Doble crimen en el 'Ciudad de Palma'
La Guardia Civil busca al asesino de dos marineros en la traves¨ªa de Tenerife a C¨¢diz
Los 241 pasajeros y 78 tripulantes del barco Ciudad de Palma descubrieron al amanecer del viernes el temblor de la novela negra. Todos menos uno fueron reunidos por el capit¨¢n del barco en el sal¨®n de proa. El objetivo de la macabra asamblea era nada menos que descubrir a un asesino. Dos marineros hab¨ªan sido cosidos a cuchilladas de madrugada durante la traves¨ªa entre Tenerife y C¨¢diz. El ¨²nico viajero ausente fue descrito por el capit¨¢n como "un individuo de unos 50 a?os, de pelo negro y rizado, complexi¨®n d¨¦bil y aspecto desali?ado, que deambul¨® haciendo cosas raras los dos d¨ªas que dur¨® la traves¨ªa". Los cinco guardias civiles que viajaban custodiando un cargamento de dinero no pudieron ver nada. Se sabe que le asomaba un machete en el bolsillo, pero nadie conoce el nombre ni el paradero del asesino del barco.
El asesino tuvo una noche loca, seg¨²n el fragmentario relato de los tripulantes. A las cuatro de la madrugada pidi¨® una cerveza en la cafeter¨ªa "porque ten¨ªa sed" y se lav¨® las manos con ella. Despu¨¦s, cuando uno de los guardias civiles lo vio hurgando en la basura del buque, un machete le sobresal¨ªa de la parte trasera del pantal¨®n. El sereno del barco le recrimin¨® al verlo deambular por cubierta abrigado con una manta del camarote, a lo que el sospechoso respondi¨® de mala manera que ten¨ªa fr¨ªo y que las 24.000 pesetas del pasaje daban derecho a la manta.Luego lo oyeron hablar de Dios y del pecado, y no se privo de amenazar con pegarle fuego al barco. "Parec¨ªa que estaba loco o borracho. Vamos, un pobre hombre, pero no ten¨ªa pinta de agresivo: daba m¨¢s pena que otra cosa", recuerda una de las azafatas. No pensaron lo mismo los dos pasajeros que compart¨ªan su camarote, ya que cerraron la puerta con llave y le impidieron dormir a cubierto.
El ¨²nico testigo
Los gritos resonaron a las 7.15 y acabaron con el sue?o de los tripulantes. El segundo oficial subi¨® a cubierta y encontr¨® por el suelo a un hombre malherido. Era Daniel Balboa. Iba a socorrerle cuando se le vino encima un individuo de pelo negro y rizado con un cuchillo entre manos. A la desesperada, el oficial cogi¨® una silla de madera y el asesino se esfum¨® en la oscuridad. Nadie lo ha visto desde entonces.El oficial avis¨® al m¨¦dico de la embarcaci¨®n y se qued¨® atendiendo al moribundo. La alerta general permiti¨® descubrir en la bodega el cad¨¢ver de un segundo marinero, Mateo Mena. El capit¨¢n, Andr¨¦s Costoya Rivera, dio orden de atracar en Casablanca (Marruecos) para atender al malherido, pero la inmediata muerte de Balboa le hizo enfilar hacia C¨¢diz, su destino primitivo.
Eran las 7.30 y los pasajeros ignoraban todav¨ªa que la historia de horror hab¨ªa llegado a un momento culminante. A la orden del capit¨¢n, los tripulantes iniciaron una procesi¨®n de camarote en camarote para con vocar a los viajeros en el bar de proa del barco.
"Algunos estaban llorando. Todos est¨¢bamos muy nerviosos", recuerda una azafata del Ciudad de Palma. "No pod¨ªamos alarmar a los pasajeros dici¨¦ndoles lo que realmente hab¨ªa ocurrido, pero si alguno lo preguntaba le cont¨¢bamos laverdad. Nos limit¨¢bamos a decir que hab¨ªa un problema con uno de los pasajeros y que ¨ªbamos a hacer una inspecci¨®n de todo el barco. No quer¨ªamos que pensaran que hab¨ªa peligro de hundimiento", a?ade.
Palos y pistolas
El pasaje reaccion¨® con calma, sin actitudes hist¨¦ricas. Muchos desconoc¨ªan a¨²n que en el barco se hab¨ªa cometido un doble crimen. Se fueron avispando cuando vieron que empezaba la operaci¨®n de caza. Los guardias civiles dejaron a un lado el dinero y, junto a losmiembros de la tripulaci¨®n, se dividieron en dos grupos para rastrear la nave de arriba abajo. A falta de mejor defensa, los tripulantes se armaron con palos y objetos contundentes. El capit¨¢n dio permiso a los guardias civiles para que hicieran uso de sus pistolas.De popa a proa y de la cubierta a la bodega, no hab¨ªa ya m¨¢s rastro del hombre del cuchillo que unas manchas de sangre en la barandilla de popa, como si hubiera apoyado las manos y el pecho sobre ella. La polic¨ªa supone que el asesino se tir¨® al mar. Ninguno de los cinco registros que se han realizado desde entonces se ha distinguido del primero: nada de nada. "Si se ha tirado por la popa, desde luego, ha muerto; ya que desde ese lugar hay una altura de unos ocho metros y, adem¨¢s, ah¨ª est¨¢n las dos h¨¦lices del barco", advierte el capit¨¢n.
Decenas de guardias civiles y polic¨ªas esperaban en un remolcador al Ciudad de Palma cuando alcanz¨® puerto en C¨¢diz, a las ocho de la tarde. Una invasi¨®n de miembros de las fuerzas de seguridad; la titular del juzgado de Primera Instancia e Instrucci¨®n n¨²mero 3 de C¨¢diz, Inmaculada Melero; forenses e inspectores de la compa?¨ªa Trasmediterr¨¢nea subieron a bordo del buque, fondeado en la bah¨ªa, hasta que a las 22.30 se decidi¨® que atracara.
El Ciudad de Palma atrac¨® ante gran expectaci¨®n y nerviosismo de los gaditanos y familiares de tripulantes. Fue en ese momento cuando Diego Gallego Coca, de 17 a?os, hijo adoptivo del fallecido Mateo Mena, tras enfrentarse. a los guardias civiles que acordonaban la zona, subi¨® al barco. All¨ª perdi¨® los nervios, empez¨® a patear y a gritar, y un guardia civil le dispar¨® en la pierna.
Diego Gallego fue operado de urgencia y el barco zarp¨® de nuevo hacia Canarias con 160 pasajeros y seis tripulantes m¨¢s. Cuatro de refuerzo y dos sustitutos.
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