Dentro de un cerebro en ebullici¨®n
Esta exposici¨®n sobre la obra de Goya en la d¨¦cada de realizaci¨®n de sus celeb¨¦rrimos Caprichos nos ofrece, en principio, mucho m¨¢s de lo que se espera. Lo que quiero decir es que la presente convocatoria hubiera dado cumplida satisfacci¨®n al m¨¢s exigente con tan s¨®lo una de sus partes, la que agrupa los dibujos, l¨¢minas de cobre, pruebas de estado y los aguafuertes de la primera edici¨®n de Los caprichos, creados en 1792 y publicados por Goya en 1799, cuya trascendencia est¨¦tica en la prodigiosa madurez del maestro es hoy conocida en todo el mundo por cualquier amante del arte, pero los organizadores de esta noble empresa, rizando el rizo de la generosidad y la diligencia, han querido coronarla con una excelente muestra pict¨®rica, que comprende no s¨®lo obras capitales de la producci¨®n goyesca, como, entre otras, las dos versiones del retrato de la condesa de Chinch¨®n; la de la colecci¨®n de los duques de Sueca y la de los, Uffizi de Florencia; el de la marquesa de Santa Cruz, del Louvre; o el de Asensio Juli¨¢, de la Thyssen-Bornemisza; por no citar las muchas joyas de la propia academia o del Prado, ahora tambi¨¦n aqu¨ª en exhibici¨®n, sino tambi¨¦n el del c¨ªrculo ¨ªntimo de ilustrados que m¨¢s directamente cabe implicar en esa estupefaciente aventura art¨ªstica e intelectual que supuso la creaci¨®n de Los caprichos.En este ¨²ltimo sentido, la sala que conjunta los nombres de Altamirano, Ce¨¢ Berm¨²dez, Mel¨¦ndez Vald¨¦s, Morat¨ªn, Bernardo de Iriarte, Juan de Villanueva o Jovellanos, a muchos de los cuales el propio Goya pone al pie de los retratos, de su pu?o y letra, la dedicatoria "A mi amigo...", es, en efecto, una soberbia iconograf¨ªa de la intimidad afectiva e intelectual del autor.
En cualquier caso, que conste que me he limitado a destacar s¨®lo algunos de los aspectos que convierten a esta muestra, desde el estricto punto de victa pict¨®rico, en un conjunto excepcional de uno de los m¨¢s grandes artistas del entonces naciente gusto contempor¨¢neo, pero, como advert¨ª al comienzo, ni le exhibido en tomo a Los caprichos, lo que supone no s¨®lo una experiencia aleccionadora respecto a la t¨¦cnica en s¨ª del aguafuerte goyesco, sino la posibilidad de adentrarse en las ideas, vacilaciones y cuitas mentales de ese cerebro en ebullici¨®n del genial maestro.
M¨¢s a¨²n: habiendo padecido Los caprichos las vicisitudes de todas las obras de ¨¦xito universal -banalizaci¨®n anecd¨®tica de los temas y grotesco abuso de las reproducciones m¨¢s t¨¦cnicamente lamentables-, esta, nunca mejor dicho, reflexi¨®n sobre la g¨¦nesis y ejecuci¨®n de los tan celebrados aguafuertes nos restituye la perdida frescura de nuestra mirada y despierta nuevamente nuestra atenci¨®n cr¨ªtica, as¨ª como libera al Goya grabador de las r¨¦moras impuestas por las para ¨¦l imprevistas circunstancias que nos han hecho olvidar, a fuer de esa desaprensiva forma de multiplicar infinitamente sus im¨¢genes, la portentosa calidad de sus aguafuertes, como se puede apreciar en la primera edici¨®n que se conserva en la Calcograf¨ªa Nacional.
Con los cuadros emplazados en las salas del museo de la academia y los dibujos, pruebas, planchas y aguafuertes ocupando las salas de exposici¨®n temporales de esta misma instituci¨®n, salas que han sido acondicionadas al efecto, esta muestra alcanza con largueza la categor¨ªa de aut¨¦ntico acontecimiento en este oto?o madrile?o pr¨®digo en hechos art¨ªsticos relevantes.
Celebr¨¢ndose este a?o el segundo centenario de Los caprichos, sin duda el hito biogr¨¢fico-art¨ªstico m¨¢s relevante de Goya, la Real Academia de Bellas Artes no ha podido tener mejor idea que esta exposici¨®n, que, como he repetido quiz¨¢ sin poder evitar estar impresionado por ello, dada la rareza de esta actitud entre nosotros, da mucho m¨¢s de lo que se espera. Gaudeamus, igitur ... !
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