La 'otra' l¨ªnea del sionismo
Cuando desaparece una gran personalidad de la pol¨ªtica se suele decir que con ¨¦l toca a su fin una ¨¦poca. En el caso de Men¨¢jem Beguin hay que a?adir que esa ¨¦poca se halla cuidadosamente alojada en la nevera a la espera de determinar si ha concluido o si le queda, al contrario, futuro por delante.Lo primero que habr¨ªa que decidir, sin embargo, es de qu¨¦ ¨¦poca se trata. ?La de la paz con los ¨¢rabes?, que inici¨® con el acuer do que retiraba a Egipto de la guerra a cambio del Sina¨ª, o ?la del imperialismo territorial? que sigue a la anexi¨®n del Gol¨¢n en 1981, y la invasi¨®n del L¨ªbano en 1982, y, ya con Beguin autojubilado, con la colo nizaci¨®n jud¨ªa en Cisjordania.
Es in¨²til reivindicar la figura de Beguin como la de quien abri¨® el camino de la paz con el mundo ¨¢rabe. El primer ministro israel¨ª, que en 1979 firm¨® el tratado que pon¨ªa fin al estado de guerra con El Cairo, enfrent¨® entonces su visi¨®n a otra, la del presidente egipcio Ahuar Sadat. No hubo encuentro de moderaciones en, Camp David, sino pugna entre dos teor¨ªas. La del rais era la de resolver el problema territorial de su pa¨ªs y, con la confianza que ello deber¨ªa generar entre Israel y el mayor de sus enemigos, iniciar un proceso pol¨ªtico que llevara a la creaci¨®n de un Estado palestino. Beguin, por su parte, s¨®lo pretend¨ªa acabar con la amenaza de cerco ¨¢rabe que por el sur encarnaba Egipto. Sin El Cairo en la trinchera adversa ninguna coalici¨®n de vecinos ¨¢rabes podr¨ªa, no ya derrotar sino ni tan siquiera amenazar a Israel. Esa era la condici¨®n para que la actual colonizaci¨®n de la Palestina ocupada procediera con una cierta comodidad.
Hay, por tanto, una continuidad pol¨ªtica entre Beguin y su sucesor Isaac Shamir. Pero con una salvedad. El electorado israel¨ª que en 1977 permiti¨® por primera vez en la historia del Estado hebreo el triunfo de la coalici¨®n derechista Likud, que dirig¨ªa Beguin, no ha zanjado todav¨ªa, 15 a?os despu¨¦s, si compra o no plenamente la pol¨ª tica de expansi¨®n territorial de la derecha. Los resultados electorales, de 1977 a la fecha, lo que han hecho es negar el gobierno al laborismo, m¨¢s que entreg¨¢rselo al com pacto Beguin-Shamir.
Men¨¢jem Beguin, jud¨ªo de origen polaco, nacionalista en la l¨ªnea de Vladimir Jabotinsky, partidario de una soluci¨®n mil?tar al problema israel¨ª en Oriente Pr¨®ximo, ha representado con ardor infatigable desde la independencia en 1948 la otra l¨ªnea del sionismo, la que opone el ideal de un Estado, seguro de su hegemon¨ªa militar en la zona, al socialismo colectivista, mucho m¨¢s pol¨ªtico, de David Ben Guri¨®n. Beguin, l¨ªder del grupo terrorista Irgun, que combati¨® simult¨¢neamente a brit¨¢nicos y ¨¢rabes en tiempos del mandato sobre Palestina, esper¨® 30 a?os para dirigir un Gabinete. Y en ese tiempo compuso y recompuso partidos y coaliciones con una fe sin fisuras en que la madurez del Estado de Israel tendr¨ªa al fin su oportunidad.
Jud¨ªo askenazi, es decir centroeuropeo, se encontr¨® en 1977 al frente de una coalici¨®n de marginados, de los que se sent¨ªan palestinizados en su propio pa¨ªs, abigarrada reuni¨®n de los convidados de piedra en la construcci¨®n laborista del Estado; en suma, de una mayor¨ªa del voto sefard¨ª, el jud¨ªo que lejanamente traza su descendencia hasta la expulsi¨®n de Espa?a hace 500 a?os. Esa improbable alianza, que sigue hoy dirigida por otro jud¨ªo polaco, Isaac Shamir, y a cuya sucesi¨®n opta otro jud¨ªo polaco Ariel Sharon, es la que defiende el legado de Beguin sin sacarlo por ello completamente de la nevera. ?Anexi¨®n de Cisjordaniao negociaci¨®n de paz? Ni una, ni otra. Colonizaci¨®n, en cambio, de los territorios ocupados, pero sin dar el paso decisivo de la asunci¨®n de la soberan¨ªa; negociaciones con los ¨¢rabes, pero negando el ¨²nico principio que les dar¨ªa su ¨²ltimo sentido: el reconocimiento a plazo de una entidad pol¨ªtica palestina.
Esa es la pol¨ªtica de Shamir, que actualiza el legado de Beguin sin que el electorado haya decidido todav¨ªa si lo quiere ver realizado en su plenitud o, por el contrario, lo rechaza en favor de negociar la paz.
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