, son actores y actrices de calidad y presencia.
Tampoco hay mucho que temer del c¨¢ntico al V Centenario: el autor no oculta la barbarie, y no es demasiado entusiasta en la figura de Lope de Aguirre. Sin ser cr¨ªtico, Sanchis Sinisterra no es tampoco halag¨¹e?o, y no forma parte del coro de los neoconquistadores, de los que niegan la leyenda negra o la justifican por la dureza de la ¨¦poca. Lo m¨¢s grande de la conquista fueron algunos de sus cronistas, que la repudiaron mientras se estaba ya realizando, y que fueron primeros periodistas de opini¨®n. En la historia de las armas y las letras, las letras se comportaron mejor desde un punto de vista de la civilizaci¨®n. Todav¨ªa hoy hay quienes les maldicen por su sinceridad y su conciencia. Y quien se deslumbra por la barbarie a la que llamaba grandeza, o virilidad, o genio de la raza.
Basado en estas cr¨®nicas, Sanchis Sinisterra no oculta el horror, ni tampoco insiste en lo imaginariamente glorioso. No es tan ¨¦pico su verso, pero tampoco es deliberadamente opinante, dentro de los l¨ªmites de la contrataci¨®n de esta obra, y el texto busca refugio en la sonoridad y en cierta literatura. No alcanza cimas. Le prefiero dialoguista antes que poeta.
Prestigio
Muchas personas sufrieron de aburrimiento. A las longitudes po¨¦ticas descriptivas se un¨ªa la oscur dad deliberada del escenano de Mario Bernedo, y los trajes de un contenido Pepe Rubio. Forma parte este juego de sombras del proyecto global de la obra, de su significaci¨®n de cantata y del ¨¢mbito catedralicio que se quiere dar a la selva y al campamento, pero produce sopor. Sin embargo, el prestigio que sale del escenario, la calidad propia de G¨®mez y, como queda dicho, la excelente intervenci¨®n de los int¨¦rpretes dentro del prop¨®sito general, se reflejaron en muchos aplausos al final de escenas y en las ovaciones finales. Sumo mi elogio a este teatro peligroso, dif¨ªcil, aunque no venza todos los riesgos.
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