Miedo al 'boche'
Alemania sigue siendo una pesadilla diaria para los franceses
?Qu¨¦ conmemoran los franceses en su fiesta nacional del 8 de mayo? La capitulaci¨®n de la Alemania nazi, el 8 de mayo de 1945. ?C¨®mo llaman a sus vecinos del otro lado del Rin? Los boches, t¨¦rmino tan intraducible como despectivo. ?Qu¨¦ piensan de los boches? Que son tan disciplinados y trabajadores que no saben vivir. ?Les consideran peligrosos? S¨ª, mucho. M¨¢s de 30 a?os despu¨¦s de que De Gaulle y Adenauer sellaran una reconciliaci¨®n hist¨®rica, Alemania contin¨²a agit¨¢ndose como una monstruosa pesadilla en el inconsciente colectivo franc¨¦s.
El canciller Helmut Kohl dio en el clavo cuando, hablando en el programa de televisi¨®n en que su "amigo Fran?ois" (Fran?ois Mitterrand) defendi¨® el Tratado de Maastricht, dijo: "?Por qu¨¦ los franceses tienen que tener complejo de inferioridad frente a los alemanes?". Kohl, franc¨®filo convencido, como tantos de sus compatriotas, era sincero al hacerse la pregunta, pero el problema es que los franceses tienen complejo de inferioridad. Y eso es tan dif¨ªcil de cambiar como conseguir que respeten las se?ales de tr¨¢fico.Usado con profusi¨®n en la primera fase de la campa?a del refer¨¦ndum sobre Maastricht, el argumento del miedo a Alemania ha dejado de ser de buen gusto en Francia. Ya no se lleva tanto defender el s¨ª diciendo que Maastricht "ata en corto" a Alemania, o proponer el no afirmando que la futura moneda ¨²nica europea es "el marco disfrazado". En los ¨²ltimos d¨ªas, uno y otro campo reclaman "un respeto" a Alemania, ese "pa¨ªs indudablemente de mocr¨¢tico", ese "fiel amigo".
El pasado fin de semana, Mitterrand dijo a: EL PA?S que se sent¨ªa "personalmente herido" por el empleo que algunos de sus seguidores han hecho del "argumento germano". Al afirmar que no hay ning¨²n "demonio alem¨¢n", el presidente franc¨¦s estaba se?alando al ex primer ministro Michel Rocard y al actual ministro de Asuntos Sociales, Jean-Louis Bianco. Ambos dirigentes socialistas hab¨ªan usado con profusi¨®n la tesis de que un no a Maastricht supondr¨¢ que Alemania "recupere su libertad de movimientos" en el Viejo Continente.
En paralelo, el senador gaullista Charles Pasqua reafirmaba que la amistad entre Francia y Alemania, "fraguada por De Gaulle y Adenauer", es "anterior a Maastricht y le sobrevivir¨¢". "Es inadmisible arrojar la menor sombra de duda sobre el car¨¢cter democr¨¢tico de Alemania y sobre su compromiso con Francia y la construcci¨®n europea", dijo Pasqua.
Mitterrand y Pasqua dir¨¢n lo que quieran, pero, por m¨¢s que los alemanes se esfuercen por ser cooperativos y agradables, millones de franceses les miran con desconfianza. En Le Nouvel Observateur, Fran?ois SchIosser ha dado con la clave del asunto: "La ¨²ltima vez que Alemania recuper¨® su unidad, hace m¨¢s de un siglo, el acontecimiento fue seguido por dos guerras mundiales y cerca de 100 millones de muertos".
Si la participaci¨®n del espa?ol Felipe Gonz¨¢lez en un mitin socialista en Estrasburgo despert¨® protestas, la de Kohl en el pograma televisivo de Mitterrand levant¨® tormentas. Muy consciente de que ten¨ªa que andarse con cuidado, Kohl dijo hablar "como un amigo que da consejos". Todo hab¨ªa sido calculado para que el canciller no irritara a los franceses, incluida la posibilidad de que la sonoridad de la. lengua alemana -amenazadora para los o¨ªdos franceses- despertara viejos fantasmas. En realidad, a Kohl no se le escuch¨®, Hablando en un franc¨¦s perfecto y de una suavidad estudiada, un traductor apag¨® completamente su discurso.
Desde la Segunda Guerra Mundial y hasta la reunificaci¨®n alemana, los franceses consideraron como una broma muy divertida aquella que dec¨ªa: "Amo tanto a Alemania que prefiero que haya dos". Pero lleg¨® la reunificaci¨®n, realizada a una velocidad muy superior a la que esperaban los franceses, y entonces ¨¦stos empezaron a comprender que su c¨¦lebre "excepci¨®n" es decir, la ilusi¨®n de seguir siendo una gran potencia, estaba en peligro. Francia volvi¨® a descubrir que est¨¢ menos poblada y es menos rica que Alemania, ese vecino con el que sostuvo tres guerras entre 1870 y 1945.
"Como Dios en Francia"
Los franceses ignoran que sus vecinos admiran la calidad de su vida, la belleza y el dinamismo de Par¨ªs, la elegancia y hermosura de sus mujeres, la riqueza de sus bodegas, restaurantes y museos. No saben que, cuando los alemanes quieren expresar la felicidad de alguien, dicen que vive "como Dios en Francia". Y quienes lo saben, lo interpretan como la posibilidad de que los germanos vuelvan a intentar comerse Francia.
Nada entusiasma m¨¢s a los franceses como descubrir que, en alguna materia, superan a sus vecinos. Cuando la inflaci¨®n en su pa¨ªs se situ¨® por debajo del nivel alem¨¢n, un semanario tan moderado como L'Express titul¨®: "Inflaci¨®n, el d¨ªa de gloria. Francia se comporta mejor que Alemania".
Ser¨ªa injusto decir que en las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas de Francia tambi¨¦n dominan esos sentimientos de inferioridad y revancha. La pol¨ªtica de amistad con Alemania emprendida por De Gaulle ha sido seguida con entusiasmo por todos sus sucesores en el El¨ªseo: Georges Pompidou, Val¨¦ry Giscard d'Estaing y Fran?ois Mitterrand. Y, por encima de los sentimientos subyacentes en el hex¨¢gono galo, la pareja franco-alemana funciona muy bien.
Francia es el principal inversor extranjero en el territorio de la extinta RDA. Superadas sus divergencias sobre el ritmo de la reunificaci¨®n alemana, Mitterrand y Kohl apadrinaron la aceleraci¨®n de la construcci¨®n europea que culmin¨® en el Tratado de Maastricht. Luego dieron a luz el primer Cuerpo de Ej¨¦rcito mixto del continente. Y m¨¢s tarde bendijeron la aparici¨®n de Arte, la cadena de televisi¨®n franco-alemana con sede en Estrasburgo.
El lunes, los partidarios franceses del s¨ª interpretaron como un "magn¨ªfico gesto de buena voluntad" la decisi¨®n alemana de bajar sus tipos de inter¨¦s a los pocos d¨ªas de la celebraci¨®n del refer¨¦ndum sobre Maastricht. Los elevados tipos alemanes se hab¨ªan convertido en un freno para la recuperaci¨®n de la econom¨ªa francesa, que, dados sus excelentes resultados en materia de lucha contra la inflaci¨®n, puede y debe permitirse tenerlos m¨¢s bajos.
"Paz" es la expresi¨®n favorita de Mitterrand a la hora de hacer la propaganda del tratado que apadrin¨® con su "amigo Helmut". El presidente franc¨¦s no se priva de recordar que ¨¦l combati¨® contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y no desea que sus nietos pasen las mismas calamidades. El Tratado de Uni¨®n Europea, dice, es un "seguro de paz" para unos y otros.
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