El trasfondo de la belleza de Carmen Laff¨®n, cabeza visible del realismo sevillano
Carmen Laff¨®nBodegones, figuras, paisajes. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia. Santa Isabel, 52. Madrid. Desde el 14 de mayo de 1992.
No es propiamente una retrospectiva, aunque se hayan reunido para la ocasi¨®n unas 140 obras con ejemplos de todas sus etapas, pero, sea como. sea, ah¨ª est¨¢ esta muestra de Carmen Laff¨®n (Sevilla, 1934), cabeza visible de lo que se conoce como pintura realista sevillana, un elemento local de distinci¨®n estil¨ªstica m¨¢s que de confrontaci¨®n frente al llamado realismo madrile?o, que encabeza, por su parte, Antonio L¨®pez, cuya exposici¨®n, por cierto, tambi¨¦n ha sido anunciada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa (MNCARS) para fechas pr¨®ximas.Esta sucesi¨®n de muestras de dos de los m¨¢s conspicuos representantes de ambas escuelas realistas facilitar¨¢n al p¨²blico poco familiarizado con el asunto que pueda apreciar los matices que las diferencia n, y tambi¨¦n, en no poca medida, lo mucho que tienen en com¨²n.
Por otra parte, como quiera que la mayor¨ªa de estos realistas, y particularmente los citados Carmen Laff¨®n y Antonio L¨®pez, no se han distinguido por prodigar sus comparecencias p¨²blicas mediante exposiciones, estas dos convocatorias sucesivas acrecientan su inter¨¦s.
Complicidad de fondo
En todo caso, el por qu¨¦ existe una complicidad de fondo entre las dos formas de realismo se explica muy bien siguiendo la trayectoria vital de la propia Carmen Laff¨®n, cuya formaci¨®n art¨ªstica comenz¨® en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y se termin¨® en la de Madrid aproximadamente durante los mismos a?os en los que cursaron en ¨¦sta sus estudios el grupo de Antonio L¨®pez y sus amigos.
Por lo dem¨¢s, una beca oficial de ampliaci¨®n de estudios en Italia, durante el a?o 1955, vuelve nuevamente a relacionar el periplo de Laff¨®n con el de Antonio L¨®pez, con lo que se explica esa afinidad de base existente entre quienes compartieron generaci¨®n, contexto, inquietudes y expectativas.
De hecho, aunque la actual muestra de Carmen Laff¨®n apenas si dedica un par de salas a su obra primera, podemos observar que la diferenciaci¨®n entre lo sevillano y lo madrile?o es un proceso progresivo, que se decanta, sobre todo, durante los ¨²ltimos 20 a?os. Se trata de la decantaci¨®n de la madurez, que suele reflejar con mayor soltura y nitidez las personales inclinaciones de sensibilidad y car¨¢cter, pero tambi¨¦n las tradiciones art¨ªsticas y los paisajes f¨ªsicos locales. En este segundo sentido, la acentuaci¨®n de lo color¨ªstico, en lo que se refiere a la riqu¨ªsima tradici¨®n pict¨®rica sevillana que no en balde tiene a Murillo como su principal patr¨®n tutelar, parece casi un imponderable local, como lo es la afici¨®n por ciertos temas y su tratamiento en medio de l¨ªricas atm¨®sferas evanescentes, mezcla de quietud y de matizada delicadeza.
Aludir a todo ello haciendo referencia a Murillo no tiene, por otra parte, nada de ret¨®rico, pues quien vea ahora las manchas palpitantes, de suaves tonalidades entreveradas, de Carmen Laff¨®n deber¨¢ recordar esos incre¨ªbles fragmentos murillescos donde una harapienta toquilla que malcubre los hombros de un ni?o miserable resplandece como un refinad¨ªsimo fest¨ªn pict¨®rico.
Los ¨²ltimos 25 a?os
En la exposici¨®n del Reina Sofia, como antes indiqu¨¦, el centro principal de atenci¨®n gravita aproximadamente sobre los ¨²ltimos 25 a?os, que son los m¨¢s sevillanos y personales de Carmen Laff¨®n, pero ampli¨¢ndose el n¨²mero de obras seg¨²n nos aproximamos a los momentos m¨¢s recientes. De esta manera, es como si fuera una perspectiva muy completa de la obra actual en el m¨¢s alto sentido del t¨¦rmino, pero con diversas incursiones al pasado. Esta ausencia de recorrido cronol¨®gico estricto de la trayectoria de Carmen Laff¨®n se enfatiza, por otra parte, en el montaje, que se organiza en torno a unidades tem¨¢ticas, como se anuncia en el propio t¨ªtulo de la convocatoria.
Se trata de un criterio razonable, porque la pintura de Carmen Laff¨®n no ha sido nunca de naturaleza compacta, sino que palpita en tientos, b¨²squedas, vacilaciones y recovecos.
Se enreda muy dram¨¢ticamente en matices de luz y de espacio, tanto como en un laberinto de complejas ansiedades psicol¨®gicas que afectan directamente a ese pozo sin fondo de la sensibilidad, la sentimentalidad, la enso?aci¨®n y las lucubraciones imaginativas de esta mujer cuya cordialidad no enga?a respecto a un trasfondo en absoluto sencillo.
Cargada de sugerencias y sutilezas, esta exposici¨®n, en la ant¨ªpoda-de lo espectacular, exige la mirada atenta y morosa, capaz incluso de sacudirse el encanto ante lo que agrada y gusta de entrada no porque sea malo que el arte guste y agrade, sino porque, en este caso, esas sensaciones, s¨®lo si son percibidas en la hondura de las dudas que las conciernen, alcanzan la plenitud de su verdad, de su significado moral y, naturalmente, de su belleza.
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