Amor y emoci¨®n

Willy De Ville se present¨® en Madrid muy justito de facultades, pero sobrado de recursos. Confi¨® el desarrollo del concierto a su indudable clase y a una banda que se sobraba. La jugada le sali¨® redonda. El p¨²blico, que soport¨® impasible un calor infernal, se integr¨® en los numerosos ambientes sonoros que utiliza, record¨® cl¨¢sicos oscuros y, finalmente, se divirti¨® de lo lindo con el detalle hortera del marIachi que le acompa?¨® en Hey Joe.Saxo y acorde¨®n sit¨²an los temas geogr¨¢fica y an¨ªmicamente: entre las grietas de Par¨ªs y Nueva Orleans, sus ciudades favoritas. La pasi¨®n por los ritmos latinos le obliga a jugar con registros diferentes, pero sortea las dificultades y se hace cre¨ªble, seguramente porque la intrusi¨®n no pretende ser tal. Es s¨®lo un cantante de rock and roll que disfruta interpretando historias de amor y emoci¨®n, en ese lugar fronterizo a medio camino entre Springsteen y Cooder.

Su m¨²sica puede llegar a ser tan lac¨®nica y amenzante como su propio perfil. Entonces aparece el mejor De Ville. El narrador inflexible con los triunfadores y condescendiente con los perdedores. Parece que el personaje puede superar al cantante y que el concierto se va a desarrollar en un equilibrio precario. Falso. La banda y un sonido aceptable le arroparon y ¨¦l aprovech¨® para sumergirse en lo mejor de su repertorio. Willy De Ville no ha inaugurado una nueva visi¨®n de la m¨²sica, pero sabe dotar a sus canciones de una c¨ªnica amargura absolutamente explosiva. Es dif¨ªcil escuchar sus historias de forma pasiva, y eso es lo mejor que puede decirse de un cantautor de sus caracter¨ªsticas.