La m¨²sica de Dire Straits rindi¨® a 60.000 personas en su masivo recital madrile?o
El grupo brit¨¢nico finaliz¨® la primera parte de su gira espa?ola, a la espera de volver en agosto
Sesenta mil personas entregadas de forma absoluta, rendidas sin concesiones desde la primera canci¨®n. As¨ª de satisfactorio fue el ¨²nico concierto, por ahora, del grupo brit¨¢nico Dire Straits en Madrid, ¨²ltimo de la primera parte de su actual gira espa?ola. No hay que olvidar que los sultanes del swing regresan a Espa?a en agosto, y el 6 de octubre a Madrid, con un solo recital en la plaza de toros de Las Ventas. Mark Knopfler y su banda utilizaron un volumen de sonido prudente, y una escenograf¨ªa superior a la de otras ocasiones, para conquistar a un p¨²blico que conect¨® con cada una de sus insinuaciones mel¨®dicas.
Eran las diez en punto de la noche cuando sonaron las palmas y se encendieron los mecheros. El recibimiento adecuado para la banda encargada de levantar la veda de conciertos veraniegos. Mark Knopfler apareci¨® sobre el escenario en solitario, vestido con una camisa blanca, pantalones vaqueros y una cinta negra sujetando su escaso pelo. Salud¨® a las sesenta mil almas que poblaban el Calder¨®n como un troglodita, con un simple "Hugh!" ' e interpret¨® sin m¨¢s pre¨¢mbulos el resto de un repertorio marcado por ventas millonarias y n¨²meros uno.Guitarra en ristre, Knopfler acometi¨® los primeros acordes de su ¨²ltimo gran ¨¦xito: Calling Elvis. Ten¨ªa una mano levantada de forma mesi¨¢nica, y un solitario foco blanco iluminaba su silueta. De sopet¨®n entr¨® el grupo, y con ¨¦l un arrogante equipo de luces. Dire Straits estaban en Madrid, y el p¨²blico respondi¨® a su llamada con entusiasmo colectivo.
Buenas vibraciones
Los vecinos de las casas pr¨®ximas al estadio se quejaron, sin embargo, de vibraciones en sus viviendas. Los bomberos madrile?os atribuyeron en un primer momento estas vibraciones al concierto. Finalmente la cosa qued¨® en nada. Dire Straits continuaron con su repertorio, entre el delirio del p¨²blico, y los vecinos regresaron tranquilamente a sus casas. En el interior del estadio la noche era tan agradable como la actuaci¨®n del grupo, cimentada en canciones mel¨®dicamente sencillas y en el carisma del l¨ªder de la banda.Y precisamente ejerciendo de l¨ªder, Mark Knopfler pidi¨® tranquilidad al p¨²blico de las primeras filas. Los m¨¢s madrugadores, que hab¨ªan ocupado esa privilegiada posici¨®n haciendo colas desde primera hora de la ma?ana, ca¨ªan ahora como moscas debido al calor y las apreturas. Una vez superado este peque?o desbarajuste inicial, Dire Straits se centraron en sus interminables canciones.
Diez minutos dur¨® Calling Elvis, y otros tantos los temas interpretados inmediatamente despu¨¦s. Romeo and Juliette, el primero de sus viejos ¨¦xitos, no rompi¨® la regla. Una versi¨®n larga y cadenciosa cautiv¨® a los fieles seguidores del grupo, pero tambi¨¦n aburri¨® algo a los m¨¢s esc¨¦pticos: "Tienes tiempo de ir al ba?o, y tambi¨¦n por unas cervezas; puedes estar seguro de que cuando vuelvas siguen tocando la misma canci¨®n...".
Sultans of swing provoc¨® el delirio. Para entonces no hab¨ªa dudas sobre la calidad del grupo y la intensidad del concierto. Dire Straits arrasaban en Madrid, ¨²ltimo concierto de la primera parte de una gira espa?ola inacabada. Knopfler y sus m¨²sicos (John IlIsley y Phil Palmer en las guitarras, Alan Clark en los teclados, Guy Fletcher en el saxo, Paul Franklin en la guitarra de pedal, Chris Whitten en la bater¨ªa y Danny Cummings en las percusiones) regresar¨¢n a finales de verano.
Babelia
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