Antoni T¨¤pies expone en Sevilla obras influidas por la filosof¨ªa oriental
El pintor catal¨¢n Antoni T¨¤pies present¨® ayer en Sevilla la exposici¨®n Celebraci¨® de la mel, su primera antol¨®gica en Andaluc¨ªa, que permanecer¨¢ en el pabell¨®n Mud¨¦jar hasta el 10 de mayo. Las 58 obras que forman la muestra, organizada por la Consejer¨ªa de Cultura de la Junta de Andaluc¨ªa y producida por la Fundaci¨®n Antoni T¨¤pies de Barcelona, son lienzos en t¨¦cnica mixtas con barniz, una faceta de su trabajo poco conocida y que desarrolla la filosof¨ªa oriental.
Gira el argumento de esta hermosa muestra sobre una secreta l¨ªnea vertebral que recorre la embriagante madurez del ¨²ltimo T¨¤pies, territorio aliado a una sustancia f¨¦rtil, que posee la fortuna incomparable de aquello a lo que le es dado ser casi todo no siendo casi nada, unidad que encierra las visiones, infinitas y evanescentes, de la diversidad.Son ¨¦stas las obras que Antoni T¨¤pies teje en torno a un material singular, el barniz, transparente ¨¢mbar que la intuici¨®n po¨¦tica del pintor convierte en flujo de incontables met¨¢foras. Y el barniz se hace, as¨ª, espacio o luz, humo y sombra, eco de los objetos y transparencia de la carne, para articular uno de los ciclos m¨¢s suntuosos, misterioso, radiante y sensual que ha dado la trayectoria del gran pintor catal¨¢n.
El relato de la exposici¨®n se abre a trav¨¦s de algunos ejemplos que se remontan en la producci¨®n hist¨®rica del artista, incluso hasta sus or¨ªgenes surreales, rastreando antecedentes del uso de los barnices y de esa transparente visi¨®n que a ellos est¨¢ asociada. Pero el n¨²cleo se centra, ante todo, en el periodo de los a?os ochenta y primeros noventa, aquel donde, realmente, se realiza una inversi¨®n efectiva en la po¨¦tica de Antoni T¨¤pies. La densidad dominante de sus materias anteriores se desliza entonces hacia una primac¨ªa de la levedad y el vac¨ªo, espejo de una concepci¨®n metaf¨ªsica en la que reverberan -m¨¢s ahora en su esencia que en sus gestos- ecos del conocimiento del oriente y donde el pintor atrapa, en fugaces r¨¢fagas, fragmentarias intuiciones del sentido del mundo que se nos revelan, como destellos de conciencia, al modo de lo que Bachellard defini¨® como "la intuici¨®n del instante".
Esta Celebraci¨®n de la miel, que toma su sugestivo nombre de una de las obras del ciclo -calificando desde la parte el todo-, encuentra un marco memorable en las estancias del pabell¨®n Mud¨¦jar. En la vibrante luminosidad de estos espacios, una impecable cadencia de montaje acierta a modular con sutil precisi¨®n el tr¨¢nsito que conduce, de uno a otro, entre los sucesivos territorios mentales que se han ido revelando con la huella de estas obras, a trav¨¦s de la geograf¨ªa del barniz. Y en la metamorfosis de esta senda asistimos, extasiados, al ritual que trazan el espacio de los signos, el canto de los objetos y la sorpresa, secreta y exaltada, de los cuerpos.
Babelia
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