Berl¨ªn pierde frente a Bonn
Nada mejor que echar una mirada al barrio gubernamental de Bonn y trasladarse despu¨¦s a Berl¨ªn y ver lo que sucede en torno al Reichstag. Junto al Rin, en la peque?a ciudad que fuera la capital de una parte de Alemania y que perdi¨® este privilegio hace poco m¨¢s de un a?o, se vive una fiebre constructora.El viernes se inaugur¨® el nuevo Bundestag, una espl¨¦ndida obra de arquitectura para albergar a los representantes del pueblo. A su alrededor se levantan grandes gr¨²as, se mueven excavadoras, y centenares de obreros trabajan para terminar los magn¨ªficos edificios destinados a albergar las instituciones del Estado.
En la aut¨¦ntica capital y te¨®rica sede del Gobierno, junto al r¨ªo Spree, el Circo Americano ha instalado su carpa y sus tres pistas, para alegr¨ªa de los berlineses, en el enorme solar donde, en otros tiempos estuvo la Potsdammerplatz, y donde se supone que deben erguirse orgullosos los edificios que acoger¨¢n al Gobierno de la nueva Alemania. Pero no hay ni una excavadora. De momento, los ¨²nicos que utilizan este espacio son los tigres y elefantes del circo.
Pol¨ªtica de avestruz
Nada mejor que esta paradoja para explicar la manera como se mueve la pol¨ªtica alemana en estos momentos. La mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica, la totalidad de los funcionarios y una parte importante de los medios de comunicaci¨®n alemanes, practican la llamada pol¨ªtica del avestruz, esconder la cabeza para no ver una realidad que resulta evidente, por desagradable, inc¨®moda e inesperada que pueda resultar.
Desde occidente se hace como si no existiera el Este. Se trata de un lugar inc¨®modo. Cada vez que el canciller Helmut Kohl se deja caer por all¨ª sucede algo desagradable; le tiran huevos, le dan un pu?etazo, y acaba saliendo raudo en helic¨®ptero. El canciller ha tenido varias desagradables experiencias de ese tipo en los ¨²ltimos meses.
Esta distorsi¨®n entre lo real y lo oficial, puede aplicarse igualmente al problema de los refugiados, o a toda la pol¨ªtica del pa¨ªs. Cientos de miles de extranjeros entran en el pa¨ªs por cualquier lugar. Piden asilo pol¨ªtico y viven del Estado durante a?os hasta que, en la mayor¨ªa de los casos se les deniega. Pero el Gobierno no acepta que Alemania es un pa¨ªs de inmigraci¨®n y se mantiene la falacia de que no es una sociedad multicultural. Cuando lo cierto es que hay m¨¢s de seis millones de extranjeros residiendo legalmente en Alemania y una cifra desconocida de emigrantes ilegales.
Todo el mundo sabe que es necesario un aumento de los impuestos para pagar la deuda, pero todo lo m¨¢s que se ha o¨ªdo de la boca de Kohl es que es "necesario aumentar los ingresos del Estado" a partir de 1995. La situaci¨®n en la ex Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana exige una hora de la verdad, y esto quiere decir claramente una redistribuci¨®n de la riqueza del oeste al este. Pero la acci¨®n no termina de llegar.
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