Madre muerte
C¨¦sar Vallejo no muri¨®, como dice su partida de defunci¨®n, en Par¨ªs y Viernes Santo de 1938, sino 19 a?os y 9 meses antes, en Lima y agosto de 1918. Muri¨® al morir Mar¨ªa de los Santos Mendoza, su madre, a cuya muerte el poeta sobrevivi¨® muerto, fingi¨¦ndose vivo. Su poes¨ªa, que por esta causa carece de equivalencia con ninguna otra, est¨¢ escrita desde la percepci¨®n -sensorial, material y no simplemente anal¨®gica o metaf¨®rica- del m¨¢s all¨¢ de la vida: desde una enigm¨¢tica vivencia del Gran Salto, lo que le hace ser poeta de especie ¨²nica, no heredada ni heredable. Definir a la poes¨ªa de Vallejo como una simple singularidad de la meditatio mortis -flujo negro del genio de la l¨ªrica castellana desde su primer llanto medieval- de los poetas pesimistas de este idioma sabe, cuando se la lee por dentro, a poco. Hay, algo m¨¢s que eso en su perturbador desorden: el indescifrable enigma de la meditatio vitae de un muerto.Esta brutal originalidad de la palabra de Vallejo proviene de su condici¨®n de palabra de L¨¢zaro, el gran mudo evang¨¦lico. Le¨®nidas Andreiev, poco antes de perderse para siempre en el fr¨ªo y el hambre de una estepa rusa durante su huida del Petersburgo revolucionano, intent¨® hacer hablar, en un relato olvidado, a L¨¢zaro, el ¨²nico hombre que tuvo algo indispensable que decir en la historia de la palabra, pero que se call¨®. Y escribi¨® Andreiev este terrible relato al mismo tiempo que, miles de kil¨®metros m¨¢s al sur, Vallejo comenzaba a componer poemas.
La mudez de L¨¢zaro
Andrelev no pudo: L¨¢zaro, el habitante del otro lado -el lado del hombre- de la resurrecci¨®n, volvi¨® otra vez a callarse. Y ah¨ª, dentro del impenetrable silencio del resucitado, es donde comienza a sonar la voz de Vallejo. El di¨¢fano y no obstante misterioso poema a su hermano Miguel, donde el poeta convoca y se hace o¨ªr por ¨¦ste (muerto en 1915) para que el eco de la llamada resucite a la madre (fue escrito en 1918, tras la muerte de ¨¦sta) contiene -con una luminosidad que no volver¨¢ a repetirse- todo su desmedido esfuerzo po¨¦tico posterior. Es por ello indispensable sentir a lo largo de la propia m¨¦dula el escalofr¨ªo sobre el que este poema se mueve, para poder entrar en el territorio nunca explorado -s¨®lo Samuel Beckett se aventur¨® a entrar un d¨ªa, para quedar demudado en el umbral- de donde proviene la palabra de Vallejo.
El poeta se mueve -como se mueve Carl Theodor Dreyer en La palabra, la obra m¨¢s audaz del cine, pues asume como materia (y no como simple s¨ªmbolo) a la resurrecci¨®n y por ello crea un ¨¢mbito de existencia en el interior de la muerte- en la sustancia del milagro. De ah¨ª proviene la resistencia de este Poema a Miguel -como infinidad de destellos de otros elaborados durante el silencio en que Vallejo se sumi¨® desde la publicaci¨®n de Trilce en 1922 hasta el final de su supervivencia f¨ªsica en 1938- a dejarse recitar, a dejarse decir.
No es posible, en efecto, decirlo m¨¢s que con ese medio decir que es musitarlo entre dientes, pues es m¨¢s que un conjunto de sonidos ordenados y articulados a lo largo de un ¨²nico tiempo: es m¨¢s, o es otra cosa, que un discurso. Es el movimiento de varios tiempos entrecruzados que convergen finalmente en un movimiento sensorial incapturable, difuso ("Puede inquietarse mam¨¢") y hecho con silencio: una formalizaci¨®n sonora del silencio mismo. De ah¨ª la mudez del poema, su condici¨®n de palabra de L¨¢zaro: indecible, como indecible es lo que hay al otro lado de la resurrecci¨®n.
Se ha escrito acerca del silencio -engarce entre su sentimiento de orfandad desatado en 1918 y su verbalizaci¨®n. de la muerte desde dentro de ella, consiguiente a ese sentimiento- como materia del poema de Vallejo: es un pozo sin fondo. El ling¨¹ista Jos¨¦ Ram¨ªrez Gonz¨¢lez, en El silencio como significado, sin referirse a ¨¦l, pero hablando de algo que concierne de lleno a Vallejo, escribe: "La sustancial oquedad del silencio se convierte estrofa tras estrofa en una especie de fuerza c¨®smica misteriosa, que posee un profundo car¨¢cter existencial para la etnia del indio hispano. Es sabido que en las concepcioes m¨ªticas de los indios se habla del Gran Silencio, como algo a la vez sobrehumano e intrahumano". Ah¨ª es donde suena el murmullo del silencio de la voz india de Vallejo: en esa su desconcertante (pues convierte en l¨®gica real a la l¨®gica imaginaria del milagro) premonici¨®n del pasado con que se entretejen los silencios en su Poema a Miguel.
En 1929, Vallejo grit¨® (pues prosificaba en un combate pol¨ªtico): "Si a la hora de la muerte de un hombre, se reuniera la piedad de todos los hombres para no dejarle morir, este hombre no morir¨ªa". Dif¨ªcil de sostener esta afirmaci¨®n por el bolchevique que entonces era el poeta. Tuvo que llegar la nueva orfandad que la muerte de Espa?a en 1936 anido en Vallejo, para hacer que esas exageradas palabras fueran de nuevo m¨²sica callada, poema hecho de silencios audibles: "Mas el cad¨¢ver, ay, sigui¨® muriendo... Entonces, todos los hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cad¨¢ver triste, emocionado: / incorpor¨®se lentamente, / ech¨®se a andar...".
Poeta del sustantivo
Es otra vez la voz de Vallejo, muerto y en busca de resurrecci¨®n, del Vallejo que surgi¨® un d¨ªa de dentro de los muros de la casa de su madre en Santiago del Chuco del Per¨² indio, abandonado ahora por la muerte de una Espa?a que, como ¨¦l, qued¨® tambi¨¦n de pronto hu¨¦rfana.
Y ah¨ª es donde Armando L¨®pez Castro -herman¨¢ndolo con los supremos poetas del sustantivo: el Salvador Espriu de su queja a Sefarad; el Luis Cernuda que quiere ver a ciegas qu¨¦ hay m¨¢s all¨¢ de la lluvia que golpea el cristal de su ventana en un atardecer del exilio sin retorno; el Juan Ram¨®n Jim¨¦nez que suplica a su inteligencia que le proporcione un nombre exacto para cada cosa; el Rainer Mar¨ªa Rilke errante sin rumbo sobre las hojas ca¨ªdas de los jardines de su Europa moribunda- recupera la pasi¨®n y muerte del poeta y la comprime en estas l¨ªneas iluminadas: "Es al derribar los l¨ªmites del lenguaje, al alejarse del habla, cuando [Vallejo] se va a lo m¨¢s aut¨¦ntico. Y as¨ª el poeta quiere callarse, no decir palabras, desnacerlas en el silencio que las habita".
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