Una corrida complicada
La corrida fue dura y fue dif¨ªcil. La corrida present¨® muchas complicaciones, desde luego para los toreros que hubieron de lidiarla, pero tambi¨¦n para el presidente del festejo, que no estaba en el ruedo, lo cual es un motivo de felicitaci¨®n para todos: no se imagina a uno al se?or Espada pegando chicuelinas en el centro del redondel.El presidente, se?or Espada, estaba donde deben estar los presidentes, que es el palco y, adem¨¢s, ejerc¨ªa la presidencia. Quiere decirse que no se sentaba all¨ª a hacer el Don Tancredo, como acostumbran muchos presidentes, o a satisfacer sus filias o desahogar sus fobias, seg¨²n hacen otros, afortunadamente los menos. Y pues la corrida sali¨® tan remendada que parec¨ªa un caso de mendicidad, y los remiendos necesitaban m¨¢s parches a¨²n, y la afici¨®n se encrespaba por momentos, hubo de adoptar serias decisiones para que la fiesta discurriera por los adecuados cauces de autenticidad. Ten¨ªa dos opciones el presidente: una, mantener los remiendos tronados patichulos y cojitrancos en el ruedo, contra los leg¨ªtimos intereses de los aficionados; dos, sustituirlos por los sobreros, contra los intereses asimismo leg¨ªtimos de la empresa. Opt¨® por la segunda y, al optar, restituy¨® la normalidad de la lidia y se gan¨® la ovaci¨®n cerrada del p¨²blico.
Corte / Guti¨¦rrez, Mendes, Ni?o de la Taurina
Dos toros -2? y 3?- del Conde de la Corte (tres fueron rechazados en el reconocimiento y el 4? devuelto por inv¨¢lido), con trap¨ªo y cornalones, inv¨¢lidos, violentos. 6? de Mar¨ªa Olea (fueron devueltos al corral 1? y 5?, del mismo hierro, por inv¨¢lidos), serio, manso y con casta. Sobreros: 1? de El Sierro, cinque?o, con trap¨ªo, manso en varas, noble. 4? de Isabel N¨²?ez, grande, serio y astifino, bronco. 5? de Ortigao Costa, serio y hondo, con casta y genio.Jorge Guti¨¦rrez: estocada ladeada (pitos); pinchazo hondo ca¨ªdo a toro arrancado, pinchazo hondo, 10 descabellos y se tumba el toro (bronca). V¨ªctor Mendes: estocada (ovaci¨®n y saludos); estocada contraria (ovaci¨®n y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda). Ni?o de la Taurina: bajonazo escandaloso (algunas palmas); pinchazo y bajonazo descarado al encuentro (ovaci¨®n y tambi¨¦n fuertes protestas cuando sale a los medios). El presidente Luis Espada, que devolvi¨® tres toros al corral, fue ovacionado. Plaza de Las Ventas, 4 de junio. 26? corrida de feria. Lleno.
Restituida la normalidad de la lidia, fueron saliendo los toros, cada cual de su padre y de su madre -pues pertenec¨ªan a cinco ganader¨ªas distintas-, l¨®gicamente dispartejos de tipo, pero uniformados en el trap¨ªo y en el genio. Ninguno dio facilidades y algunos sacaron peligro. El mejor result¨® ser el primer sobrero, un animal noble que destempl¨® Jorge Guti¨¦rrez por torearlo sin quietud. Los restantes se comportaron con violencia manifiesta.
Hab¨ªa matices, naturalmente. Por ejemplo, el sexto -hierro Mar¨ªa Olea- custodiaba en su sangre ardiente un caudal de casta noble que no entregaba a nadie por norma de la casa, con la ¨²nica excepci¨®n de altos dignatarios, pr¨ªncipes de la iglesia o toreros valerosos que supieran parar, templar y mandar. Por ejemplo, el cuarto -hierro Isabel N¨²?ez- desarroll¨® sentido y desarbol¨® los ya de por s¨ª muy limitados bagajes t¨¦cnicos y an¨ªmicos de Jorge Guti¨¦rrez. Por ejemplo, los toros de V¨ªctor Mendes -uno, condeso; otro, portugu¨¦s- sacaron una bronquedad agresiva que puso a prueba el temple del torero. Mendes super¨® muy bien esa prueba. Capote¨® seguro, lidi¨® con orden y concierto, alleg¨® m¨¢s espectacularidad que pureza en el tercio de banderillas, mulete¨® pisando terrenos comprometidos y mat¨® ejecutando limpiamente la suerte del volapi¨¦.
El tercer toro -hierro Conde de la Corte- tambi¨¦n pose¨ªa un temperamento levantisco que admit¨ªan pocas bromas. Simplemente por una peque?a confianza que se quiso tomar Ni?o de la Taurina -total, un ayudadito de nada, que a nadie ofende- le tir¨® un guada?azo a la hombrera y de poco se la parte en dos. El sexto posiblemente habr¨ªa hecho lo mismo pero al ver que Ni?o de la Taurina le daba distancia y cargaba la suerte, dej¨® aflorar su sangre noble y acept¨® buen n¨²mero de derechazos. Los pases tuvieron emoci¨®n y Ni?o de la Taurina habr¨ªa conseguido un merecido triunfo si se hubiera decidido a ligarlos en vez de darlos sueltos. Acab¨® de un bajonazo infamante, y la afici¨®n le chill¨® por eso. Aunque no mucho. A fin de cuentas, el torero hab¨ªa afrontado con pundonor las complicaciones del toro, y el m¨¦rito le fue reconocido.
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