El amig¨® fiel acudi¨® a la llamada de auxilio
El amigo fiel acudi¨® de nuevo a la llamada de auxilio. Como ha ocurrido tantas veces desde que hace 35 a?os se convirtieron en una imbatible pareja de tenis, James Baker ha hecho un nuevo sacrificio por su amigo George Bush.No ha debido ser f¨¢cil para Baker renunciar a su privilegiado puesto para mancharse las manos en el terreno m¨¢s sucio de la arena pol¨ªtica. De hecho no lo ha sido. Varias fuentes pr¨®ximas al secretario de Estado confiesan que Baker dud¨® mucho antes de tomar esta decisi¨®n.
Tampoco ha debido ser f¨¢cil para George Bush retirar de la conducci¨®n de su cuidada pol¨ªtica exterior al hombre que tantos ¨¦xitos le hab¨ªa dado en ese campo. Pero la situaci¨®n pol¨ªtica interna se hace cada d¨ªa m¨¢s agobiante para el presidente y no parece encontrar m¨¢s remedio que echar mano de su hombre-milagro, del mismo personaje que condujo la campa?a electoral de 1988 y llev¨® a Bush hasta la Casa Blanca: James Baker.
Quienes conocen bien a Baker han dicho que el secretario, un pol¨ªtico de modales aristocr¨¢ticos poco inclinado a las pr¨¢cticas del mundo subterr¨¢neo de la pol¨ªtica, se resisti¨® hasta el ¨²ltimo momento a dejar su tribuna del Departamento de Estado. Pero, en realidad, tampoco ten¨ªa muchas alternativas.
Es cierto que Baker puede quemarse in¨²ltilmente en la batalla de una campa?a electoral que se presenta extraordinariamente dif¨ªcil, pero quedarse en su ministerio a esperar pl¨¢cidamente a que llegue la derrota de Bush sin hacer nada por evitarla tampoco parece ser una misi¨®n que le reporte beneficios pol¨ªticos. Si Baker quiere seguir en la Administraci¨®n tiene que arrimar el hombro para que su amigo siga en la Casa Blanca. Si no lo consigue, es seguro que no le faltar¨¢n ofertas de la empresa privada para mantenerse ocupado en los pr¨®ximos a?os.
Las primeras reacciones a la decisi¨®n del presidente Bush est¨¢n divididas. Por un lado se reconoce que la capacidad del ex secretario de Estado dar¨¢ un nuevo aliento a la campa?a electoral republicana, pero, al mismo tiempo, se advierte que la medida -por otra parte, cantada desde hace tiempo- deja asomar algo de desesperaci¨®n en la campa?a de Bush, de falta de soluciones originales.
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