La edad de oro
Bombita hab¨ªa sido papa, seg¨²n la hiperb¨®lica definici¨®n que se ajustaba a los gustos de la ¨¦poca -primeros a?os del siglo-, Joselito le hab¨ªa sucedido en calidad de papa rey, hab¨ªa un papa negro y la fiesta transcurr¨ªa con todos sus c¨¢nones y todas sus emociones, aunque tambi¨¦n inamovible en su escala de mando.- Y en esas estaba cuando surgi¨® un candidato bastante feo y un poco contrahecho, practicando un toreo tan personal y exc¨¦ntrico que ni siquiera parec¨ªa toreo. "As¨ª no se puede torear", dijeron al principio sus coet¨¢neos. Sin embargo, el propio candidato -no tra¨ªa apodo; se llamaba Juan Belmonte, nada m¨¢s- demostr¨® que no s¨®lo se pod¨ªa, sino que ese toreo surgido de su intuici¨®n y de su genio art¨ªstico ser¨ªa el fundamento de la tauromaquia. Tard¨® poco en demostrarlo. Y ya la afici¨®n se divid¨ªa en gallistas de la tauromaquia cl¨¢sica y belmontistas de la buena nueva, y ambos representantes de las distintas causas confrontaban sus doctrinas, y la fiesta alcanzaba tales brillos que hubo de quedar plasmada en la historia como la edad de oro del toreo.El destino no dej¨® de jugar su baza. En pleno apogeo de la competencia muri¨® Joselito, v¨ªctima de una cornada, y qued¨® solitario Belmonte. Lo que hubiera podido ocurrir en la tauromaquia y los derroteros que habr¨ªa seguido la fiesta con Joselito vivo y en activo son una inc¨®gnita, pero es muy probable que el diestro dominador dejara para la posteridad el precioso legado de su magisterio, pues se trataba de un torero en creciente desarrollo, sabio y, a su vez, aprendiz permanente. Y de la s¨ªntesis de su t¨¦cnica con el arte innovador de Belmonte -que tambi¨¦n asimil¨®- la resultante m¨¢s probable habr¨ªa sido el enriquecimiento de la tauromaquia.
Son razonamientos especulativos, naturalmente, que se han venido planteando los buenos aficionados desde aquella edad dorada hasta nuestros d¨ªas. La realidad escueta, sin embargo, es Belmonte y su tauromaquia innovadora, hoy ya cl¨¢sica y ortodoxa, que a¨²na t¨¦cnica, emoci¨®n y belleza, que se sustancia en el mero -y peligroso- ejercicio de parar, templar, mandar -cargando la suerte- y ligar los pases a un toro ¨ªntegro de casta brava.
Todo el toreo que se practica pertenece a la escuela belmontiana, y si no pertenece a esa escuela, no es toreo. As¨ª de s¨®lida y definitiva fue la revoluci¨®n de Belmonte, 70 a?os atr¨¢s.
Babelia
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