Suspiros del Manuela
La calle de San Vicente Ferrer mide exactamente 6, 75 metros de ancho. Juan Mantrana, Juan el del Manuela, ha efectuado m¨¢s de una vez la medici¨®n con la esperanza de que un corrimiento de tierras aumente en 25 cent¨ªmetros las dimensiones de la estrecha y emblem¨¢tica v¨ªa en la que se ubica su caf¨¦. Por culpa de esos dichosos 25 cent¨ªmetros la m¨²sica ha dejado de sonar en vivo en el Manuela. Una peregrina ordenanza, resucitada por el concejal Matanzo en su cruzada contra Malasa?a, especifica un m¨ªnimo de siete metros de anchura para las calles en las que se ubiquen salas de fiestas, locales con m¨²sica en vivo. La ordenanza invoca razones de seguridad, pero nadie ha podido averiguar hasta ahora por qu¨¦ es m¨¢s inseguro escuchar a un cuarteto de jazz o a un cantautor en directo que hacerlo a trav¨¦s de sus grabaciones discogr¨¢ficas.La voz humana, sin acompa?amiento, sigue sonando en el Manuela; Chicho S¨¢nchez Ferlosio, sin guitarra, y Paco Cumpi¨¢n leen poes¨ªa todos los martes por la noche, y otros d¨ªas le toca el turno al poeta argentino Poni Micharvegas y a sus compa?eros, igualmente desguitarrados. En el Manuela sobreviven las tertulias, del tarot a la izquierda latinoamericana, pasando por el psicoan¨¢lisis, todo a media voz, casi en la clandestinidad, pues ya se sabe que Matanzo cuando oye hablar de cultura echa mano a la Polic¨ªa Municipal y decreta el cerrojazo.
El Manuela, fundado en 1979 en el local de una antigua carpinter¨ªa, es una reedici¨®n perfecta de lo! caf¨¦s de principio de siglo.
Broncistas, escayolistas, cristaleros y otros artesanos que sobreviv¨ªan en el barrio trabajaron bajo la supervisi¨®n de Mantrana, utilizando sus tradicionales t¨¦cnicas, hoy pr¨¢cticamente extinguidas. La fidelidad y la verosimilitud del espacio del Manuela convirti¨® al caf¨¦ en escenario para el rodaje de m¨¢s de 40 pel¨ªculas y de otros tantos espacios publicitarios.
M¨²sica y tertulias
Hoy el Manuela ha ampliado su, horario y abre en la ma?ana para el rito de la ca?a y el tapeo. El actor Fifo Lage, cliente veterano, atiende detr¨¢s del mostrador a una clientela en la que confluyen los nuevos y los antiguos parroquianos. El caf¨¦ sigue siendo foro y punto de encuentro aunque haya enmudecido el piano. Por el escenario del Manuela, en los tiempos felices, pasaron m¨²sicos de jazz, veteranos como Vlady Bass y j¨®venes promesas de entonces como Jorge Pardo o Miguel ?ngel Chastang; el extrovertido y polivalente Urano Souza ameniz¨® con ritmos brasileiros sus veladas, y el legendario Tom¨¢s de Antequera luci¨® sus abigarrados conjuntos y sus divinas facultades para la copla. En el Manuela conduc¨ªa sus tertulias Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, y entre sus habituales figuran gentes de artes y de letras como la escritora Carmen Mart¨ªn Gaite, Rafael S¨¢nchez Ferlosio, Umbral, los pintores Octavio Colis, Jos¨¦ Luis Verdes o Armando Durante, y pol¨ªticos como Enrique Curiel o Leguina.Fuera del tiempo y por encima de las modas, el Manuela fue y sigue siendo refugio de noct¨¢mbulos al¨¦rgicos al estruendo de los disco-pubs, gente tranquila, amiga de la conversaci¨®n y aun de la civilizada pol¨¦mica sobre los veladores de m¨¢rmol. Los muros del Manuela acogen peque?as muestras pict¨®ricas y entre sus mesas circulan poetas insomnes, con sus poemas fotocopiados a la venta, pintores y dibujantes con sus cartapacios entreabiertos y profetas apocal¨ªpticos. Juan Mantrana resiste acosado por los nuevos centuriones, siempre proclive a nuevas escaramuzas culturales como aquella gloriosa expedici¨®n que bajo su gu¨ªa, una noche de verano, hace m¨¢s de 10 a?os, limpi¨® de pintura blanca la fachada de la cercana farmacia de San Andr¨¦s para que salieran de nuevo a la luz los antiguos azulejos pintados a mano, reclamo de obsoletas especialidades farmac¨¦uticas, que se han convertido en el monumento m¨¢s visitado del barrio.
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