Apoteosis caballar
Flores / Cuatro rejoneadores
Toros para rejoneo, afeitados, de Viuda de Antonio Flores Tassara, muy bravos.
Curro Bedoya: pinchazo y rej¨®n bajo; mata el sobresaliente de dos descabellos (vuelta). Antonio Ignacio Vargas: rej¨®n muy bajo (oreja). Gin¨¦s Cartagena: rej¨®n baj¨ªsimo (oreja y dos vueltas). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: pinchazo, rej¨®n cerca de la pata otro al aire, otro atravesado en lo alto y, pie a tierra, tres descabellos (vuelta). Por colleras: Bedoya, rej¨®n contrario cerca de la pata, y Vargas, otro lateral en la tripa (vuelta). Cartagena -con Boh¨®rquez-, rej¨®n ca¨ªdo (dos orejas); salieron a hombros por la puerta grande.
Plaza de Valencia, 25 de julio. Octava corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
JOAQU?N VIDAL, Valencia
Hubo apoteosis de rejoneadores pero la apoteosis verdadera fue caballar. Los caballos trabajaron de firme. Los caballos dieron unas galopadas como no las ha conocido el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa y algunos a¨²n se vieron en la obligaci¨®n de componer vertiginosos caracoleos, ense?ar la patita, ponerse de manos. Se ganaron doble raci¨®n de pienso y tampoco habr¨ªa estado de m¨¢s que los rejoneadores les invitaran a mariscada.
Los caballos m¨¢s galopados y caracoleados fueron las preciosidades ¨¦quidas que sac¨® Gin¨¦s Cartagena para desarrollar la espectacularidad de su rejoneo. Con frecuencia los pon¨ªa de manos, los manten¨ªa as¨ª un buen rato, y entonces la afici¨®n pod¨ªa contemplar sus zonas bajeras a satisfacci¨®n. Los manten¨ªa tanto rato de manos, que parec¨ªan la estatua del Espartero. A veces se echaba hacia atr¨¢s el caballero -la cabeza abajo; las botas arriba; herraduras al sol, ?iiij!, el caballo- y al p¨²blico le entusiasmaba aquella estampa, que merec¨ªa una oreja; quiz¨¢ dos.
Dos orejas gan¨® Cartagena -acaso fueran tres; depende de c¨®mo se haga la cuenta-, pero no s¨®lo por sus alardes ecuestres sino tambi¨¦n por la precisi¨®n de sus artes rejoneadoras. Prendi¨® bandarillas a dos manos, las prendi¨® en la modalidad que llaman del viol¨ªn, y estas ¨²ltimas acudiendo al toro de frente, seg¨²n mandan c¨¢nones.
Los otros rejoneadores estuvieron menos f¨¢ciles y lucidos, aunque dentro de un tono general de lucimiento y facilidad bastante alto. Y si no era tan alto, al p¨²blico le daba lo mismo, y aplaud¨ªa igual. El p¨²blico se pas¨® la tarde aplaudiendo, as¨ª fuera aquella banderilla de Antonio Ignacio Vargas con ajustada reuni¨®n, que aquella -otra de Ferm¨ªn Boh¨®rquez en la mism¨ªsima pata del toro.
En cualquier caso, los rejoneadores ten¨ªan suficientes recursos para provocar los aplausos. Curro Bedoya, que no estuvo muy afortunado, a juzgar por sus sombrerazos y gritos de euforia parec¨ªa el triunfador de la tarde. Curro Bedoya tiene m¨¢s tablas que Borr¨¢s. Y sus compa?eros no le van a la zaga. La matanza repulsiva en que convirtieron Vargas y Bedoya el final de su actuaci¨®n en collera, la resolvi¨® expeditivamente Vargas pegando una fren¨¦tica galopada ruedo a trav¨¦s mientras agitaba el sombrero, lo cual provoc¨® la ovaci¨®n encendida del p¨²blico y les vali¨® dar la vuelta al ruedo.
Ferm¨ªn Boh¨®rquez intent¨® un toreo sobrio; que unas veces resolv¨ªa con la autenticidad del mejor estilo campero y otras con imprecisiones. El m¨¦rito de Vargas consisti¨® en superar toreramente la tenaz codicia de un toro brav¨ªsimo. Ese toro, y todos, lucieron una casta excepcional, y ten¨ªan maravillado a un aficionado que permanec¨ªa perdido entre la masa aplaudidora. "?Vuelta al ruedo!", ped¨ªa a la presidencia en cada uno de los arrastres. Y cuando, muerto el sexto, la masa gritaba "?la-o-tra, la-o-tra!" que el presidente concedi¨®, y la collera Cartagena-Boh¨®rquez sal¨ªa triunfadora por la puerta grande, solicit¨® -respetuosamente- que sacaran tambi¨¦n en volandas a los caballos. Pero la presidencia no le pod¨ªa oir, con aquel estruendo. Y, para restablecer la equidad, decidi¨® representarlos, saliendo por la puerta grande con un trotecillo saleroso.
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