Una revisi¨®n del arte joven de los ochenta
Una exposici¨®n presenta en Madrid las actitudes de 17 artistas
Tras la anterior revisi¨®n de tres d¨¦cadas del arte madrile?o -las de los sesenta, los setenta y los cincuenta, citadas por el orden seguido en las sucesivas convocatorias-, presenta ahora la Comunidad de Madrid la corres pondiente a los ochenta, de cuya interpretaci¨®n se ha encargado Miguel Fern¨¢ndez-Cid, que act¨²a como comisario.La muestra contiene aproximadamente medio centenar largo de obras de 17 artistas diferentes, cinco de los cuales son nativos de Madrid -M. Trueba (1953), J. Mu?oz (1953), J. M. Sicilia (1954), J. Lorente. (1956) y Ouka Lele (1957)-, siendo el resto oriundos de las m¨¢s diversas localidades -D. ?lvarez Basso (Tuy, 1966), J. Balde¨®n (Ciudad Real, 1960), Dis Berlin (Ciria, 1959), J. Espali¨² (C¨®rdoba, 1955), S. Gim¨¦nez (Torrubia 1958), C. Iglesias (San Sebasti¨¢n 1956), F. Leiro (Cambados, 1957), A. Pati?o (Monforte-, 1957), E. del Rivero (Valencia) M. Rufo (Sevilla, 1954), M. Saiz (Logro?o, 1961) y J. Ugald (Bilbao, 1958)-, lo que constituye una relaci¨®n proporcional muy madrile?a y tambi¨¦n su t¨ªtulo de honor.
La idea de revisar un determinado panorama art¨ªstico mediante el corte cronol¨®gico d una d¨¦cada fue fruto ideol¨®gico precisamente de los a?os ochenta, en los que la ya patente crisis de la vanguardia no nos dej¨® otra argumentaci¨®n cr¨ªtica, para engarzar los acontecimientos del arte contempor¨¢neo considera dos relevantes, que esas inocuas pautas temporales. En todo caso, adem¨¢s de las limitaciones intr¨ªnsecas de este m¨¦todo, ¨¦stas aumentaban seg¨²n se aplicaba la plantilla decenal a periodos m¨¢s alejados de la actualidad, en las que el debate est¨¦tico era de in dole bien diferente, pero, sobre todo, seg¨²n ese todav¨ªa m¨¢s forzado pie de "ser natural de Madrid" o "hacerse artista en Madrid" fuera circunstancialmente m¨¢s o menos significativo.
De todas formas, como casi siempre ocurre en este tipo de eventos, las apreturas espacio-temporales desde una perspectiva conceptual, as¨ª como las materiales derivadas del local disponible y el presupuesto asignado resultaron tanto m¨¢s visiblemente agobiantes en funci¨®n del talento, la experiencia y la liberalidad del comisario de turno. En este sentido, tambi¨¦n Miguel Fern¨¢ndez-Cid ha tenido que cortar por lo sano, aunque de una manera menos cruenta que en los episodios anteriores gracias a que la apuesta al hilo de la actualidad, y sobre unos ochenta ellos mismos promotores del invento decenal, es menos conflictiva, lo que no quiere decir que exenta de pol¨¦mica, pues la discriminaci¨®n sobre lo actual lo es por naturaleza.
La manera de cortar por lo sano de Fern¨¢ndez-Cid ha sido la de autoimponerse en la corres pondiente selecci¨®n el que se tratara de artistas que se dieron a conocer en la pasada d¨¦cada y que lo hicieran a trav¨¦s de muestras celebradas en Madrid, todo lo cual necesariamente implicaba que los artistas elegidos forzosamente hoy no hayan todav¨ªa traspasado el l¨ªmite biol¨®gico de los 40 a?os.
Equilibrio
Que a pesar de estas coordenadas el censo final resultante se limite a 17 nombres, elegidos entre los centenares de j¨®venes, artistas que irrumpieron en esta d¨¦cada de exuberante proliferaci¨®n madrile?a, seguramente dar¨¢ juego a los no pocos arbitristas de sal¨®n que a¨²n restan en nuestro pa¨ªs y en nuestra ciudad, aunque personalmente a m¨ª me parezca m¨¢s interesante analizar el resultado de lo que se ofrece mejor que especular con lo que se ha perdido o hurtado. Y lo que se ofrece es, por de pronto, equilibrado y razonable. Hay, por ejemplo, seis escultores, 10 pintores y una fot¨®grafa, (si queremos seguir aplicando el dudoso criterio de separaci¨®n por g¨¦neros tradicionales), lo que constituye una proporci¨®n ajustada a la realidad de la d¨¦cada y de nuestra circunstancia, pero, a¨²n mejor, en cada uno de estos apartados hay una ecu¨¢nime distribuci¨®n por tendencias, lo que refuerza el valor representativo del conjunto. Por otra parte, la sabia distribuci¨®n de las obras, arropada por el inteligente quehacer en el montaje de Juan Ari?o, saca un excelente provecho escenogr¨¢fico a la hipot¨¦tica rentabilidad art¨ªstica de las misinas. Luego, naturalmente, cada cual puede quedarse con lo m¨¢s af¨ªn a su personal gusto u orientaci¨®n, lo que, en mi caso, me ha llevado a gozar de manera superlativa con la alineaci¨®n de paneles verticales de Sicilia, ubicados con brillantez tangencialmente respecto a una de las instalaciones de suelo caracter¨ªsticas de Juan Mu?oz; as¨ª como tambi¨¦n me ha impresionado la entrada en la exposici¨®n con las esculturas de Cristina Iglesias, las piezas de Manuel Saiz, la sala de Dar¨ªo Alvarez Basso y E. del Rivero y la buena idea de situar una bater¨ªa corrida de cuadros en la mampara superior.Se trata, en definitiva, de una apuesta razonable, muy en sinton¨ªa con la independencia y natural sentido elegante de su comisario, cuyas cualidades se acreditan quiz¨¢s m¨¢s entre nosotros, donde todav¨ªa predominan el alocamiento y la intemperancia f¨²tiles.
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