Los europeos y el ejemplo brit¨¢nico
Se dice a menudo que nosotros los brit¨¢nicos carecemos de un idealismo europeo. Pero eso no es as¨ª. ?C¨®mo podr¨ªa un pa¨ªs que dos veces en un mismo siglo se vio arrastrado a la guerra para defender las libertades de la Europa continental no sentirse afectado por el futuro de Europa? ?Y qui¨¦n no admirar¨ªa la de terminaci¨®n de los dem¨®cratas en Francia y Alemania de evitar las rivalidades y conflictos del pasado?
Somos igual de idealistas respecto a Europa que los federalistas, s¨®lo que somos menos federales. La experiencia nos ha ense?ado que el mejor sistema bajo el que vivir es la democracia, donde se considera que los miembros del Parlamento son responsables ante sus electorados. Reafirm¨¦moslo con un comercio mundial y obtendremos la prosperidad que todos perseguimos.
En muchas de estas cosas nosotros, los brit¨¢nicos, hemos dado el ejemplo. En la d¨¦cada de los ochenta, nosotros y nuestros colegas europeos aprobamos el Acta ?nica europea para intentar crear un verdadero mercado ¨²nico, un ¨¢rea en el que la libre circulaci¨®n de bienes, personas, servicios y capital estuviera garantizada.
Pero no se trataba de desencadenar esa circulaci¨®n. Recuerdo haber dicho que si nos limit¨¢bamos a dejar esas palabras as¨ª, tan imprecisas, estar¨ªamos fomentando la inmigraci¨®n y permitiendo a los terroristas, a los criminales y a los narcotraficantes librarse de ser detenidos cruzando fronteras de un pa¨ªs a otro.
Por consiguiente, redactamos una declaraci¨®n general que se adjunt¨® al Acta ?nica europea. Dec¨ªa: "Nada en estas provisiones afectar¨¢ al derecho de los Estados miembros de tomar las medidas que consideren necesarias con el prop¨®sito de controlar la inmigraci¨®n desde terceros pa¨ªses y para combatir el terrorismo y el tr¨¢fico de drogas...".
Nunca habr¨ªa aceptado el Acta ?nica europea sin esa declaraci¨®n. Por tanto, me sor prende cuando oigo que suger¨ªa que no tiene fuerza de ley y puede ser ignorada. El hacer que se respete es cuesti¨®n de buena fe, y la buena fe, una vez que se pierde, es muy dif¨ªcil recuperarla.
Adem¨¢s, dejamos claro en el acta que ciertas directrices planteadas por la Comisi¨®n Europea s¨®lo podr¨ªan ser aprobadas por votaci¨®n un¨¢nime. Entre ¨¦stas figuraban la imposici¨®n fiscal, la libre circulaci¨®n de personas y algunas provisiones relacionadas con los derechos y los intereses de los asalariados.
Me sent¨ªa bastante satisfecha de que hubi¨¦ramos cubierto las cosas m¨¢s importantes. Para mi asombro, la Comisi¨®n, percat¨¢ndose de que nosotros en el Reino Unido nos opon¨ªamos a un borrador de directriz que pretend¨ªa limitar la semana laboral a 48 horas, intent¨® incluirlo en las provisiones de sanidad y seguridad; que s¨®lo exigen votaci¨®n por mayor¨ªa. Eso no est¨¢ bien.
Pero hay otro punto. El esfuerzo y la eficiencia de los trabajadores en el continente europeo, sobre todo en Alemania, se nos pusieron como ejemplo a nosotros los brit¨¢nicos. Es un buen cambio el que otros pa¨ªses quieran reducir el n¨²mero m¨¢ximo de horas laborales a 48 semanales. ?Es posible que el Reino Unido sea ahora el pa¨ªs a emular, puesto que tiene una ¨¦tica laboral, unos impuestos bajos y un gasto p¨²blico reducido y se ha ocupado de la ley sindical?
Y eso por no hablar de estabilidad pol¨ªtica. Todav¨ªa no ha entrado totalmente en vigor el Acta ?nica europea y ya tenemos el Tratado de Maastricht. Se trata de un documento extenso y detallado, y deber¨ªa estudiarse con mucha atenci¨®n. Y lo que es m¨¢s, como el lenguaje es con frecuencia opaco, habr¨ªa que preguntar a los Gobiernos qu¨¦ significan ciertas cl¨¢usulas.
Sugiero que los que tienen que decidir si incluir o no sus provisiones en sus propias leyes deber¨ªan plantear cuatro temas.
Primero. ?Asegurar¨¢ y potenciar¨¢ el Gobierno democr¨¢tico? La respuesta tiene que ser no, puesto que implica enormes transferencias de poderes desde los Gobiernos nacionales a una burocracia centralizada. Habla de una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n. Ampl¨ªa la autoridad de la CE en un mont¨®n de campos y estipula una votaci¨®n por mayor¨ªa en muchos de ellos.
Pero casi todos los Estados, a excepci¨®n del Reino Unido, introducen un cap¨ªtulo social que se debati¨® por primera vez en la cumbre de Madrid y que ya ha dado lugar a m¨¢s de 43 iniciativas, de las que 17 constituyen borradores de directrices.
Adem¨¢s, con la excepci¨®n del Reino Unido, que mantiene sus opciones abiertas (gracias al primer ministro John Major), se compromete a crear una moneda ¨²nica antes de 1999. Una moneda ¨²nica significa un tipo de inter¨¦s ¨²nico, una pol¨ªtica monetaria ¨²nica, una pol¨ªtica econ¨®mica ¨²nica y un ministro ¨²nico. Pero el control sobre la pol¨ªtica econ¨®mica y la oferta de dinero por parte del Ejecutivo es el centro de la democracia parlamentaria.
El hecho es que el Tratado de Maastricht transfiere poderes colosales de los Gobiernos parlamentarios a una burocracia central. Quiz¨¢s se podr¨ªa perdonar a un observador imparcial por dudar si somos nosotros los occidentales los que estamos intentando convertir al Este a la democracia o ellos los que nos est¨¢n convirtiendo a la burocracia.
Segundo. ?Seguir¨¢n garantizando la defensa de Occidente el tratado y sus provisiones relativas a una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n?
Fue la firmeza de la OTAN lo que trajo la victoria incruenta sobre el comunismo. Esto contrasta vivamente con los enormes sacrificios vitales que tuvimos que hacer para vencer al fascismo en la primera mitad del siglo. Lo cierto es que ninguna alianza ha tenido m¨¢s ¨¦xito que la OTAN a la hora de mantener la paz con libertad y justicia.
La lecci¨®n que aprendemos de la historia es que la presencia norteamericana en Europa es vital para nuestra segundad. Sabemos que hay presiones por parte de los aislacionistas en Estados Unidos para retirarse de Europa. A algunos de nosotros nos preocupa, mucho que la Uni¨®n Europea Occidental, al participar m¨¢s activamente en los acuerdos de defensa, pudiera enviar se?ales equivocadas a la opini¨®n p¨²blica norteamericana. Aunque en el propio acuerdo se tiene cuidado de afirmar que las obligaciones de algunos miembros para con el Tratado del Atl¨¢ntico Norte deber¨¢n respetarse, la impresi¨®n general es que a menudo importa, cuando las decisiones conciernen a la futura disposici¨®n de las fuerzas norteamericanas en Europa.
Tercero. ?Mejoran las perspectivas para el comercio mundial el tratado y la postura general de la Comunidad respecto a las cuestiones comerciales? El hecho es que el car¨¢cter proteccionista de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n est¨¢ entorpeciendo la actual ronda del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). A eso se a?ade el cap¨ªtulo social, que —otra vez gracias a John Major, no es v¨¢lido para el Reino Unido— incrementar¨¢ considerablemente los costes industriales en Europa. Esto en s¨ª mismo puede conducir a un aumento de bienes y servicios m¨¢s libres.
Sin duda, la Comunidad Europea deber¨ªa dar ejemplo a la hora de mantener las estructuras de la posguerra que en conjunto se denominaron "nuevo orden mundial" y entre las que figura el GATT. Adem¨¢s, es bastante posible que las diferencias entre Norteam¨¦rica y Europa en este asunto agrien las relaciones y, por consiguiente, tengan otros efectos de largo alcance.
Los instintos de la gente
Cuarto. ?Concuerdan las provisiones del tratado y las de la Comunidad en su totalidad con los instintos de la gente? Ha estado muy preocupada con las escenas de destrucci¨®n y matanzas, de familias que huyen un d¨ªa tras otro, no en alg¨²n pa¨ªs remoto, sino en Yugoslavia, parte de nuestro continente europeo.
Un d¨ªa tras otro oye hablar de un alto el fuego tras la violaci¨®n de otro alto el fuego. Ha visto u o¨ªdo a los observadores europeos marcharse de Bosnia justo cuando su presencia parec¨ªa ser m¨¢s necesaria.
Sabe que la CE no ha sido capaz de hacer nada verdaderamente eficaz por aliviar la agon¨ªa de la gente. Oy¨® el grito del ni?o que estaba siendo evacuado: "A nadie le importamos".
Todos queremos decir que s¨ª nos importa y que queremos ayudar. ?No habr¨ªa sido mejor que los ministros de Exteriores hubieran seguido desde el principio el consejo de Alemania de reconocer a Croacia y Eslovenia? As¨ª habr¨ªamos podido dar a esos pa¨ªses, y m¨¢s tarde a Bosnia, las armas necesarias con las que defenderse.
El verdadero progreso no viene de una burocracia potenciada, sino de los valores e instituciones de un Gobierno por consentimiento, a trav¨¦s de ministros a los que se considera responsables ante el electorado. Estas cosas concuerdan con los instintos de la gente. Son parte de la herencia que hemos construido a lo largo de los siglos.
Kipling, en uno de sus famosos poemas acerca de la libertad, dijo: "Costoso y claro, el t¨ªtulo / de nuestros padres mil a?os poseemos. / Hagamos su mismo sacrificio / y a nuestros hijos no defraudemos".
Tengamos en cuenta su consejo.
Margaret Thatcber fue primera ministra del Reino Unido.
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