Un santo labrador anima la metr¨®poli
Miles de madrile?os celebraron el d¨ªa de San Isidro al dictado de las tradiciones
Lleg¨® el d¨ªa de San Isidro, patr¨®n de Madrid, soleado y repleto de acontecimientos y olores: el aroma del incienso de la misa solemne del cardenal ?ngel Suqu¨ªa, el de la morcilla y los churros de la multitudinaria verbena junto a la ermita del santo o el de las cremas bronceadoras y el cloro de las piscinas municipales. Todos pudieron escoger, menos las autoridades de la ciudad, que anduvieron de un lado para otro: el alcalde bebi¨® agua bendita del santo, plant¨® un madro?o, oy¨® una misa e inaugur¨® la restauraci¨®n de la Puerta de Alcal¨¢. Todo en una ma?ana y sin descomponer el gesto.
Una multitud de se?oras pasadas por peluquer¨ªa esperaba al mediod¨ªa la llegada del alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, a la catedral de San Isidro, en la calle de Toledo. El templo ya estaba a rebosar. Los de la misa de once quer¨ªan salir y los de la misa de doce, la del alcalde, quer¨ªan entrar. Una mendiga que estaba postrada en la escalinata hab¨ªa desaparecido. Dentro del templo, en una mesita, unas feligresas vend¨ªan postales, estampas y medallitas del santo labrador. Y la gente compraba a rabiar. "?Qu¨¦ vale?". "Diez pesetas. Las postales, a 30. ?No quiere tambi¨¦n una de la Virgen Mar¨ªa?".
En una peque?a habitaci¨®n, detr¨¢s del altar, yace el cuerpo incorrupto de san Isidro dentro de una urna muy historiada. El de su mujer, santa Mar¨ªa de la Cabeza, est¨¢ debajo, en una cajita de terciopelo rojo ajado. Ante ellos, otra urna, ¨¦sta para echar dinero.
Los fieles se iban acomodando para tener vistas al alcalde y al arzobispo de Madrid, ?ngel Suqu¨ªa, que oficiaba la misa. "?D¨®nde se pondr¨¢ el alcalde?". "All¨ª, en el altar, hay un trono". "No, pero ¨¦se es para el obispo". "?Se?ora, qu¨ªtese de enmedio, que no puedo ver y llevo aqu¨ª desde la nueve y mela de la ma?ana!". "Pues no se queje, que por lo menos est¨¢ sentada".
Lleg¨® el alcalde entre aplausos, acompa?ado de sus concejales (el presidente del distrito Centro, Angel Matanzo, vestido de chulapo) y el capit¨¢n general de Madrid, Jos¨¦ Rodrigo. Una se?ora se abre paso hacia la primera fila. "Es que as¨ª se ve mejor, ?verdad, hija?", dice sonriente, mientras incrusta el codo en los costillares de la interlocutora.
Vida humilde
El cardenal Suqu¨ªa, entre el humo del incienso, habl¨® de Isidro, el labrador del siglo XI, de su vida humilde y piadosa. El momento de la comuni¨®n levanta revuelo. Los oficiantes se reparten por el templo: apretones, pisotones y protestas. Los fieles alargan las manos para alcanzar las hostias. Suqu¨ªa hablaba y algunas feligresas observaban. "?Has visto al alcalde y a su se?ora?". "S¨ª. El que no ha venido es Leguina, ni el gobernador civil". "Ahora se llama delegado del Gobierno. Es uno bajito. Claro, como que son de la otra acera". No en la otra acera, pero s¨ª en la otra orilla del r¨ªo Manzanares, miles de personas paseaban por el parque de San Isidro, junto a la ermita. Una larga cola esperaba para visitar el templo y otra m¨¢s larga todav¨ªa para beber agua de la Fuente del santo, como dicta la tradici¨®n.
As¨ª lo hizo el alcalde, que pidi¨® al patr¨®n paz para los madrile?os y algo de lluvia. Momentos antes hab¨ªa inaugurado la restauraci¨®n de la Puerta de Alcal¨¢, que luce m¨¢s limpia. Los t¨¦cnicos municipales han consolidado los bloques y arreglado los relieves. Despu¨¦s sali¨® pitando a la venta de El Bat¨¢n, a entregar los premios taurinos de la pasada feria isidril.
Por la pradera pululaban chulapos y chulapas de todas las edades (tambi¨¦n las hab¨ªa vestidas de sevillanas). "Nosotros venimos todos los a?os, bebemos el agua bendita y luego nos sentamos en la pradera a comer y a echar la tarde", comenta una joven.
En el parque hay puestos de rosquillas, de frutos secos, de berenjenas y pepinillos en vinagre, de cer¨¢micas, de garrotes, de hierbas curativas y de polluelos vivos de colores inveros¨ªmiles. No faltan las churrer¨ªas, donde tambi¨¦n se fr¨ªen morcillas, chorizos y casquer¨ªa variada, que tiene mucho predicamento.
"?Consiga su premio! ?Este a?o no queremos ganar dinero, sino amistades! ?Cinco boletos, 200 pesetas!", grita animada la encargada de una t¨®mbola. Los premios est¨¢n expuestos: en las filas de arriba, mu?ecos de peluche. En las de abajo, jamones.
Sombra y botijos
Hay un caricaturista que retrata en tres minutos y un anciano que da mil pesetas si tiras con un bal¨®n dos taquitos de madera equidistantes. Familias enteras se despliegan en los terraplenes de hierba. La mayor¨ªa se hacina en las sombras. All¨ª extienden sus mantelitos y sacan la comida. Muchos se descalzan, y no faltan los botijos. La banda municipal toca zarzuelas. El p¨²blico aplaude con ganas, y m¨¢s cuando salen los cantantes, "que lo hacen divinamente". A esas horas, en la plaza Mayor hay bailes regionales, y a esas horas tambi¨¦n, otros miles de madrile?os se ba?an en las 70 piscinas municipales, que se abrieron ayer. Por ser San Isidro, adem¨¢s, el remoj¨®n era gratis.
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