Gassman
Hoy, en Sevilla, Vittorio Gassman, actor fascinado por lo desmedido, intentar¨¢ ensanchar el corral de un auditorio hasta el tortuoso oc¨¦ano que su creador, Herman Melville, defini¨® como el lado oculto del planeta, met¨¢fora lunar en la que hierve la fiebre de Moby Dick. Es este actor un gigante de la escena y la tarea es a su medida, representar lo imposible: eso es el teatro cuando recupera aliento sagrado.Gassman tard¨® medio siglo en dar forma a su idea, que es el tiempo que Achab, capit¨¢n del barco ata¨²d, consumi¨® tras el insomne y suicida rastro de la oscura ballena blanca que, cuando era joven y su orgullo no hab¨ªa sido mordido todav¨ªa por la conciencia de la fragilidad humana, tuvo la osad¨ªa de resistir a su arp¨®n y, con el furor indiferente que Dios deposit¨® en la bestia, vulner¨® al cazador con un zarpazo que dividi¨® en dos su rostro y le arranc¨® una pierna, engendrando en su orgullo herido la venganza blasfema de la caricatura de un hombre.
El rito de la m¨¢s grande caza imaginada ocurrir¨¢ esta noche, bajo el plenilunio sevillano, y el viejo cazador no podr¨¢ esta vez escupir al ojo de Dios, el Sol, si se opone a su determinaci¨®n de te?ir de rojo el sudario de Moby Dick. Todo es enormidad en el grito que hoy oficiar¨¢ uno de esos raros actores capaces de destapar el exceso sin exagerar o sobreactuar. O¨ªr recitar a Gassman es un espect¨¢culo. Verle bramar el rencor de Achab puede por ello ser un suceso inolvidable o, si tropieza, rid¨ªculo. Y si Gassman alcanza el aullido -rectil¨ªneo como la trayectoria met¨¢lica de su arp¨®n: "?All¨ª! ?All¨ª resopla!"- del cazador ofendido asistiremos -ocurre cada medio siglo- al milagro de que lo sublime coincida, en un instante sin tiempo, con los l¨ªmites de una piel humana. Ning¨²n constructor de catedrales podr¨¢, si Gassman no cae y se eleva, llegar tan arriba.
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