Espa?a, 10 a?os despu¨¦s
Recuenta el autor del texto los logros conseguidos por la gesti¨®n socialista durante los 10 a?os en que han ejercido el gobierno, desde la construcci¨®n de infraestructuras viarias a mejoras en sanidad, educaci¨®n y pensiones. Sin olvidar para ello las referencias a la recesi¨®n econ¨®mica mundial y las cr¨ªticas a las alternativas a la pol¨ªtica socialista.
Para hacerse una idea de lo que ha cambiado Espa?a en los 10 ¨²ltimos a?os de Gobierno socialista convendr¨ªa no limitarse a las cifras y subrayar dos hechos en los que no solemos reparar. El primero es la informaci¨®n que la prensa internacional ha ofrecido de la Expo de Sevilla y de la Olimpiada: nadie ha negado un rotundo ¨¦xito organizativo, una gesti¨®n moderna y eficaz, y un descomunal esfuerzo en la planificaci¨®n y ejecuci¨®n de infraestructuras.Las cr¨ªticas se han limitado a subrayar que en este pa¨ªs, sorprendentemente modernizado en una d¨¦cada, subsist¨ªan bolsas de atraso urbano. Sin duda, este hecho es muy doloroso, pero marca una diferencia muy notable respecto a otros pa¨ªses que en esta misma d¨¦cada han recorrido la trayectoria inversa, de forma que hoy s¨®lo mantienen bolsas de desarrollo y modernidad en medio de una econom¨ªa y unas infraestructuras en decadencia de una sociedad globalmente empobrecida.
El segundo hecho, que resulta llamativo, se refiere al impacto de la crisis mundial y europea sobre la econom¨ªa espa?ola. Se ha hablado, debido al clima de exagerado euroescepticismo causado por las turbulencias en el Sistema Monetario Europeo, del riesgo de que la Comunidad evolucionara hacia una Europa de dos velocidades, en la que Espa?a se quedar¨ªa fuera del pelot¨®n de cabeza.
Pero no se ha reparado quiz¨¢ lo suficiente en que, entre los pa¨ªses que se ve¨ªan amenazados, Espa?a era el que hab¨ªa realizado el esfuerzo m¨¢s notable, desde 1986, para incorporarse a ese pelot¨®n, y que la misma amenaza pesaba sobre dos pa¨ªses a los que siempre nos habr¨ªa gustado compararnos, Gran Breta?a e Italia, cuyos propios problemas son hoy m¨¢s serios que los nuestros. Mientras la econom¨ªa espa?ola segu¨ªa creciendo, hasta este a?o, por encima del 2%, Gran Breta?a est¨¢ en su segundo a?o de recesi¨®n, y el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica, que tanto nos alarman (y con buenas razones), est¨¢n muy lejos de las cifras que abruman la econom¨ªa italiana.
Comenzar as¨ª un balance de lo que ha cambiado Espa?a en estos 10 a?os podr¨ªa ser una llamada al realismo: el pa¨ªs no se ha convertido en la meca de la modernidad, cosa que, por cierto, los socialistas nunca hemos afirmado, pero ciertamente ha dado un espectacular salto para salir del atraso. Y nuestro crecimiento de los ¨²ltimos a?os no est¨¢ a salvo de una recesi¨®n mundial, como dif¨ªcilmente podr¨ªa estarlo, pero los problemas de nuestra econom¨ªa son ya los de un pa¨ªs razonablemente saneado, no los de una econom¨ªa en continua decadencia. Por otra parte, estos problemas no son tan graves como los de otros pa¨ªses que parec¨ªan un ejemplo envidiable hace s¨®lo unos meses. Estamos en un momento dif¨ªcil, como lo est¨¢n todas las econom¨ªas industriales. Un momento que requiere nuevos y serios esfuerzos, pero en ning¨²n caso justifica que ignoremos lo logrado ni que recaigamos en la vieja tradici¨®n nacional del masoquismo.
Espa?a en el mundo
Quiz¨¢ no tiene sentido detallar de nuevo las cifras que muestran el esfuerzo realizado, pero conviene recordar algunos de sus rasgos, por m¨¢s sabidos que debieran ser. El primero es un largo trabajo para situar a Espa?a en Europa y en el mundo, un trabajo tenaz y continuado que ha ido m¨¢s all¨¢ de las personas concretas, aunque sea inevitable recordar la habilidad y la dedicaci¨®n del desaparecido Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez.
Los resultados de esta tarea han conducido a la integraci¨®n en la Comunidad Europea, con una voz propia y coherente dentro de ella, y una presencia internacional de Espa?a muy superior a su peso econ¨®mico o geogr¨¢fico. Que Madrid fuera el lugar de arranque de la Conferencia de Paz en Oriente Pr¨®ximo fue algo m¨¢s que una an¨¦cdota, como fue la presencia del presidente Gonz¨¢lez en la firma de los acuerdos de paz en El Salvador.
Sociedad m¨¢s justa
Un segundo rasgo es, desde mi punto de vista, el salto hacia una sociedad m¨¢s justa e igualitaria. Es f¨¢cil decir que con lo alcanzado no hemos llegado a ponernos a la misma altura que otros pa¨ªses que llevan d¨¦cadas peleando por garantizar la igualdad de oportunidades a .sus ciudadanos, pero el balan ce, tan s¨®lo 10 a?os despu¨¦s, no est¨¢ nada mal.
La generalizaci¨®n de la sanidad p¨²blica o de las pensiones para las personas mayores, incluso las que no han contribuido, no son avances despreciables, aunque haya colas en la asistencia sanitaria (no mayores que en otros pa¨ªses) o las pensiones nos parezcan a¨²n insuficientes despu¨¦s de haber ganado en promedio un 20% de poder adquisitivo, o tras aumentar en m¨¢s de dos millones de personas los beneficiarios. Como no es poca cosa el esfuerzo en educaci¨®n, desde la elevaci¨®n de la edad de escolaridad obligatoria al crecimiento vertiginoso de las becas universitarias, pasando por la modernizaci¨®n sistem¨¢tica y continuada de las distintas ense?anzas.
Tambi¨¦n se ha producido un cambio hacia la igualdad de oportunidades, en el que se repara menos, como es la plena equiparaci¨®n legal de las mujeres con los hombres, que ha situado a Espa?a a un nivel europeo en este terreno. Este logro se ha conseguido a la vez que se ha realizado un serio intento de cambiar las actitudes sociales, de diversificar la educaci¨®n y la profesionalizaci¨®n de las mujeres. Un serio intento de lograr su plena incorporaci¨®n a la cultura y al deporte, al trabajo, a la pol¨ªtica y a todos los aspectos de la vida social. Cierto que, una vez m¨¢s, en el campo de la igualdad real falta a¨²n mucho por hacer, pero bastante menos que hace una d¨¦cada.
Ahora que la recesi¨®n econ¨®mica mundial nos afecta, puede parecer inoportuno recordar que Espa?a aprovech¨® al m¨¢ximo la expansi¨®n de la segunda mitad de los a?os ochenta para invertir en infraestructuras, y que el crecimiento del empleo en nuestro. pa¨ªs en esos a?os: no tiene paralelismo en ning¨²n otro. Pero es imprescindible recordarlo, pues ahora la derecha espa?ola asegura que aquella oportunidad se desperdici¨®, porque se gast¨® demasiado.
Es verdad que se invirti¨® mucho, se gast¨® mucho en carreteras y obras p¨²blicas, como las que han cambiado radicalmente Barcelona y Sevilla; se gast¨® en pensiones, para esas personas que no las ten¨ªan o las ten¨ªan de miseria; se gast¨® en educaci¨®n y en sanidad. Y lo m¨¢s notable es que la derecha espa?ola critica esos gastos en el momento en que en Estados Unidos -el pa¨ªs que han tomado como modelo a seguir durante una d¨¦cada- crece la demanda social para que se hagan esos mismos gastos e inversiones en el intento de superar las hipotecas que sobre la econom¨ªa ha dejado la d¨¦cada neoconservadora.
Pero nuestra derecha no quiere ahora saber nada de lo que all¨ª sucede. Una cosa es que bajen los impuestos, lo que a nadie disgusta, y otra, hacerse cargo del deterioro econ¨®mico y social que de ello se puede derivar.
Nadie ignora, con la posible excepci¨®n del se?or Anguita, que m¨¢s que all¨¢ de ciertos l¨ªmites el d¨¦ficit no produce crecimiento, sino que estrangula la econom¨ªa, y es evidente que ante la recesi¨®n mundial hoy s¨®lo cabe que los espa?oles nos apretemos el cintur¨®n, comenzando, por cierto, por los responsables y cargos p¨²blicos socialistas. Y, aunque en la coyuntura expansiva de 1986-90 se produjeron grandes avances, el Gobierno socialista insisti¨® entonces en que la situaci¨®n se podr¨ªa mejorar si con una actitud responsable de los agentes sociales se lograba m¨¢s inversi¨®n y m¨¢s empleo, si se pon¨ªa menos el acento en el consumo y la ganancia a corto plazo y se apostaba por un crecimiento m¨¢s sostenido.
Estancamiento
Lo cierto es que en este momento la coyuntura recesiva nos viene de fuera, precisamente del pa¨ªs al que la derecha espa?ola pon¨ªa como ejemplo y que ahora se ve en un prolongado estancamiento, porque las infraestructuras se han deteriorado, porque los costes de la sanidad (privada) se han disparado, porque los niveles educativos se han hundido.
Es verdad que Espa?a tiene que controlar el d¨¦ficit. Son imprescindibles acuerdos sociales para defender el empleo, contener el gasto y fomentar la inversi¨®n. Acuerdos que los socialistas siempre hemos defendido. Pero hay que decir muy claro que los gastos que la derecha espa?ola tanto critica son los mismos que hoy reclaman los ciudadanos a Bill Clinton, y que, aunque nada sea m¨¢s inseguro que una predicci¨®n electoral, no estar¨ªa de m¨¢s que los conservadores espa?oles fueran revisando su discurso. Puede que, en 1993, sin olvidar que no conviene gastar por encima de las propias posibilidades, se haga ya evidente en todo el mundo que un Gobierno que no gasta lo que debe acaba debiendo lo que gasta.
es secretario de organizaci¨®n del PSOE.
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