El toro le carne
Ortega / Ni?o de la Capea, Litri, Paquiro
Toros de Jos¨¦ Ortega, bien presentados, mansos y deslucidos, excepto segundo, noble.
Ni?o de la Capea: dos pinchazos escandalosamente bajos, dos pinchazos bajos, rueda de peones, otros dos pinchazos escandalosamente bajos y dos descabellos; rebas¨® en dos minutos el tiempo reglamentarlo sin que hubiera aviso (silencio); estocada corta baja (silencio). Litri: pinchazo perdiendo la muleta, dos pinchazos m¨¢s, otro perdiendo la muleta y bajonazo descarado; la presidencia le perdon¨® un aviso (silencio); media estocada ca¨ªda perdiendo la muleta (aplausos y salida al tercio). Paquiro, que tom¨® la alternativa: tres pinchazos y descabello (silencio); pinchazo, otro hondo y descabello (silencio).
Plaza de Pamplona, 7 de julio. Segunda corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El toro de m¨¢s peso de la corrida fue el de menos trap¨ªo. Las cosas de la vida. El toro de m¨¢s peso de la corrida dio en la b¨¢scula 606 kilos y, en cambio, parec¨ªa un ternero de carne. Eso, a simple vista. Luego, por su comportamiento en la lidia, lo fue a carta cabal.
Invenci¨®n del manso
Los ganaderos quieren seleccionar toros suavones al objeto de que se los pidan las figuras -por favor-, para ello cruzan sementales cachazudos con vaquitas resaladas de buen conformar, y acaban inventando el manso.
No el manso aculado en tablas o pele¨®n a la defensiva -a fin de cuentas, eso ser¨ªa toro de lidia- sino el manso que d¨¦ buenos filetes, chuletas, contras y solomillos.
Un paso m¨¢s en esta peculiar tarea selectiva, y a los ganaderos, en vez de que les pidan los toros los toreros, se los van a pedir las amas de casa en la carnicer¨ªa.
El toro terner¨®n le correspondi¨® a Litri e intent¨® pegarle derechazos con insistente porf¨ªa, sin que pudiera cuajar ni uno solo, naturalmente. El otro toro que le correspondi¨® en el lote, m¨¢s chico aunque no menos manso, se aplom¨®, y a ese le hizo tremendismos.
Consist¨ªan en ahogarle la embestida que no ten¨ªa y la consecuencia fue que el torero se pon¨ªa all¨ª delante, tieso como un poste, el toro se quedaba recul¨®n, como un mulo, y a semejantes trazas le llamaban faena. Hubo tambi¨¦n unos molinetes de rodillas.
En un torero que ha hecho del tremenfismo su ministerio, los molinetes de rodillas no pod¨ªan faltar.
Molinetes de rodillas dio asimismo el toricantano -ap¨®dase Paquiro-, aunque antes hab¨ªa intentando el toreo serio. Fue, precisamente, en el toro de la alternativa, que result¨® bronco, a menudo incierto, y se faj¨® con ¨¦l en varias tandas de redondos y una de naturales, mas no hab¨ªa manera de sacarle partido. Demasiada era su aspereza para aceptar las florituras que intentaba hacerle el flamante matador. El sexto tampoco tuvo boyant¨ªa y Paquiro hubo de muletearle con precauciones.
Quiz¨¢ un lidiador experto habr¨ªa sacado mejor partido a ese toro. De todos modos, tal posibilidad corresponde al inconcreto ¨¢mbito de la especulaci¨®n y, evidentemente, Paquiro a¨²n es muy nuevo en este oficio.
Expertos
Adem¨¢s ?d¨®nde est¨¢n los lidiadores expertos, si puede saberse? Recorre uno el escalaf¨®n entero de matadores y apenas encuentra un par de ellos.
Ninguno estaba ayer en Pamplona, desde luego; por lo menos en su hist¨®rico ruedo. Hab¨ªa un veterano -ll¨¢manlo Ni?o de la Capea-, pero si la veteran¨ªa es un grado, en cambio ni da t¨ªtulos ni otorga ciencia. Quam naturam non da..., dijo el fil¨®sofo....
Ni?o de la Capea tore¨® relajado, pegando zapatillazos y con el pico a un toro noble -despu¨¦s lo apu?al¨®- y anduvo a la deriva con otro ¨¢spero y tantico violento.
La carne de toro se le indigest¨® al veterano Ni?o de la Capea. Y al p¨²blico, que lo pas¨® mal. Si no llega a ser por el ajoarriero, las migas, las magras, el bocadillo de bonito, los pimientos del piquillo rellenos de txangurro, los hongos al horno, el gorr¨ªn pasado con buen pan y el champanico fr¨ªo, coge y se va.
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