Roberto Dom¨ªnguez da una lecci¨®n
Roberto Dom¨ªnguez remont¨® en Albacete su pl¨²mbea y floja temporada, con dos faenas de distinto corte que le valieron abrir la puerta grande, aunque lo m¨¢s destacable fue su lecci¨®n de c¨®mo poder someter y lucirse despu¨¦s con un manso. Sus j¨®venes compa?eros de terna, por el contrario, fracasaron con los bicornes de semejante catadura que le correspondieron en suerte o en desgracia.Era un primor paladear al vallisoletano, que siempre dio la barba en Albacete, como homenaje a esta tierra que en sus lejanos oscuros tiempos de no figura le programaba en todas las ferias, aplicar sus conocimientos t¨¦cnicos frente al cuarto, un morlac¨®n al que hab¨ªa sido imposible poner el tercer par de banderillas. Este galafate perdi¨® su incertidumbre y su saldo de ga?afones cuando el coletudo se faj¨® con ¨¦l, le dobl¨® por bajo con mando y poder¨ªo, y se cruz¨® hasta lo inveros¨ªmil aguantando turbulencias, entre la emoci¨®n a raudales de los espectadores. Una vez cumplida tan dif¨ªcil misi¨®n le extrajo templados redondos y naturales dentro de la seguridad que exig¨ªa la dif¨ªcil condici¨®n cambiante del bicho.
N¨²?ez / Dom¨ªnguez, Joselito, Caballero
Toros de Carlos N¨²?ez, bien presentados, justos de fuerza y mansos, excepto primero y sexto, manejables. Roberto Dom¨ªnguez: oreja; oreja. Joselito: ovaci¨®n; aviso y divisi¨®n. Manuel Caballero: silencio; oreja. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del subalterno Ram¨®n Soto. Plaza de Albacete. 14 de septiembre. S¨¦ptima corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
El que abri¨® festejo era de embestida beat¨ªfica y nobil¨ªsima por lo que Dom¨ªnguez se dedic¨® a fulgir suavidad m¨¢s un toreo prosopop¨¦yico, de sal¨®n, con percal y pa?osa. El lote de Joselito era como el cuarto de la tarde y el madrile?o propendi¨® m¨¢s a la l¨ªmpida correcci¨®n sin enfados ni alharacas que a encorajinarse intentando el triunfo. Joselito esturre¨® muchos pases, algunos perfectamente ortodoxos y pura ambros¨ªa, pero sin forzar nunca la marcha. Lo malo es que en el quinto, un precioso ejemplar colorao, ojo de perdiz y bocirrubio, el p¨²blico ya ten¨ªa la referencia de la lecci¨®n explicada por Roberto Dom¨ªnguez anteriormente sobre el encerado del rubio albero y en la comparanza Joselito sal¨ªa perdiendo.
Lo del albacetense Manuel Caballero en su primer enemigo, tambi¨¦n manso y de reacciones similares al cuarto, fue peor, pues en ning¨²n momento se dobl¨®con ¨¦l ni lo machete¨®, li¨¢ndose al pretender hacer la habitual faena posmoderna, que era imposible, por lo que lleg¨® a encrespar a sus paisanos.
Parec¨ªa que la responsabilidad de estar contratado tres tardes en el abono le iba a traicionar tambi¨¦n en el manejable sexto. Pero Caballero se meti¨® en el t¨²nel del tiempo y record¨® al novillero triunfador de 1990. As¨ª, con temple, ligaz¨®n y momentos de alto voltaje art¨ªstico, recuper¨® un tantico su propia confianza y la de sus paisanos ante su tercera y definitiva actuaci¨®n.
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