Leonardo Boff, ?un judas?
El autor del art¨ªculo se solidariza con Leonardo Boff, te¨®logo, brasile?o de la liberaci¨®n que renunci¨® recientemente al sacerdocio debido a la persecuci¨®n de que era objeto por parte de Roma, y reivindica el leg¨ªtimo pluralismo teol¨®gico dentro de la Iglesia Cat¨®lica, tal como lo prescrib¨ªa el Concilio Vaticano II.
En estos d¨ªas se ha producido un hecho que, por razones diversas, ha conmocionado a la opini¨®n p¨²blica. Leonardo Boff, te¨®logo brasile?o de la liberaci¨®n, conocido en todo el mundo, anuncia su renuncia al sacerdocio y a la orden franciscana, explica las razones de su decisi¨®n y, casi simult¨¢neamente, el secretario del Estado del Vaticano, monse?or Angelo Sodano, lo compara con Judas.El hecho provoca reacciones diversas: desde los que llaman al cardenal bestia, monstruo y otras cosas peores..., hasta los que lamentan la decisi¨®n del te¨®logo como una p¨¦rdida, o quienes se felicitan porque, finalmente, el famoso te¨®logo se ha destapado, soltando el diablo que llevaba dentro.
La ¨¦tica teol¨®gica tiene que avanzar siempre a la par de la vida. En este caso, puede ayudar a disipar la confusi¨®n y el esc¨¢ndalo, y a explicar el dolor y la indignaci¨®n. Pedro Casald¨¢liga, espa?ol, pero ya obispo brasile?o, nos previene oportunamente: "Debemos sentir con la Iglesia. Pero no hay que caer en la herej¨ªa de pensar que la Iglesia se identifica con los obispos". La jerarqu¨ªa es una parte ¨ªnfima de la Iglesia.
Segundo, la jerarqu¨ªa en cuanto a tal no detenta el monopolio de la verdad ni de los valores evang¨¦licos. Tercero, la jerarqu¨ªa no est¨¢ inmune de pecado y error; puede fallar y equivocarse. Cuarto: es un deber combatir los fallos y errores de toda la Iglesia, incluidos, por supuesto, los de la jerarqu¨ªa: "Hay que tener conciencia, escribe el Vaticano II, de las deficiencias hist¨®ricas de la Iglesia y combatirlas con m¨¢xima energ¨ªa para que no da?en a la difusi¨®n del Evangelio" (Gs., 44).
Entrando ya en el tema, disponemos de criterios de la m¨¢s pura moral tradicional, que pueden ir haciendo luz sobre nuestro caso. 1. Nadie puede juzgar de una persona: "De las cosas interiores ni la Iglesia, s¨®lo Dios". Lo saben nuestras abuelas y lo repiten los ni?os del catecismo. 2. Toda acci¨®n encierra en s¨ª un significado propio, aunque parcial, a la hora de juzgar la implicaci¨®n total del sujeto. Referente a este aspecto, todo el mundo conoce las notas que caracterizan la actividad de Leonardo: su opci¨®n por los pobres, su pasi¨®n por el Evangelio de Jes¨²s, su intento de conjugarlo con la justicia social, su lucha contra las ideolog¨ªas y mecanismos que generan la pobreza, su lucha por una Iglesia sin discriminaciones, su af¨¢n de rescatar al cristianismo de los poderosos, su denuncia contra un poder clerical hegem¨®nico que usurpa derechos de los seglares, etc¨¦tera. 3. Esta actividad viene acompa?ada desde hace unos 25 a?os por una doble y particular circunstancia: Leonardo estudia, investiga, escribe, publica, impulsa revistas y editoriales, participa en innumerables encuentros, recorre el mundo entero hablando de los pobres y del Evangelio liberador de Jes¨²s. Y encandila al p¨²blico. Lo encandila por su modo humano, fraterno, dialogal, abierto, libre, comprometido. Su palabra es c¨¢lida, renovada, incisiva, demoledora de todas las estructuras alienadoras e injustas.Pluralismo teol¨®gicoPor otra parte, sobre la vida de Boff comienza a caminar una sombra peligrosa: la autoridad doctrinal lo sigue y lo controla hasta el extremo de cuestionar sus escritos, prohibir su ense?anza y publicaciones, alejarse de la c¨¢tedra, privarla de la direcci¨®n en revistas y editoriales, exigirle silencio y desterrarlo finalmente a Corea del Sur o a Filipinas por cinco a?os y en total silencio.
Leonardo responde siempre a tanta presi¨®n con paciencia, ternura, di¨¢logo, esperando que le muestren en qu¨¦ puntos andan equivocados sus planteamientos y, si no, que rectifiquen. Pero no llegan ninguna de las dos cosas. Nunca hubo ni tuvieron motivo para tacharle de hereje. El problema no es de herej¨ªa sino de negaci¨®n del leg¨ªtimo pluralismo teol¨®gico en la Iglesia, tal como lo prescribe el Vaticano II: "Promu¨¦vase en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las leg¨ªtimas diversidades, para abrir, con fecundidad creciente, el di¨¢logo. Los lazos de uni¨®n de los fieles son mucho m¨¢s fuertes que los motivos de divisi¨®n entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo" (Gs., 92). A Leonardo le obligan a callarse, a no ense?ar, a no crear, a no denunciar, a enterrar su sacerdocio ¨¦tico y prof¨¦tico, debe seguir siendo sacerdote y franciscano pero como si no lo fuera. ?En qu¨¦ queda un sacerdocio reducido al silencio y a la ineficiencia? ?Qu¨¦ puede tener de persona, sacerdote y religioso un sujeto al que se le impone la anulaci¨®n de esa su triple condici¨®n?
?La renuncia al sacerdocio y a su vida religiosa se debe el mismo Leonardo?
Ante este extremo, Leonardo ha declarado p¨²blicamente que ¨¦l debe obedecer antes que nada a su conciencia, la cual le dicta que el sacerdocio es obra de Dios y no de los hombres, pero que cuando los hombres lo desvirt¨²an y pretenden que uno obre en contra de ¨¦l, entonces tiene perfecto derecho a rebelarse, a defender su dignidad y libertad, y a gritar a quienes son responsables de tal resultado: Non licet. ?Es l¨ªcito irrumpir coactivamente en la vida de una persona? ?Es l¨ªcito mandar inhumanamente? ?Es l¨ªcito someterse abyectamente? ?Qu¨¦ p¨¦rdida no ser¨ªa la de callar ante procedimientos como ¨¦stos? Se puede hablar de traici¨®n a un sacerdocio que previamente se lo ha decapitado y se lo entregan a uno para que lo arrastre en silencio y derrotado como una momia?
Pueden parecer fuertes estas palabras. Pero, quiero recurrir en este momento eclesial dificil a la experiencia y palabras de quienes tienen en ella un valor y prestigio indiscutibles.
Bernard H?ring, autor del libro La Ley de Cristo, acaso el mayor y m¨¢s reconocido moralista de la Iglesia cat¨®lica, ha escrito en su libro Mi experiencia con la iglesia: "He reflexionado, mucho antes de decidirme a revelar acontecimientos que -he mantenido hasta ahora en secreto y que me han afectado ¨ªntimamente... Al final, me convenc¨ªa de la necesidad de provocar cierto esc¨¢ndalo, que espero sea salv¨ªfico, para contribuir a la curaci¨®n de una situaci¨®n que ha llegado a ser patol¨®gica" (p¨¢gina 65).Acusaciones falsas"Durante la II Guerra Mundial fui obligado a comparecer cuatro veces ante un tribunal militar. En dos de ellas era cuesti¨®n de vida o muerte. En aquellas circunstancias me sent¨ª honrado porque la acusaci¨®n ven¨ªa de los enemigos de Dios. En otras palabras, las acusaciones eran ciertas porque no me somet¨ªa a aquel r¨¦gimen. Ahora, de forma humillante, he sido acusado por la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe; las acusaciones son falsas. M¨¢s a¨²n, nacen de un ¨®rgano de Gobierno de la Iglesia a la que he servido durante mi vida con todas mis fuerzas y con toda honestidad, y conf¨ªo servirla con entrega en el futuro. Preferir¨ªa encontrarme de nuevo ante un tribunal de Hitler. Sin embargo, mi fe no vacila" (?dem, p¨¢gina 122).
El padre H?ring fue convocado en el 79 a reunirse con los directivos de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Escribe: "En realidad, me ped¨ªan una declaraci¨®n servil. Inmediatamente les hice saber, con toda claridad, que no estaba en absoluto dispuesto, convencido de que era pecado actuar contra la conciencia... Con estas premisas acud¨ª a la cita... Me intimaron, con decisi¨®n, que no era posible a un te¨®logo disentir de su magisterio. Agotado e indignado, respond¨ªa que, gracias a Dios, no estaba dispuesto a confundir la Iglesia con la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, de otra forma, no hubiera podido permanecer all¨ª un instante m¨¢s. Rogu¨¦ a la congregaci¨®n recapacitase sobre las muchas sombras que la Inquisici¨®n romana hab¨ªa acumulado en otros tiempos sobre aquel palacio. A esto, el arzobispo Hamer respondi¨® que no sent¨ªa verg¨¹enza alguna respecto al pasado". "Sal¨ª tras casi dos horas de interrogatorio y reprimendas, que me hicieron sentir como un cr¨ªo ante el preceptor. Deshecho, asqueado y con la cabeza a punto de estallar; pero contento en mi interior y dando gracias a Dios, que me hab¨ªa ayudado a no someterme a ning¨²n acto servil (p¨¢gina 87)".
Desde su experiencia y la de otros muchos, que ¨¦l conoce muy bien, el padre H?ring hace votos: "Por la urgente necesidad de crear una especie de amnist¨ªa internacional en el interior de la Iglesia cat¨®lica que act¨²e con la transparencia que exigen el mundo de hoy y, de forma especial, el anuncio del Evangelio. ?As¨ª no se puede continuar!" (p¨¢gina 10).
En carta personal me escrib¨ªa H?ring a m¨ª mismo a prop¨®sito de conflictos semejantes: "No aceptan que la Iglesia encarnada en el Santo Oficio pueda errar y tenga que aprender algo de los esfuerzos unidos a los te¨®logos o de los expertos de otras disciplinas... La situaci¨®n actual es extremadamente explosiva. El n¨²mero de moralistas castigados crece y no se prev¨¦ l¨ªmites... Se debe hacer un esfuerzo no violento para lograr una reforma profunda del sistema actual, particularmente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Este esfuerzo no podr¨¢ ser f¨¢cil, porque se trata de una estructura pecaminosa que se ha enraizado durante muchos siglos. En el palacio del Santo Oficio yo siento el virus de la vieja Inquisici¨®n. Se requiere una cura profunda".
Acabo con estas palabras de monse?or Pedro Casald¨¢liga, dichas a Leonardo en otro momento dif¨ªcil: "Hermano Leonardo, te¨®logo de la Gracia Liberadora, paz y bien. La hermandad entera te acompa?a en la oraci¨®n de la fe, con las serenatas impacientes de la esperanza y en la rebelde fidelidad de los adultos corresponsables por el reino de Dios. Profeta escogido de muchas palabras luminosas".
es te¨®logo.
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