Trampas y democracia
La historia se repite. En realidad, la tragedia no siempre precede a la farsa. Y me temo ¨¦se va a ser el caso de nosotros, los rusos.A principios del a?o pasado, el ex presidente Gorbachov prohibi¨® las manifestaciones en el centro de Mosc¨², en las cercan¨ªas del Kremlin. Era una medida dirigida contra la oposici¨®n democr¨¢tica. Pero como se pudo ver despu¨¦s, al Gobierno encabezado por Gorbachov le faltaba determinaci¨®n y voluntad para ponerla en pr¨¢ctica. Ya en marzo del a?o 1991, la oposici¨®n celebr¨®, junto a las murallas del Kremlin, un mitin grandioso en defensa de Yeltsin. El poder no pod¨ªa frenar la presi¨®n de los descontentos. En agosto pas¨® lo que ten¨ªa que pasar. Los comunistas, sin ning¨²n disparo, cedieron el poder.
Ahora, un a?o despu¨¦s, dem¨®cratas y comunistas se han intercambiado los papeles. La v¨ªspera del 23 de febrero, el D¨ªa del Ej¨¦rcito ruso, la fiesta m¨¢s respetada y querida por el pueblo, era el poder democr¨¢tico el que daba la orden que prohib¨ªa las manifestaciones en el centro de Mosc¨². El nuevo poder tampoco puede aceptar que los descontentos se re¨²nan cerca del Kremlin.
Pero el nuevo poder es mucho m¨¢s eficaz que el anterior, y lo demostr¨®. Los comunistas no consiguieron llevar a los veteranos descontentos, antiguos defensores de la patria, a la plaza Roja. En el camino hacia la tumba del soldado desconocido se encontraron con unos potentes obst¨¢culos organizados por un departamento de defensa especial, con los mejores destacamentos de polic¨ªa, que golpeaban con porras a los dem¨®cratas que intentaban pasar a trav¨¦s de sus filas.
No soy partidario de la restauraci¨®n del comunismo. Me gusta el nuevo poder. Pero no siento ninguna alegr¨ªa por su victoria sobre los dem¨®cratas procomunistas. Ahora est¨¢ muy claro para todos que el nuevo poder no es m¨¢s inteligente que el anterior. Diez mil dem¨®cratas podr¨ªan simplemente perderse en la plaza Roja y nadie se dar¨ªa cuenta de que estaban organizando un mitin. La prohibici¨®n caus¨® el efecto contrario. Los comunistas se convirtieron en h¨¦roes. Los veteranos de la 11 Guerra Mundial se sintieron insultados.
Es muy triste que el nuevo poder, como el anterior, no tenga un apoyo fuerte en el pueblo y utilice la fuerza. Todav¨ªa no se trata con normalidad a la oposici¨®n, como una realidad de la vida pol¨ªtica. Para el nuevo poder, como para el anterior, el que no est¨¢ de acuerdo es b¨¢sicamente un enemigo al que aniquilar, sobre todo moralmente. Se est¨¢ utilizando una forma de acabar con la oposici¨®n que ya pusieron en pr¨¢ctica los bolcheviques: tratarlos como si fueran un enemigo, un monstruo. Todos los que no est¨¢n de acuerdo con el Gobierno de Yeltsin son enemigos de la democracia o fascistas. Si t¨² eres un opositor, eres o rojo o fascista. Y eso a pesar de que la mayor¨ªa de los que acuden a las manifestaciones son mujeres en edad de jubilarse que no tienen medios para subsistir. Es triste que el nuevo poder, igual que el anterior, tenga miedo a la verdad, no quiera reconocer que el 80% del pa¨ªs es gente pobre descontenta de una terapia de choque que atrac¨® a millones de personas, que convirti¨® sus ahorros en papel. Las ancianas que ahorraban dinero para su entierro se quedaron sin nada y est¨¢n ahora pidiendo limosna El nuevo poder mira a estos infelices como a una nueva causa de histeria, como a las v¨ªctimas inevitables de esta nueva revoluci¨®n, esta vez democr¨¢tica.
Todo lo que vimos y o¨ªmos el 23 de febrero nos hace plantearnos una terrible pregunta ?qu¨¦ hubiera hecho Yeltsin si hubiera estado en la situaci¨®n de Gorbachov cuando todos quer¨ªan su dimisi¨®n? Gorbachov rechaz¨® la violencia y prefiri¨® dimitir. ?Qu¨¦ va a hacer Yeltsin en esta situaci¨®n?
La gran distancia que separa el nuevo poder de la sociedad no es una exageraci¨®n de la prensa. Contra ¨¦l no s¨®lo intervienen rojos comunistas que piden revancha. No hay ninguna fuerza seria dispuesta a apoyar decididamente al nuevo poder. Este es el drama de Yeltsin. No tiene su propio partido y se apoya en el cambiante humor de los votantes rusos que tienen tendencia a la demagogia. Todav¨ªa creen en Yeltsin pero, ?y ma?ana? No es casual que Yeltsin suspendiera las elecciones locales, previstas para diciembre de 199 1. No hay que ser adivino para, en las condiciones actuales, prever un fracaso total de la Rusia democr¨¢tica, sobre todo en la provincia rusa.
La consolidaci¨®n de fuerzas democr¨¢ticas nacionales, opuestas a Yeltsin, ya se ha producido.
A Yeltsin y a su Gobierno les est¨¢ vedado el camino de Lenin y de los bolcheviques; y esto es m¨¢s evidente a la luz de la victoria actual sobre los dem¨®cratas. La oposici¨®n ya acus¨® al Gobierno (de momento, s¨®lo al alcalde de Mosc¨², Gabriel Popov) de insultar los s¨ªmbolos sagrados nacionales. Es un motivo m¨¢s para decir que el nuevo poder es ajeno, no nuestro; la repetici¨®n de la historia que viene desde los m¨¦todos bolcheviques no s¨®lo golpea al nuevo poder, sino que desacredita a la democracia y a los dem¨®cratas. La astucia y el cinismo de los comunistas est¨¢n demasiado frescos en nuestra memoria. No hay cosa m¨¢s peligrosa para Yeltsin que estar a la sombra de los bolcheviques.
Yeltsin no puede seguir el camino de los bolcheviques por la sencilla raz¨®n de que no tiene la posibilidad de crear su comit¨¦ central, un aparato de violencia capaz de mantener el poder sin el apoyo del pueblo. Para asustar a la gente como la asustaron los bolcheviques es necesario que Rusia pase por la rueda roja. Una parte de los polic¨ªas que hoy est¨¢n de guardia en la plaza Roja empiezan a simpatizar con los manifestantes que quieren entrar en la plaza. Ahora mismo, en el pa¨ªs no hay estructuras de poder capaces de atreverse a proclamar el estado de sitio y mantenerlo por la fuerza. Entre el nuevo poder democr¨¢tico y los comandantes del Ej¨¦rcito, la polic¨ªa y el KGB no hay confianza. Es probable que en la supuesta situaci¨®n de estado de sitio el Ej¨¦rcito adoptara una postura independiente. Nada garantiza que si se manda al Ej¨¦rcito a imponer el orden no vaya a dirigir las armas contra Yeltsin.
Creo que la ¨²nica forma de que la oscura historia de Rusia no se repita es que Yeltsin siga su camino. En lugar de prohibir las manifestaciones, debe elegir la manera de entablar un di¨¢logo simple y sincero con ese pueblo descontento por haber tenido que sufrir su terapia de choque. En lugar de escapar de la verdad, debe apoyarse en el idioma de la verdad. Todav¨ªa es posible, porque la mayor¨ªa de la sociedad, aunque ofendida, est¨¢ dispuesta a escucharle. Y sobre todo debe apartar de su pueblo las sospechas bolcheviques. En lugar de culpar al pueblo -que ha llevado a Yeltsin, a los dem¨®cratas, al poder- de ignorancia pol¨ªtica e inclinaci¨®n a la demagogia comunista, es imprescindible entablar un nuevo di¨¢logo honesto y sincero sobre la situaci¨®n del pa¨ªs.
En lugar de culpar a todos los opositores de rojo-fascistas, de utilizar el principio de Lenin-Hitler de recurrir al principio de culpa y responsabilidad colectiva, a quienes los dem¨®cratas deben acusar es a los l¨ªderes pol¨ªticos que realmente predican el racismo y el antisemitismo.
Ninguna polic¨ªa puede salvar el poder democr¨¢tico si ese poder no se ha salvado antes a s¨ª mismo con una nueva Constituci¨®n, en la que debe constar muy claramente que la defensa y propaganda del comunismo, en las condiciones concretas de Rusia, es la defensa de los delitos de los bolcheviques, la defensa de su genocidio contra su propio pueblo.
Yeltsin y su Gobierno todav¨ªa tienen la oportunidad de escapar del c¨ªrculo vicioso del bolchevismo. Pero para eso deben respetar m¨¢s rigurosamente las leyes, creer m¨¢s en la eficacia de los m¨¦todos pol¨ªticos para la resoluci¨®n de los conflictos. No hay que tener miedo a la oposici¨®n. Hay que tener miedo a la propia omnipotencia que amenaza con causar p¨¦rdidas morales y pol¨ªticas. Pido a Dios que a los nuevos pol¨ªticos no les falte cerebro ni coraz¨®n para vencer a la tentaci¨®n de la violencia.
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