M¨¢s o menos 17.000
Para ser exactos, 16.000 personas pasaron por taquilla. Si contamos a los invitados, los asistentes al I Festival de M¨²sica Celta de Madrid fueron, cifras oficiales de los organizadores, 18.000. Ni en los mejores tiempos de esta m¨²sica, antes que la apisonadora del pop y del rock la enterrase, se hab¨ªa visto cosa igual. Debieron, enterrarla viva, porque resucit¨® en el campo de f¨²tbol de Carabanchel, La Mina. Para los organizadores, de oro.El auge celta se ve¨ªa venir. Desde el rock, con el ¨¦xito de Celtas Cortos (200.000 discos vendidos de su Cu¨¦ntame un cuento); desde las nuevas m¨²sicas, con el auge de grupos como Nightnoise que hoy act¨²a en Madrid) y cantantes como Loreena McKennitt. El mantel estaba puesto para que los veteranos se sentaran y comieran y llegados de todas partes, se sentaron y comieron.
I Festival de M¨²sica Celta
Oskorri, Milladoiro, Labanda, Alan Stivell y Gwendal. Precio: 2.000 (venta anticipada) y 2.500 pesetas. Campo de f¨²tbol La Mina.Madrid, 30 de mayo.
"Apertura de puertas cinco tarde", rezaba la entrada. Se abrieron a las siete, hora prevista para el comienzo del festival. A las 20.30, Oskorri sub¨ªa al escenario casi sin probar sonido para iniciar lo que a las 12 del mediod¨ªa estaba pr¨¢cticamente suspendido por la lluvia. Pero el sol se ali¨® con los druidas, el p¨²blico comprendi¨® el retraso y la alboka del grupo bilba¨ªno se?al¨® el inicio de la presentaci¨®n en directo de su ¨²ltimo disco (Badok Hamahiru), el n¨²mero 13 de una carrera que comenz¨® hace 21 a?os.
Buen sonido y buena interpretaci¨®n del grupo vasco, que inspira sus composiciones en la m¨²sica popular y permiti¨® el comienzo de la fiesta con la simpat¨ªa de Natxo de Felipe y la colaboraci¨®n de Kepa Junkera a la trikitixa.
Cuando sali¨® Milladoiro, el ambiente estaba caldeado. La m¨²sica del grupo gallego formado en 1978, recrea lo tradicional en un planteamiento casi de c¨¢mara, que le ha permitido ser casi m¨¢s apreciado en el extranjero que en Espa?a. La tranquila serenidad de parte de su repertorio fue bien acogida y los temas r¨¢pidos bailados hasta la extenuaci¨®n.
Con Labanda, el recinto estaba a reventar. De aquel grupo formado a finales de los setenta por los hermanos Silva, s¨®lo queda Jean Fran?ois, el violinista, y los m¨²sicos argentinos que se han hecho con el poder se limitan a repetir sus ¨¦xitos y sus esquemas. Con un sonido rockero, Labanda no aport¨® nada, pero a la gente le import¨® un bledo porque quer¨ªa bailar y bailar.
Un fracaso
Alan Stivell fue el fracaso de la noche. El bret¨®n padre del celtismo -comenz¨® con la historia en 1965-, no enganch¨® con un p¨²blico ya cansado y los problemas de sonido -el peor de la noche- y de ajuste musical -evidentes en muchas partes de la actuaci¨®n-, deslucieron la participaci¨®n del m¨²sico m¨¢s respetado e influyente en este estilo. S¨®lo se salvaron sus interpretaciones al arpa celta. Eran las 2.30 de la madruga da cuando sali¨® Gwendal. Del grupo original que arrasaba Madrid en los setenta s¨®lo queda el flautista Youen LeBerre, pero su estilo permanece. Rock celta mezclado con improvisaciones jazz¨ªsticas que el p¨²blico, ya muy tirado, acogi¨® bien hasta completar las siete horas de fiesta popular que convirti¨® Carabanchel en una sucursal de Ortigueira, resucitando a los hippies, a la m¨²sica celta y a sus seguidores. M¨¢s o menos 17.000.
Babelia
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