La convergencia nominal y la convergencia real
y LUIS MART?NEZ NOVALEn opini¨®n de los autores, Espa?a debe concentrar sus esfuerzos en la r¨¢pida puesta en ejecuci¨®n de los acuerdos de Maastricht para estar en disposici¨®n de beneficiarse r¨¢pidamente de las sinergias creadas por la integraci¨®n. Adem¨¢s estiman que s¨®lo a trav¨¦s de la convergencia nominal puede llegarse a la real
Referidos los objetivos del programa de convergencia, quisi¨¦ramos plantear algunas cuestiones m¨¢s y dejar otras. Dejaremos a un lado los problemas de la divergencia, las penalizaciones que experimentar¨ªa la econom¨ªa espa?ola en el caso de que no fuera capaz de aplicar un programa del tipo del que estamos analizando.Por el contrario, incidiremos en otras, entre las que destacaremos aquellas que ocasionan la existencia de desigualdades en las dotaciones de capital f¨ªsico y humano entre los Estados miembros. Surge de esta forma un planteamiento de ¨ªndole redistributiva, recogido en el nuevo Tratado de la Uni¨®n, por el que se reconoce que la estabilidad de la UEM es incompatible con la existencia de amplias diferencias en los niveles de renta y riqueza de las naciones participantes. Este problema, en el momento de la ratificaci¨®n de los acuerdos, se est¨¢ resucitando bajo el viejo dilema profundizaci¨®n versus ampliaci¨®n de la Comunidad.
En la medida en que parece limitado el margen de la Uni¨®n Europea para retrasar la ampliaci¨®n de la Comunidad, Brand ten¨ªa raz¨®n cuando, hace unos d¨ªas, dec¨ªa que la CE no se invent¨® para dificultar el desarrollo y la integraci¨®n de nuevas democracias. Por lo que hay que configurar el proceso de ampliaci¨®n de forma que el resultado beneficie al continente en su conjunto.
Partiendo de estos hechos, entendemos que Espa?a debe concentrar sus esfuerzos en la r¨¢pida puesta en ejecuci¨®n de los acuerdos de Maastricht, en su doble faceta de objetivos de la convergencia nominal y de reformas estructurales, para estar en disposici¨®n de beneficiarse r¨¢pidamente de las sinergias creadas por la integraci¨®n.
La incorporaci¨®n a la uni¨®n europea de nuevos miembros podr¨ªa reforzar la intenci¨®n de quienes pretenden debilitar el pulso integracionista en Europa.
?ste es un mal escenario para la econom¨ªa espa?ola, que ver¨ªa c¨®mo abdicar¨ªa del uso de la pol¨ªtica monetaria y cambiaria, a la vez que ver¨ªa limitado el alcance de la pol¨ªtica presupuestaria, sin que un federalismo fiscal y una Comisi¨®n con amplios poderes compensaran las perturbaciones reales que se producen en la econom¨ªa europea. Adem¨¢s, pol¨ªticas de acompa?amiento, como la regional, social, tecnol¨®gica o de medio ambiente, podr¨ªan verse recortadas, y, con ello, diversos instrumentos redistributivos establecidos en la UEM.
Expuesto el contenido del programa de convergencia, quisi¨¦ramos acercarnos al an¨¢lisis de una parte de las cr¨ªticas que se han formulado al mismo. Se ha dicho que el planteamiento que se hace exige sacrificios, que se cargan fundamentalmente "en las espaldas de los trabajadores", ya que en esencia los contenidos del programa se asemejan a los de un plan de estabilizaci¨®n.
Ninguna de esas cr¨ªticas se justifica a partir de las previsiones que contiene el propio programa. No incluye el programa una reducci¨®n de la demanda interna, una depresi¨®n del consumo privado, y mucho menos una evoluci¨®n regresiva de los salarios reales. De acuerdo con las estimaciones formuladas, las variables antes citadas pueden experimentar tasas positivas a lo largo de todo el periodo. En este caso, al contrario de lo que ocurre en los planes de estabilizaci¨®n al uso, se reduce la inflaci¨®n a la vez que crece el empleo.
Aclarar conceptos
Otras observaciones cr¨ªticas ponen de relieve el hecho de que la propuesta aprobada en las Cortes Generales pone ¨¦nfasis en la convergencia real. En estas cuestiones hemos de ser claros. La convergencia nominal no es otra cosa que el logro de objetivos intermedios, sin lugar a dudas importantes, pero lo relevante es el prop¨®sito de ponemos al d¨ªa, con un nivel de vida parejo al que poseen la media de las naciones de la CE. Y para ello hay que aproximar paulatinamente los niveles de producci¨®n, empleo, salarios, prestaciones y equipamientos espa?oles y comunitarios.
Nuestra experiencia m¨¢s reciente demuestra que la pervivencia de los desequilibrios impide el crecimiento y distribuye los frutos del mismo de manera poco equitativa y bastante regresiva. Por lo que creemos que s¨®lo a trav¨¦s de la convergencia nominal puede llegarse a la convergencia real.
Acerc¨¢ndonos a algunos objetivos del programa de convergencia, por ejemplo al problema de los precios, es evidente que en un momento en el que el mundo se convierte en una entidad econ¨®mica ¨²nica, el control y la reducci¨®n de la inflaci¨®n costituye un determinante de la confianza depositada en una econom¨ªa y en la pol¨ªtica que dentro de la misma se desarrolla. Pero adem¨¢s, siendo el factor confianza un hecho a resaltar, no es el ¨²nico, ya que la evoluci¨®n de los precios es un elemento decisivo en la marcha de las rentas reales de los ciudadanos.
La inflaci¨®n es la variable que transforma rentas nominales en reales, por lo que es innegable el inter¨¦s social que debe atribuirse al objetivo de reducirla. Por ello, la pervivencia y la estabilidad de los sistemas de protecci¨®n social ha venido dependiendo de la evoluci¨®n que sigan los precios. Acercarse a la experiencia de pa¨ªses que han asistido a la demolici¨®n de sus esquemas de seguridad social, por distintas causas, entre las que hay que contar con los efectos derivados de elevadas tasas de inflaci¨®n, es un hecho f¨¢cil de realizar.
La inflaci¨®n perjudica a quienes en la sociedad tienen menos resortes de poder, ya que estos grupos se encuentran indefensos e inermes ante variaciones de la capacidad adquisitiva que se escapan al m¨¢s elemental control. Por ello es el conjunto de la sociedad la que tiene que contribuira evitar que se materialicen expectativas que conducen a la elevaci¨®n de los precios.
Demos un paso m¨¢s y analicemos estos objetivos instrumentales en t¨¦rminos alternativos. Se ha podido escuchar que la condici¨®n de Maastricht relativa a la inflaci¨®n s¨®lo puede ser alcanzada a costa de un mayor volumen de paro. Es cierto que en muchas ocasiones esa secuencia puede estar ajustada a la realidad, pero tambi¨¦n puede decirse que no tiene por qu¨¦ ser inexorable. La realidad espa?ola entre 1986 y 1990 refuta tal planteamiento. A finales de 1985, la tasa de inflaci¨®n se situaba en un 8,8%, y desde entonces la reducci¨®n de la misma ha sido compatible con un intens¨ªsimo proceso de creaci¨®n de empleo y de reduccci¨®n del paro.
El escenario del programa de convergencia cifra en el 1% el d¨¦ficit p¨²blico en 1996, lo que ha constituido uno de los elementos m¨¢s agudos de cr¨ªtica, ya que de esta forma se dice que se evidencia la severidad del programa. Se ha se?alado que dicho objetivo va m¨¢s all¨¢ de las exigencias de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, que lo fija en un 3%. ?Por qu¨¦ m¨¢s rigor que el necesario?: porque el elevado y persistente d¨¦ficit por cuenta corriente de nuestra balanza de pagos con el exterior as¨ª lo exige.
Nuestro desequilibrio por cuenta corriente es el mayor de la CE, sin que hasta el momento haya habido dificultades para la financiaci¨®n del mismo. La explicaci¨®n, claro est¨¢, no es otra que el nivel de confianza que nuestra econom¨ªa y nuestra pol¨ªtica despierta en el exterior, lo que se refleja en inversiones directas, inmobiliarias y en cartera.
Pero no hay por qu¨¦ suponer que la situaci¨®n presente se va a perpetuar en el futuro. Por ello, el programa de convergencia prev¨¦ una suave reducci¨®n del d¨¦ficit por cuenta corriente en lo que exige bien una reducci¨®n del gasto nacional o un incremento del ahorro. Acortar diferencias con otras econom¨ªas nos obliga a aumentar la inversi¨®n. Pero si queremos invertir m¨¢s tendremos que ahorrar m¨¢s, y aqu¨ª surge un interrogante: ?qui¨¦n va a ahorrar en Espa?a en los pr¨®ximos a?os?
Como ha ocurrido en otras econom¨ªas occidentales, parece razonable no depositar demasiadas expectativas en el incremento del ahorro privado. Los resultados de las pol¨ªticas llevadas a cabo desde posiciones ideol¨®gicas proclives a favorecer el ahorro privado demuestran que esa variable experiment¨® una evoluci¨®n contraria a lo que se pod¨ªa esperar de una reducci¨®n de la fiscalidad.
Incentivos al ahorro
Est¨¢ claro que los programas de incentivo al ahorro de las familias son fiscalmente regresivos, puesto que benefician en mayor medida a los que m¨¢s capacidad de ahorro tienen. Pero adem¨¢s la tendencia de los a?os precedentes en todos los pa¨ªses occidentales lleva a cuestionar la dependencia del ahorro de factores econ¨®micos.
Es posible que hayan desaparecido una parte de los motivos que ten¨ªan las familias para ahorrar debido a la cobertura social que actualmente existe de determinados riesgos e infortunios. Hecho que determina el que las causas que act¨²an sobre la propensi¨®n al ahorro sean m¨¢s sociol¨®gicas que econ¨®micas y que poco se puede esperar de planes dirigidos a cambiar la tendencia descendente de esta variable.
Si no puede esperarse mucho del ahorro privado tendr¨¢ que ser el ahorro p¨²blico quien empuje el ahorro nacional, y esto s¨®lo ser¨¢ posible reduciendo el d¨¦ficit p¨²blico. Por tanto, es plenamente congruente este planteamiento con uno de los objetivos del programa, que pretende que el desequilibrio del presupuesto se vaya reduciendo en un horizonte temporal de medio plazo. Que se pretenda una reducci¨®n del d¨¦ficit en mayor medida de lo que lo hacen otros pa¨ªses es porque nuestra realidad es bien distinta en t¨¦rminos de cuentas exteriores.
Estamos proponiendo un acercamiento a un conjunto de pa¨ªses y queremos identificar ese proceso con alg¨²n indicador. De todos los que se pueden elegir hemos optado por uno, aquel que se?ala el crecimiento de la producci¨®n por persona ocupada, ya que creemos que es un buen exponente del progreso material de una sociedad. El incremento de la misma puede lograrse: aumentando la producci¨®n sin variar el empleo; aumentando la producci¨®n a la vez que se reduce dr¨¢sticamente el empleo, o haciendo progresar tanto a la producci¨®n como al empleo.
Contrastando estas posibilidades con la evoluci¨®n de la econom¨ªa espa?ola, diremos que la primera de ellas, esa hip¨®tesis en la que el incremento de la producci¨®n no hace variar mucho el empleo, es la realidad vivida en 1991 y que por la escasa generaci¨®n de empleo deber¨ªamos superar.
La segunda de las hip¨®tesis se?ala que el proceso de incremento de la productividad, puede llevarse a cabo con p¨¦rdidas globales de empleo, fue la experiencia del periodo 1977-1984 y que por su dramatismo no deber¨ªamos repetir.
La progresi¨®n conjunta de producci¨®n y empleo corresponde a la etapa 1985-1990, cuyo ¨¦xito esperamos recrear.
Esta opci¨®n es la m¨¢s ambiciosa y s¨®lo puede ser posible si se registra un fuerte proceso inversor tanto en capital f¨ªsico como en capital humano. Para impulsar este proceso, el sector p¨²blico va a asumir su responsabilidad continuando los programas de creaci¨®n de infraestructuras, a trav¨¦s de una inversi¨®n p¨²blica del 5% del PIB y una intensificaci¨®n de los programas de formaci¨®n profesional, tanto en su versi¨®n reglada como en la ocupacional.
Hemos de concluir; cuando hablamos de converger con la Comunidad, deber¨ªamos precisar qu¨¦ grupos sociales ser¨¢n los beneficiarios del proceso. Las clases m¨¢s favorecidas de Espa?a no precisan, bien es cierto, convergencia alguna. Hace tiempo que sus niveles de bienestar se asemejan a los de id¨¦nticos grupos sociales de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros de Europa. Son los colectivos hasta ahora menos beneficiados por el crecimiento de nuestra econom¨ªa los que en mayor medida se ver¨¢n positivamente afectados por una pol¨ªtica que pone el acento en el empleo.
Este objetivo puede proporcionar rentas adicionales a aquellas familias en las que alg¨²n miembro ya tiene empleo, hace retornar al mercado de trabajo a quienes han sido excluidos del mismo y son parados de larga duraci¨®n y respalda los proyectos de autonom¨ªa personal de centenares de miles de j¨®venes espa?oles. Todos esos grupos sociales: las mujeres que quieren acceder al mercado de trabajo, los parados de larga duraci¨®n y los j¨®venes, son los destinatarios del programa de convergencia. ?Por qu¨¦ habr¨ªa de ser para ellos dolorosa la convergencia?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.