Bueno, pues San Isidro
Se ha cumplido el rito. Ha sido dado el chupinazo de salida de la Feria de San Isidro: Manuel Vicent ha escrito su columna anual poniendo a caldo a cuantos nos frotamos las manos con la llegada del toro.La est¨¢bamos esperando con el ¨¢nimo ligeramente encogido, la verdad sea dicha. Y, como Vicent escribe como los ¨¢ngeles, la expresi¨®n de su ira y de su elegante desprecio hacia los aficionados (siempre nos imagina con un puro en la boca y con el cocidito madrile?o gase¨¢ndonos el aliento; a m¨ª, que no fumo y que, por mantener la l¨ªnea, llevo un par de a?os a ensalada), tiene el hilv¨¢n, la congruencia y la solidez de lo que no permite defensa.
La columna tiene tanto del folclor taurino de la fiesta madrile?a como los clarines, las marquesas, las actricillas, los trajes de luces, el tendido del 7 y el disgusto de los aficionados con Curro Romero y con los empresarios del coso de Las Ventas. Yo creo que hay en ella algo del perverso placer de provocar y, en el fondo del alma de su autor, algo de inconfesada afici¨®n al toreo. Me gustar¨ªa decir que Vicent se odia por ello, pero seguro que no es as¨ª.
San Isidro. Toros peque?os, bichos malencarados, mucho manso (los turistas japoneses no entienden que un animal manso sea capaz de matar), el albero, caballos chicos que tienen molestos a los picadores por aquello de que no aguantan con su peso las tarascadas del toro. La negociaci¨®n del a?o es la del se?or ministro del Interior con la representaci¨®n sindical de los artistas de la puya. ?Y por qu¨¦ no van a picar los picadores a lomos de caballosque tengan el peso que les d¨¦ la gana? Vamos a ver.
San Isidro. Es la llegada de la primavera. En mayo, por San Isidro, de pronto este Madrid se pone todos los colores, como si se adomara con un mant¨®n. Y en las orlas hay una montera bien negra, un temo rosa y oro, un estoque, unas mulillas y un viejo pasodoble arranc¨¢ndose majestuosamente para celebrar un pase ?le pecho. El do de pecho.
S¨®lo que esta vez, mientras esperamos que C¨¦sar Rinc¨®n se ponga tieso como un huso de cara al toro y nos damos tiempo a arrancamos por un profundo ol¨¦ cuando lo temple hacia donde quiera, mantendremos un respeto. Que a Montoliu, tanta sabidur¨ªa vieja le puso de cara al cielo. Un respeto. San Isidro, este a?o, no va de broma, sino de luto en color.
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