Un hombre sin odio
El aspecto m¨¢s llamativo de Nelson Mandela, de 73 a?os, es su papel de dirigente del Congreso Nacional Africano (ANC) y de representante de la mayor¨ªa negra, como si nunca hubiese estado en la c¨¢rcel. Tras haber pasado m¨¢s de un cuarto de siglo detr¨¢s de los barrotes no hay se?al de resentimiento en ¨¦l hacia quienes lo condenaron a presidio.Pocos pol¨ªticos hubiesen tenido la capacidad de emerger de una experiencia similar y llevar su vida personal y p¨²blica con la gracia, dignidad y esperanza con que lo hace Mandela. Es el l¨ªder del ANC, representa a millones de negros que no tienen voto en el actual Gobierno y que viven con un futuro incierto. Le guste o no, Mandela lleva la antorcha de su esperanza en una mejora de sus condiciones de vida.
"Mandela es libre, todo ir¨¢ mejor ahora", declar¨® un obrero negro el d¨ªa en que Mandela fue liberado en febrero de 1990. Una convicci¨®n que todav¨ªa hoy perdura.
La presiones sobre el l¨ªder del ANC, desde que fue liberado, han sido enormes. All¨ª donde va, tiene problemas que resolver. ?l mismo declar¨® recientemente lo que le ocurre cuando regresa por la noche a su casa: "Te encuentras con multitudes que te est¨¢n esperando en la entrada; antes de meterte en la cama tienes que enterarte de sus problemas".
A pesar de los obst¨¢culos existentes en el proceso de negociaci¨®n actualmente en marcha para la elaboraci¨®n de una nueva constituci¨®n que erradique definitivamente los 40 a?os de apartheid, y sancione el establecimiento en Sur¨¢frica de la democracia, no hay duda de que Mandela ser¨¢ el primer presidente negro de Sur¨¢frica.
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