Francia y el Mediterr¨¢neo
Francia es una potencia mar¨ªtima ignorada. Es una verdadera potencia mediterr¨¢nea que no sabe definir bien su papel.El almirante Amehan, gran estratega del mar, observaba que "Francia se vio constantemente apartada del mar por proyectos de extensi¨®n colonial, concebidos a veces con inteligencia, pero en muchos otros casos, de forma un tanto irreflexiva. Su suerte depend¨ªa de sus esfuerzos militares; habr¨ªa sido considerablemente mejor si hubiera aprovechado de forma m¨¢s inteligente su posici¨®n geogr¨¢fica". Es necesario a?adir tambi¨¦n que la aventura colonial nunca tuvo en Francia el apoyo de la opini¨®n p¨²blica y que los franceses s¨®lo se sintieron ligados a tierras lejanas cuando tuvieron que abandonarlas. Despu¨¦s de abandonarlas, Francia se lanz¨® de lleno a la empresa continental que supone la construcci¨®n de Europa; y ahora experimenta un escalofr¨ªo metaf¨ªsico en el momento en que. debe integrarse definitivamente en la Uni¨®n cuya realizaci¨®n ha perseguido incansablemente.
Para Francia, el Mediterr¨¢neo es un espacio perif¨¦rico. Por eso, en vez de sacar partido de su "posici¨®n geogr¨¢fica", se deja fascinar por su vecino alem¨¢n, cae en la trampa de la eterna complicidad conflictiva con Gran Breta?a. Olvida que, por naturaleza, Francia es la imagen reducida de Europa occidental en su diversidad: de las llanuras del norte a los bosques, al litoral atl¨¢ntico, a la monta?a y al mar meridional puede alardear de un parentesco verdadero con todos los pa¨ªses de la Comunidad. Deber¨ªa expresar con su propia pol¨ªtica la s¨ªntesis de las contradicciones y virtudes europeas. Pero no lo hace; su atenci¨®n est¨¢ centrada en otros asuntos, perdiendo as¨ª argumentos de peso en la confrontaci¨®n cotidiana con sus vecinos del norte. Francia tiene todo lo necesario para convertirse en el aut¨¦ntico melting pot del norte y el sur, del oeste y el este. Pero deja de lado ¨¦ste potencial, no asume esta responsabilidad. No ha entendido bien, acepta de mala gana que la principal potencia mediterr¨¢nea ya no es Francia sino Europa, y que adoptar una posici¨®n individualista significa perder dos veces. Por una parte, en el seno de la Comunidad, al competir con sus aliados naturales que son Espa?a, Italia, Grecia y Portugal; pero tambi¨¦n en el espacio mediterr¨¢neo, donde gozar¨ªa de una mayor credibilidad como l¨ªder de la Comunidad de cara al sur que como heredera de su pasado colonial.
Porque el sur del Mediterr¨¢neo ha cambiado m¨¢s que el norte, a pesar de las transformaciones que implica la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea. Efectivamente, al esfuerzo de cohesi¨®n del norte se opone la fragmentaci¨®n del sur. A la desmovilizaci¨®n mesi¨¢nica en el norte responde una movilizaci¨®n cultural e ideol¨®gica en el sur. Frente al crecimiento econ¨®mico, tecnol¨®gico y organizativo del norte surge en el sur, en medio de la regresi¨®n econ¨®mica y tecnol¨®gica, un desconcierto en las opiniones que pone en peligro los equilibrios pol¨ªticos nacionales y que puede ser, a trav¨¦s de la emigraci¨®n y de una hostilidad cada vez mayor, un factor grave de inestabilidad. Ya no basta con referirse al Golfo, a Oriente Pr¨®ximo o a Yugoslavia las tensiones son graves en todo el sur y el este del mar interior.
Para hacerlas frente, si es que ha pensado en ello alguna vez, Francia sugiere una organizaci¨®n del Occidente mediterr¨¢neo. Al hacerlo, no tiene en cuenta dos elementos fundamentales: Mediterr¨¢neo no hay m¨¢s que uno, y el pasado no basta para justificar las pretensiones francesas de desempe?ar un, papel dominante en la cuenca occidental. De hecho, Francia deber¨ªa favorecer una visi¨®n global de la zona del Mediterr¨¢neo y proponer, abogar por una pol¨ªtica europea conjunta en el Mediterr¨¢neo.
Por dividido que pueda estar por el estrecho ?talo-tunecino-malt¨¦s, el Mediterr¨¢neo no conocer¨¢ una paz por separado. No se llegar¨¢ a ning¨²n acuerdo decisivo con el Magreb sin que participen en ¨¦l el Mashrek [¨¢rea que abarca los pa¨ªses comprendidos entre la frontera occidental de Egipto y la occidental de Ir¨¢n], Turqu¨ªa e Israel. Pero sobre todo, Europa no gozar¨¢ en el Mediterr¨¢neo del peso que le, corresponde objetivamente mientras las potencias del norte no se sientan profundamente solidarias con las del sur, mientras Alemania, el Reino Unido y el Benelux no comprendan que el futuro del Mediterr¨¢neo (tan peligroso por otra parte) depende en gran medida de la voluntad colectiva de los pa¨ªses europeos para participar en la b¨²squeda de un equilibrio. Alemania no tiene vocaci¨®n para ser la potencia delegada de Europa para reforzar las relaciones con el este; el Reino Unido tampoco la tiene para ser el interlocutor privilegiado con sus primos norteamericanos; Espa?a y Portugal no tienen el monopolio del desarrollo de las relaciones con Brasil, M¨¦xico, Argentina o sus vecinos; ni Francia, ni Espa?a, ni Italia, ni Portugal, ni Grecia tienen capacidad para encarnar o para llevar a cabo la pol¨ªtica mediterr¨¢nea que Europa necesita. Es Europa la que debe comprometerse en los cuatro puntos cardinales, y en primer lugar el Mediterr¨¢neo. Entonces los pa¨ªses mediterr¨¢neos de Europa resultar¨¢n cre¨ªbles, y sus conocimientos acerca de las poblaciones y los problemas de la regi¨®n podr¨¢n ser empleados de forma ¨²til.
?Comprender¨¢ Francia (su Gobierno, su opini¨®n p¨²blica) lo que est¨¢ en juego? Seguro que s¨ª, a pesar de los antiguos recuerdos, de las actuales dificultades y de la fascinaci¨®n que ejercen sobre ella el mar, el sol y ese trozo de tierra donde han nacido varias de las m¨¢s grandes civilizaciones humanas. A los franceses les gustar¨ªa no o¨ªr hablar de Sarajevo, de Beirut o del FIS argelino; les gustar¨ªa que no fuera tan f¨¢cil para las familias norteafricanas en busca de subsistencia o de seguridad cruzar el mar, les gustar¨ªa que el mar evocara simplemente unas vacaciones en la playa. Pero ahora saben que su futuro se decide all¨ª. El Gobierno empieza a comprender que su voluntad de construir Europa carecer¨¢ de una base racional si la propia Francia no es la art¨ªfice de un justo equilibrio estrat¨¦gico-econ¨®mico-pol¨ªtico entre el este y el sur. La pol¨ªtica mediterr¨¢nea renovada, elaborada en Bruselas, la llevan a cabo en gran medida funcionarios que deben utilizar de la forma m¨¢s inteligente posible los fondos, puestos a su disposici¨®n; pero ninguno de ellos est¨¢ satisfecho con este mero proyecto. Lo que le falta a Europa para intervenir de forma ¨²til en esta zona de alto riesgo es un compromiso pol¨ªtico de los Doce, conscientes por fin de que el futuro de Europa se decide, por partes iguales, en el sur y en el este. Son necesarios un planteamiento y una voluntad. Europa no debe intervenir en el Mediterr¨¢neo como una potencia exterior, obsesionada adem¨¢s con un planteamiento a corto plazo, sino como una parte integrante de la regi¨®n, como un socio del sur comprometido con ¨¦ste en la b¨²squeda y la construcci¨®n de un equilibrio duradero.
Pero que nadie sue?e con una comunidad mediterr¨¢nea. Hablemos m¨¢s bien de una concertaci¨®n y de una cooperaci¨®n entre conjuntos con culturas, situaciones e intereses divergentes. Organicemos una Conferencia para la Seguridad y el Desarrollo Mediterr¨¢neo, no una instituci¨®n, sino un encuentro, una reuni¨®n que permita orientar los flujos y alcanzar un equilibrio.E
es director del Instituto del Mundo ?rabe de Par¨ªs.
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