"S¨®lo lo que haces importa, esa es la grandeza de esta ciudad"
Imaginar a un hombret¨®n como ¨¦l a bordo de un ochocientos cincuenta es como pensar en Gulliver pilotando el auto de Pulgarcito. Con hormigueos en las piernas debi¨® de llegar desde Barcelona, ciudad que ama porque todo empez¨® all¨ª. Con sus hijos habla en catal¨¢n, idioma que adem¨¢s lee y escribe. Se hizo periodista en la Universidad de Bellaterra, pero siempre estuvo al acecho de sus propias circunstancias, aguardando a que todo cuadrara para venirse a Madrid. "Y finalmente cuadr¨®. Un m¨²sico siempre quiere ir al lugar donde se cuece todo. Aqu¨ª estaban las emisoras de radio, las casas discogr¨¢ficas... Decid¨ª quedarme, y acert¨¦. He sido feliz en muchos lugares. Pero Madrid es Madrid. Y hace 15 a?os aqu¨ª pasaban cosas. Todo qued¨® reducido a, un t¨¦rmino publicitario, la movida. Quiz¨¢ no fue para tanto, pero es un t¨®pico pensar que Madrid es una ciudad menos moderna que otras. Madrid es tan europea como Londres. Hay sensaci¨®n de libertad, esp¨ªritu cosmopolita. Resulta dif¨ªcil de entender si jam¨¢s se ha vivido una situaci¨®n opresiva".Sin embargo, la casa a su medida est¨¢ a 40 kil¨®metros de la Puerta del Sol, en Meco. Eso le ha ensefiado a pasear con gusto por Alcal¨¢ de Henares y le obliga a recorrer cada d¨ªa un centenar de kil¨®metros. "Fue una primera decepci¨®n de la que no puedo culpar a los madrile?os. No me importa la distancia, sino el tiempo perdido en la carretera, que podr¨ªa invertir en pasear, sin m¨¢s, por el centro de Madrid. Lo digo en una canci¨®n, las ciudades son libros que se leen con los pies'. Reconozco que tengo aut¨¦nticas relaciones de amor con el paisaje. Miro las calles una y otra vez, descubro cosas, ¨¦se es mi oficio". Adem¨¢s ejerce de buscador de canciones en el programa Para que veas, que dirige Paco Lobat¨®n en Radio Nacional de Espa?a.
Protesta
Es feliz aqu¨ª, "gracias", dice, "a mi gran sentido de la provisionalidad". Porque le ha tocado lidiar no una, sino dos crisis relacionadas con su carrera y su profesi¨®n. Malos momentos para la radio y peores para que le dejen cantar. "?Por qu¨¦ se empe?an en decir que la canci¨®n de autor no est¨¢ de moda? Viviendo en Barcelona, viajaba hasta Madrid y me quedaba en Vallecas. Aquellos recitales eran entra?ables, pero tambi¨¦n mis ¨²ltimas actuaciones en El¨ªgeme, hace tres a?os, ante un p¨²blico que, d¨ªas antes, segu¨ªa con la misma atenci¨®n el recital en euskera de Imanol, un vasco que canta incluso a capella [sin acompa?amiento musical]. No se o¨ªa el vuelo de una mosca. Me parece terrible que cierres y prohibiciones est¨¦n terminando con la m¨²sica en directo. Hay que luchar por los lugares que a¨²n nos quedan". Sus bares favoritos son los de salsa, de la que lo sabe casi todo, excepto bailar.
Quint¨ªn Cabrera nunca ha sido un exiliado. Dej¨® atr¨¢s un Uruguay democr¨¢tico cuando aqu¨ª faltaba mucho para el ep¨ªlogo de la dictadura. Una pol¨ªtica desgraciada que abon¨® la canci¨®n protesta. Conciertos que sonaban mejor a la luz de gas de mil mecheros. A las duras se derrochaba una solidaridad que decreci¨® llegadas las maduras. Mientras, en su pa¨ªs, la vida iba al rev¨¦s, como discurren las cosas en el otro hemisferio. Si en Espa?a asomaba la apertura, all¨¢ irrumpe un golpe militar que borra la opci¨®n del regreso. Al Uruguay ya no voy..., debi¨® pensar Quint¨ªn, "y me qued¨¦ viendo crecer a mis dos hijos, para compartir con ellos un pa¨ªs. Seg¨²n me hago viejo, m¨¢s uruguayo me pongo, aunque mi nacionalidad sea espa?ola, y Gonz¨¢lez mi presidente, mal que me pese". Pero no se ve a s¨ª mismo en La Moncloa, entonando su letra: Qu¨¦ vida tan diferente la suya y la m¨ªa, se?or presidente. "Dudo que me invitara. ?De sobra sabe Gonz¨¢lez lo distintas que son nuestras vidas!".
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