Adecuaciones
Sabemos m¨¢s o menos c¨®mo se destruyen los excedentes de trigo, leche o soja para que no caigan los precios; sabemos tambi¨¦n que se traba ja activamente para que tales excedentes no lleguen siquiera a producirse. Por eso hay que sacrificar va cas o cerrar minas o reconvertir siderurgias, y se hace a cualquier precio, seg¨²n se ve. Es cierto que a corto plazo estas intervenciones provocan desajustes sociales, paro, pobreza, odio y melancol¨ªa, pero tambi¨¦n es verdad que de este modo preparamos un futuro en el que la adecuaci¨®n entre los tomates que se siembren y las ensaladas que se preparen ser¨¢ perfecta. En el para¨ªso comunitartio del que disfrutar¨¢n nuestros hijos, cada vez que alguien consuma un boniato, sabr¨¢ que ese tub¨¦rculo fue sembrado para ¨¦l, del mismo modo que cada vez que use un cond¨®n lo har¨¢ con la conciencia de que se fabric¨® pensando en ese polvo. La adecuaci¨®n entre la oferta y la demanda alcanzar¨¢ tal equilibrio que las gallinas pondr¨¢n los huevos con el nombre del destinatario inscrito en la corteza.Pero yo me pregunto si los expertos en adecuaciones, que con tanta exactitud han previsto las vacas que hay que sacrificar, las gallinas a las que hay que retorcer el cuello o los obreros que hay que enviar a la desesperaci¨®n, han calculado tambi¨¦n qu¨¦ hacemos con los excedentes de realidad que nos sirve la prensa. Yo, hay d¨ªas en que en la p¨¢gina 3 del peri¨®dico ya estoy lleno y no puedo digerir la foto del ni?o somal¨ª o de la madre bosnia, como no puedo comer m¨¢s de un plato de espaguetis sin enfermar. Quiz¨¢s sea imposible actuar sobre estos excedentes sin da?ar al tiempo el libre derecho a la informaci¨®n, pero alguien tendr¨ªa que hacerse cargo de toda esa realidad que no nos cabe.
A lo mejor podr¨ªa donarse a la Iglesia para que la repartiera entre los pobres.
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