Di¨¢spora del lenguaje.
Desde mediados de los ochenta, en una temprana ruptura con los t¨®picos dominantes en el panorama de su generaci¨®n, Victoria Civera inici¨® la b¨²squeda de una senda particular cuya rara singularidad la convierte hoy -con igual autonom¨ªa de esa l¨ªnea fr¨ªa que arroja el p¨¦ndulo de las modas- en uno de los casos m¨¢s interesantes de nuestro contexto pl¨¢stico.Victoria Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955) se aleja en ese proceso de la enso?aci¨®n de un lenguaje unitario, en la conciencia de que todo discurso no es sino sombra de la visi¨®n que busca contener.
De hecho, la memoria de la vanguardia no resulta, en ese sentido, sino una larga huida hacia adelante que busca febrilmente sustituir por otro ideal la quiebra de las normas cl¨¢sicas que se genera en la fisura de un arte secularizado.
Victoria Civera
Galer¨ªa Gamarra y Garrigues. Doctor Fourquet, 12. Madrid. Mes de marzo.
La distancia que hoy nos separa a su vez del idealismo vanguardista, espejo de una ruptura mucho m¨¢s extensa en el terreno de las ideas, ha marcado a fuego el debate art¨ªstico del fin de siglo.
Tanto frente a las opciones que se inclinan por la frivolidad de lo ef¨ªmero como a las que asumen una subjetividad radical y compleja, la apuesta de Victoria Civera enfrenta el naufragio de los modelos desde una estrategia basada en la fragmentaci¨®n y movilidad extremas.
En l¨ªnea con lo desarrollado por Civera a lo largo de estos a?os, el ciclo reciente que conforma esta nueva muestra personal de la artista re¨²ne piezas que utilizan formatos muy reducidos y una extrema concentraci¨®n energ¨¦tica.
Ambig¨¹edad
Desde una invenci¨®n que dispersa su estrategia entre materiales y referencias de muy distinto orden, sus trabajos tienden incluso a acentuar la ambig¨¹edad esencial que da sentido a la apuesta, mediante el uso frecuente de superposiciones que act¨²an como filtro o barrera, frenando y limitando el viaje de la mirada. As¨ª, como en una met¨¢fora del cortejo, las im¨¢genes se nos ofrecen y nos esquivan a un tiempo, visiones cuya intensidad responde, en gran medida, a su mismo car¨¢cter evanescente.Cada una de estas pinturas es una ventana que se abre, de un modo voluntariamente fugaz y limitado, a un territorio po¨¦tico, distinto en cada caso y que ha de reinventar, por tanto, cada vez su lenguaje. Importa en ello tanto esa versatilidad en los hallazgos como el hecho de que estos mantienen su identidad fragmentaria.
La fragilidad se torna entonces una forma singular de libertad, voz sin amarras ni rumbo, pero extremadamente certera en la intensidad de sus metamorfosis, en la vibraci¨®n de esos destellos, jirones de una revelaci¨®n caleidosc¨®pica, atrapados al vuelo en la di¨¢spora del lenguaje.
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