La ca¨ªda de los hombres voladores
"No se siente nada", dice el hombre volador Leoardo Tiburcio, de 49 a?os, 30 de ellos sujeto a una cuerda dej¨¢ndose caer cabeza abajo de alg¨²n poste de 30 metros, de madera o hierro, describiendo c¨ªrculos con otros tres voladores, mientras que arriba queda el quinto tocando la flauta de carrizo y el tosco tambor de conejo.
Se repite la pregunta y es id¨¦ntica la respuesta: 11 no se siente nada". Ahora llevan atuendos dieciochescos de influencia espa?ola, pero en otros tiempos iban vestidos de aves, pues representan halcones o ¨¢guilas mensajeras del sol que vuelven a la tierra reencarnando a los guerreros sacrificados o muertos en batalla. Tambi¨¦n existe la interpretaci¨®n simb¨®lica de las "¨¢guilas que caen", en referencia al nombre Cuauht¨¦moc, ¨²ltimo emperador mexica. La ceremonia, perfeccionada cronol¨®gicamente, establece 13 vueltas, que multiplicadas por los cuatro voladores son 52, n¨²mero de los a?os del calendario mesoamericano.
En Tenochtitl¨¢n, Hern¨¢n Cort¨¦s encontr¨® una plaza especial para los voladores, y en las ruinas de El Taj¨ªn pr¨®ximas a Papantla diariamente se sigue celebrando la ceremonia m¨¢gica con un vuelo a la una de la tarde.
Antes de escalar el poste, se inclinan ante la representaci¨®n del ¨¢rbol de la vida y bailan "al son del c¨ªrculo". Una vez arriba, en una estructura cuadrada o hexagonal apoyada en una plataforma de unos 30 cent¨ªmetros, el m¨²sico tocar¨¢ y danzar¨¢ para el sol y los puntos cardinales. El drama ritual termina cuando los voladores se dejan caer de espaldas y giran con los brazos abiertos durante dos o tres minutos de una intensidad inexplicable.
Los voladores de Papantla se convirtieron en uno de los grandes espect¨¢culos de la Expo. Volver¨¢n en julio.
Babelia
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