Pecado venial
El 'papa' Clemente y su s¨¦quito agotaron las gambas de una caseta de la Feria de Sevilla
"?ste ha estao un mes haciendo hambre". Socios y camareros de la caseta de Los Duendes no se cansaban de mirar a todo un papa y su corte de obispos -de rigurosa sotana preconciliar- ponerse finos de gambas y manzanilla en la barra de su caseta. Su Santidad Clemente Dom¨ªnguez sali¨® el jueves de sus dominios bas¨ªlicos del Palmar de Troya y se dio gusto al cuerpo libando las mieles del Real. Los billetes verdes del papa ciego obraron el milagro de la multiplicaci¨®n de los panes y los peces. Y del vino. "La manzanilla es la mejor medicina para el coraz¨®n" dicen que dijo al final.De repente, una revolera de faldones negros. Entre la borrachera de volantes de gitanas y jaeces de alazanas, un papa anciano y su cortejo multirracial con el estambre talar barriendo albero. Quince elefantes negros en una cacharrer¨ªa, como quien dice.
"?Se le puede besar la mano?" "?Me da su bendici¨®n?". Clemente del Palmar no sali¨® a captar vocaciones para gloria de su Iglesia. Aturullado por las puyas de la gente entre la guasa y las veras-, su ¨²nica preocupaci¨®n era llegar a Juan Belmonte, 23.
Del bracete de dos obispos, uno negro y otro albino, el papa que santific¨® a Francisco Franco, no necesitaba lazarillo. "A la derecha, junto a la que hace esquina", le indicaba al de su diestra. "Venga, ligero", azuzaba al de la zurda.
Una vez llegados a destino, se comprendieron las prisas. La primera taza que us¨® Clemente del Palmar en su visita a la caseta de Los Duendes de Sevilla no era de las de caf¨¦. Y despu¨¦s de pasar al refectorio entoldado, cervezas a todo trapo, gambas y jam¨®n para el clero ap¨®crifo. Con su liturgia, eso s¨ª, que un papa es un papa hasta en la feria, aunque no venga de Roma ni tenga papam¨®vil.
Voto de obediencia
Siete obispos a la derecha y otros siete a la izquierda degustaron con placer el men¨² tapero elegido por Clemente, acodado en el centro de la barra, y se guardaron sus preferencias para ocasiones m¨¢s solitarias. "El voto de obediencia", comentaban los feriantes ante tanta disciplina.A un papa comiendo no se le puede molestar, ni siquiera pidiendo por encima de su noble testa una raci¨®n de pesca¨ªto. "No molesten, que estoy comiendo", era el ¨²nico comentario con que obsequiaba Clemente a sus vecinos de barra sin h¨¢bito talar.
Al final, como casi siempre, la cosa qued¨® en divisi¨®n de opiniones. Hubo quienes se fueron a casa contentos con ver un papa de mentirijillas cubierto de polvo y sudando a chorros, pero no falt¨® tampoco quien se atrevi¨® y le solt¨® una fresca al santo var¨®n: "Llega una docena de curas y se nos comen el mejor marisco".
Y a todo esto, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Soledad Becerril y Alejandro Rojas Marcos confraternizando apenas dos manzanas m¨¢s all¨¢ delante de un caldo sanluque?o fresquito y conciliador.
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