Proceso a Gorbachov
Se supon¨ªa que Rusia evolucionaba hacia un Estado de derecho, pero el tratamiento infligido a Mija¨ªl Gorbachov con ocasi¨®n del proceso ante el Tribunal Constitucional de Mosc¨² toma cada vez m¨¢s el sesgo de una manipulaci¨®n pol¨ªtica. Los 13 jueces deben pronunciarse, a petici¨®n de ciertos dirigentes del PCUS, sobre la validez de los decretos de Bor¨ªs Yeltsin por los que se prohib¨ªa la actividad de su partido y, a solicitud del Gobierno, sobre la legalidad hist¨®rica del PCUS. Gorbachov fue invitado a asumir la defensa de ese partido, del que fue el ¨²ltimo secretario general, pero ¨¦l se neg¨® categ¨®ricamente, y el presidente del tribunal, Valeri Zorkin, despu¨¦s de una larga entrevista privada, acept¨® sus argumentos. Pero el ex presidente acaba de negarse a comparecer siquiera como simple testigo, y, esta vez, el tribunal se siente insultado. A petici¨®n suya, el ministro de Seguridad (ex KGB) hab¨ªa prohibido a Mija¨ªl Gorbachov abandonar el pa¨ªs, impidi¨¦ndole acudir a Se¨²l y despu¨¦s a Italia. Como era de esperar, el hombre de la perestroika se alza con toda su energ¨ªa contra la limitaci¨®n de su libertad de movimiento. Seg¨²n ¨¦l, esta medida viola las leyes actuales de Rusia y las convenciones internacionales que ese pa¨ªs ha firmado.El asunto ha levantado un gran revuelo en Occidente y puede llegar a tener repercusiones diplom¨¢ticas. En primer lugar, porque el prestigio de Gorbachov en el extranjero permanece intacto, mientras que la orientaci¨®n de Bor¨ªs Yeltsin, desde la anulaci¨®n de su viaje a Jap¨®n, parece poco clara, demasiado influenciada por el nacionalismo ascendente en Rusia. Despu¨¦s, porque el actual proceso de Mosc¨² es, a ojos de la mayor¨ªa de los occidentales, una flagrante anomal¨ªa jur¨ªdica: un tribunal constitucional, o lo que quiera que sea, no puede pronunciarse m¨¢s que sobre la conformidad de las leyes con la Constituci¨®n en vigor. No se trata de un tribunal que, por orden de Guenadi Burbulis, brazo derecho de Bor¨ªs Yeltsin, pueda instruir el proceso de N¨²remberg del comunismo sovi¨¦tico. Y m¨¢s cuando los 13 jueces, quienes, al igual que Burbulis, han hecho toda su carrera en el PCUS -algunos hasta el ¨²ltimo d¨ªa de su existencia-, no son los m¨¢s cualificados para juzgarle. Por otra parte, la derogaci¨®n del decreto que prohib¨ªa ese partido parece igualmente absurda: el PCUS ha estallado en mil pedazos, sus antiguos l¨ªderes se encuentran, unos en el poder, con otra etiqueta, y otros en una decena de agrupaciones de oposici¨®n, incapaces de entenderse. El veredicto del tribunal no cambiar¨ªa nada. Las pasiones desatadas en Mosc¨² al inicio de este proceso se han apaciguado hace tiempo. Los manifestantes de ambos bandos ya no se agolpan ante el Palacio de Justicia, situado junto a la plaza Roja. Y con raz¨®n: para ganar tiempo, los jueces han decidido escuchar a una serie infinita de expertos, propuestos por los dos demandantes, pero que repiten los mismos argumentos en un lenguaje jur¨ªdico dif¨ªcil de comprender y de exponer en la prensa. S¨®lo un experto ha causado sorpresa: P. Abovine-Eguil¨¦s, veterano de la disidencia y de las prisiones sovi¨¦ticas, exiliado en Francia durante mucho tiempo. En lugar de aplastar a sus antiguos carceleros, ha lanzado una violenta diatriba anticapitalista en general, y contra Yeltsin en particular, recordando su discurso contra Andr¨¦i S¨¢jarov, pronunciado el 5 de abril de 1983 en SverdIovsk. El tribunal, desconcertado, decret¨® enseguida que no aceptaba esa declaraci¨®n y que no deber¨ªa constar en las actas del proceso.
La llegada a la sala de antiguos miembros del Politbur¨®, desde Yegor Ligachov hasta Iv¨¢n Rijkov, no bast¨® para animar la sesi¨®n: s¨®lo se les pidi¨® que dieran su opini¨®n sobre los problemas debatidos, como a los expertos de rigor. ?Querr¨ªan hacer lo mismo con Mija¨ªl Gorbachov para sondear sus pensamientos sobre su antiguo partido? El interesado no lo cree as¨ª. Para ¨¦l, este proceso s¨®lo ha sido montado para desacreditarle, para convertirle en el chivo expiatorio del drama de la Rusia actual. Recelo que no carece de fundamentos: sus adversarios, tras haberse incautado de los archivos del PCUS, han empezado a utilizarlos de una manera muy selectiva y sin el menor control, con el prop¨®sito de minar el prestigio del ex presidente en Occidente. Se le acusaba sobre todo de haber subvencionado a los partidos comunistas extranjeros. El viceprimer ministro, Mija¨ªl Poltoranin, lleg¨® incluso a atribuirle a Gorbachov la intenci¨®n de provocar una revoluci¨®n mundial. Estas revelaciones fracasaron, no consiguieron impresionar a la prensa occidental y acabaron cansando incluso a la prensa rusa, menos exigente. Pero en la actualidad es el frente interno el que interesa al equipo Burbulis-Poltoranin, y es muy capaz de sacar de su chistera de mago otros documentos inverificables para comprometer al ex presidente.
Decir que Gorbachov, como cualquier ciudadano, debe obedecer a la convocatoria del tribunal no tiene sentido, porque ning¨²n otro ciudadano se encuentra en su situaci¨®n. Pero con el giro nacionalista de Rusia, una movilizaci¨®n demasiado en¨¦rgica en Occidente a favor de Gorbachov puede ser utilizada por Yeltsin para demostrar que es el antiguo presidente y no ¨¦l el que es "demasiado dependiente" del extranjero". El l¨ªder ruso parece haber comprendido que ha ido demasiado lejos en su af¨¢n por conseguir un plan Marshall que no llega, y que su exclamaci¨®n en Washington: "Dios bendiga a Norteam¨¦rica" ha sido muy mal vista por los rusos. En sus incontables caricaturas, la oposici¨®n le presenta con el cirio en la mano, dando su bendici¨®n a Norteam¨¦rica como un vasallo, y no como jefe de una potencia que hasta hace nada contaba tanto como Estados Unidos. No es sorprendente que el Kremlin quiera recuperar su reputaci¨®n de pa¨ªs que no est¨¢ a las ¨®rdenes de cualquiera. Al d¨ªa siguiente de la anulaci¨®n del viaje de Bor¨ªs Yeltsin a Tokio, el 10 de septiembre, la Voz de Rusia difundi¨® el editorial de uno de sus allegados en el que se met¨ªa sobre todo con los norteamericanos por el apoyo que prestan a los japoneses en su contencioso territorial con Rusia. "Fue para satisfacer nuestros compromisos con Estados Unidos por lo que, en 1945, entramos en guerra contra Jap¨®n: los norteamericanos han reconocido en tres ocasiones, en 1945, en 1946 y, ante la Asamblea de la ONU, en 1951, nuestros derechos sobre las islas Kuriles. ?C¨®mo se atreven a faltar a todos sus compromisos? Estos d¨ªas, este tono poco habitual acompa?a igualmente a la decisi¨®n del Gobierno ruso de entregar los tres submarinos, vendidos a Ir¨¢n, sin tener en cuenta las advertencias y las demandas de Washington. En el ¨¢mbito interno, Yeltsin se inclina m¨¢s discretamente del lado de los patriotas, pero de una manera muy calculada. Por ejemplo, acaba de conceder la tercera estrella al general Alexandr Lebed, comandante en jefe del 14? Ej¨¦rcito, estacionado en Moldavia, que se ha convertido en la bestia negra de los dem¨®cratas a causa de sus declaraciones visiblemente nost¨¢lgicas acerca de la gran potencia sovi¨¦tica. En semejante contexto, Mija¨ªl Gorbachov aparece como un hombre aislado, que no encuentra apoyo ni entre sus antiguos camaradas que siguen en el poder ni entre los que est¨¢n en la oposici¨®n. Por lo que es precisamente el m¨¢s indicado para ese papel de chivo expiatorio, y seguramente el tribunal no dejar¨¢ de acosarle.
El ex presidente no ha sabido sacar provecho de este embrollo seudojur¨ªdico para presentar al tribunal su acusaci¨®n contra Bor¨ªs Yeltsin y sus c¨®mplices en la famosa cumbre eslava en Bielorrusia, en 1991, preludio del estallido de la URSS. Gorbachov, al no haber querido continuar la guerra de los jefes ni liderar la oposici¨®n, parec¨ªa apostar por el hundimiento del nuevo poder, permaneciendo en la sombra como hombre al que se podr¨ªa recurrir en un momento dado. Sus tomas de posici¨®n ocasionales carec¨ªan de claridad, y la gente s¨®lo recordaba sus frecuentes viajes al extranjero, que no mejoraban su imagen ante la opini¨®n p¨²blica. En las tribunas que le ofrece la prensa extranjera (La Stampq o EL PA?S) y nacional (Komsom¨®lskaya Pravda) se abstiene de adoptar una postura firme no s¨®lo con respecto a la campa?a de las privatizaciones, sino tambi¨¦n con respecto a los conflictos inter¨¦tnicos que ba?an de sangre Georgia y Tayikist¨¢n. No tiene nada de sorprendente que su cota de popularidad en Rusia no aumente, y por eso est¨¢, aparentemente, a merced de su enemigo Yeltsin. Queda saber hasta d¨®nde puede llegar este ¨²ltimo sin que su juego se vuelva contra ¨¦l. El decreto del presidente ruso por el que obliga a la Fundaci¨®n Gorbachov a ceder sus locales a la Academia Financiera -que todav¨ªa no existe- ha sido considerada por todos como una medida demasiado mezquina que revela una simple vendetta de ¨ªndole personal. Y como si todo ello no fuera suficiente, el incre¨ªble Poltoranin ha acusado a Gorbachov de transformar su fundaci¨®n en una escuela de cuadros, seg¨²n el modelo de la de Lenin en Longjumeau, "para disparar como los bolcheviques contra el Gobierno ruso". Los rusos, inmersos en una crisis econ¨®mica terrible, pueden no apreciar en su justa medida este espect¨¢culo seudojur¨ªdico. Al querer ofrecer a toda costa a la opini¨®n p¨²blica una cabeza de turco, Yeltsin y los suyos podr¨ªan muy f¨¢cilmente terminar suministrando la prueba de su impotencia pol¨ªtica.
es periodista franc¨¦s experto en el este de Europa.
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