El bumer¨¢n econ¨®mico
Bill Clinton se enfrenta al gran reto de la recesi¨®n, el paro, el d¨¦ficit y la deuda
La recesi¨®n y el paro se cobraron el martes una nueva v¨ªctima: el presidente George Bush. La iron¨ªa de esta historia es que la herencia de un d¨¦ficit presupuestario de 290.000 millones de d¨®lares (31,9 billones de pesetas) y una deuda de cuatro billones de d¨®lares no son, precisamente, lo que cab¨ªa esperar de una Administraci¨®n que pasaba por ser el modelo del conservadurismo.Los intereses anuales de la deuda ascienden a 204.000 millones de d¨®lares (22,6 billones de pesetas), cantidad que supera a los gastos del Gobierno en todos los programas sociales. Bill Clinton ha capitalizado la crisis econ¨®mica para desalojar a Bush, pero ahora queda por ver si est¨¢ en condiciones de reactivar la econom¨ªa, crear puestos de trabajo, aumentar los ingresos de las familias, renovar las infraestructuras y reducir a la mitad el d¨¦ficit p¨²blico al t¨¦rmino de su mandato, en 1996.
La Reserva Federal (banco central) ha reducido los tipos de inter¨¦s 20 veces en dos a?os. El objetivo de estos recortes ha sido aliviar la carga de la deuda que contabilizan las familias y las empresas.
Clinton asumir¨¢ la presidencia el pr¨®ximo 20 de enero, y ha anticipado compromisos sociales en los primeros cien d¨ªas de Gobierno. Hacia abril de 1993, su programa deber¨ªa surtir alg¨²n efecto a fin de no defraudar a su electorado.
El sector m¨¢s conservador, los ortodoxos del equipo de Clinton, sugiere establecer objetivos firmes de reducci¨®n del d¨¦ficit. En la recta final de las elecciones caus¨® cierto impacto la discreta reuni¨®n entre Clinton y el ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, un hombre que podr¨ªa jugar alg¨²n papel en la nueva Administraci¨®n. Volcker cree en un programa de reducci¨®n del d¨¦ficit a largo plazo con techos al crecimiento de los gastos de la Seguridad Social y programas de sanidad. La contrapartida de esto ser¨ªa una subida de impuestos.
Pero el plan ortodoxo no reactivar¨¢ la econom¨ªa, como promete Clinton, y el crecimiento continuar¨¢ en la senda actual del 1,5%, sin crear empleo. Lo peor: la clintonomics corre el riesgo de parecerse a la bushonomics como dos gotas de agua.
Hay un dato clave: el. mandato de Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, vence en junio de 1994. Por tanto, la batalla contra la inflaci¨®n, actualmente en una tasa del 2% anual, seguir¨¢ adelante con mano firme. Si a la pol¨ªtica monetaria restrictiva se le a?ade una pol¨ªtica fiscal m¨¢s expansiva, con sus contrapartidas y l¨ªmites, la econom¨ªa podr¨ªa aumentar su ritmo de crecimiento. EE UU relevar¨ªa a Alemania y a Jap¨®n como locomotoras, y el d¨®lar volver¨ªa a apreciarse como en los a?os dorados de Reagan, abri¨¦ndose una nueva etapa de atracci¨®n. de capital hacia un pa¨ªs en franca recuperaci¨®n ante una Europa estancada.
En el contexto restrictivo- y deflacionista presente en Espa?a y Europa, una pol¨ªtica norteamericana como la descrita romper¨ªa la sincronizaci¨®n de la crisis actualmente en curso y desplazar¨ªa corrientes de capital de Europa. Espa?a podr¨ªa ser una v¨ªctima.
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