"?Cu¨¢ndo mejorar¨¢n los transportes p¨²blicos?"
En pleno mes de agosto, cuando Madrid tiende al socarral, Layton se aferra a su atalaya, as¨ª le gusta llamar a su casa, afortunado de pasar en la ciudad los d¨ªas m¨¢s inactivos del calendario. "Me da rabia marcharme en agosto, igual me suced¨ªa en Nueva York. Hay menos gente, menos tr¨¢fico y el aire est¨¢ m¨¢s limpio".Se asoma una y otra vez para disfrutar de la visi¨®n que regala un quinto piso. Sufre cuando el parque del Retiro amanece coronado por el hongo de la contaminaci¨®n o contempla con orgullo el teatro Espa?ol, su segundo hogar y su primer escenario, el de aquella Numancia de Miguel Narros. "Siempre me dice que podr¨ªamos tender una cuerdecita entre el teatro y mi casa para no salir a la calle. Pero mi escalera es mi gimnasio. Gracias a ella me mantengo en forma".
Disc¨ªpulos no; seguidores
Layton vino a Madrid animado por su amigo el escritor Thorton Wilder para ayudar a Jos¨¦ Luis Alonso en el montaje de La Casamentera. Cinco a?os en Latinoam¨¦rica le hab¨ªan ense?ado a amar Espa?a y Miguel Narros cont¨® con ¨¦l hasta hacer definitivas las estancias, primero intermitentes, de Layton en Madrid, una ciudad donde escaseaban los profesores de teatro. Narros, Maruja L¨®pez y Layton crean el Teatro Estudio de Madrid.A partir de ah¨ª, otros tantos pr¨®ceres de la escena entran en su vida y viceversa. Jos¨¦ Carlos Plaza, con quien ahora colabora en el Centro Dram¨¢tico Nacional y trabaja en su laboratorio de teatro, Ana Bel¨¦n, Susana Herri¨¢ndez, Alfonso Vallejo, Jos¨¦ Luis Alonso de Santos, Jos¨¦ Pedro Carri¨®n, Tamayo, Chema Mu?oz, Maruja L¨®pez Ortiz, Jos¨¦ Luis G¨®mez... "Disc¨ªpulos no. Seguidores. Trabaj¨¦ dos a?os en Barcelona y fue fant¨¢stico. Incluso aprend¨ª catal¨¢n. Hacer teatro en Catalu?a es much¨ªsimo m¨¢s f¨¢cil, pero..." y encoge los hombros sin dejar de gesticular, pregunt¨¢ndose a s¨ª mismo qu¨¦ diablos ver¨ªa en una ciudad y en una ¨¦poca que le oblig¨® a convivir con la censura y le brind¨® ese otro teatro, "la polic¨ªa pegando, plas, plas", relata Layton con una deformaci¨®n profesional, que hace de su vida una sincera aunque permanente puesta en escena.
A?ora el aspecto anterior de la plaza de Santa Ana. "Han quitado los bancos. S¨ª, puedes sentarte en las terrazas, pero son car¨ªsimas. El mercadillo de artes anos de los s¨¢bados era precioso, siempre bajaba a comprar algo. ?Qu¨¦ voy a decir del Partido Popular! Que no da ni una peseta por el laboratorio de teatro que, sin embargo, cuenta con las ayudas del Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid. Si no podemos mantenerlo dignamente, prefiero cerrarlo. Como dec¨ªa mi abuela, si te caes por la escalera que sea siempre subiendo".
Con el envidiable entusiasmo de un joven de 78 a?os, repasa un libro que ha escrito y ha permanecido 40 a?os en un caj¨®n. "Lo pienso rechacer con toda la experiencia acumulada en Madrid". Luego explica el lado bueno de los malos tiernpos que hacen m¨¢s contumaces a los j¨®venes, igual que la censura.
Parafrasea de nuevo a su abuela, "el barco sale mejor contra el viento. No soporto la desesperanza ni el desencanto. Ustedes saldr¨¢n de la crisis. Creo que mi pa¨ªs exporta lo malo que tiene, recesi¨®n, hamburguesas y pel¨ªculas que- no deber¨ªan salir de all¨ª".
Consom¨¦ y jam¨®n dulce
Ladra un perro, ulula una sirena, un claxon, un cami¨®n y las obras del teatro Espa?ol. Una sordera, casi total de cinco a?os ac¨¢, le transforma la ciudad y le obliga al soliloquio. Recuerda, su casa de la calle de las Huertas, frente a una iglesia, cuando a¨²n pod¨ªa oir ta?er a las campanas. Ahora duerme como un tronco, mientras los dem¨¢s sufren, dice, "el ruido de los bares de aqu¨ª abajo. Fue duro, hasta que me hice amigo de mis o¨ªdos y de este aparato" [y se?ala el sonotone]. "Lo peor es no poder salir a comer acompa?ado, porque no podemos charlar".Pero abandona las cuitas en favor de un buen recuerdo, el homenaje organizado tras recibir la medalla de oro del M¨¦rito en las Bellas Artes, hace ahora tres a?os. Con sus amigos, en uno de sus restaurantes favoritos, Lhardy.
"Me encanta ir a mediod¨ªa. Tomo un consom¨¦, una tapa y compro jam¨®n dulce. Luego paseo, pero ?cu¨¢ndo har¨¢n peatonal el centro de Madrid y mejorar¨¢n los transportes p¨²blicos?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.